Ruta por la Historia: marzo 2016

Ruta Por La Historia

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sábado, 12 de marzo de 2016

Grandes Guerreros Vol.3

En la entrada de esta semana vamos a realizar una serie de viajes en el tiempo para encontrarnos a diferentes guerreros legendarios que van a dar forma a nuestra tercera entrega de la serie “Grandes Guerreros”.

En entregas anteriores de esta serie hemos hablado del Sansón de Extremadura, de las legiones romanas, samuráis, de ninjas, vikingos y de los gloriosos tercios españoles, y para comenzar el repaso de esta semana tenemos que viajar hasta el siglo VI antes de Cristo a la zona de Persia, donde nos encontramos el Imperio Persa Aqueménida, el imperio más grande que había conocido la humanidad hasta el momento.

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Imperio Persa Aqueménida S.VI aC

El mantenimiento y expansión de tan inmenso territorio recaía en manos de un potente ejército compuesto por batallones de lanceros, arqueros, caballería o incluso mercenarios. Pero entre todos ellos destacaba un grupo de guerreros, los Diez Mil Inmortales, que formaban la guardia real. El nombre por el que han pasado estos guerrero a la historia se lo debemos a Heródoto que se refirió a ellos como “Athanatoi”, pero también se los conocía como Meloforos, que significa en griego “los portadores de manzanas”, debido a que la base de su lanza tenía la forma de esa fruta. Aunque entre los persas eran conocidos como “los compañeros”.

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Guerreros Inmortales Persas | Museo de Berlin

El entrenamiento en el ejército persa comenzaba en la infancia, pero para ser un futuro Inmotal el pequeño debía ser de ascendencia persa o meda. La instrucción del soldado persa era muy dura y tenía como finalidad enseñar a sobrevivir a estos soldados en los terrenos más difíciles, con la intención de que encontrasen alimentos y agua en cualquier situación y lugar evitando de esta manera que el futuro soldado quedase sin suministros. 

En primer lugar eran adiestrados en el tiro con arco, el llamado arco persa-parto, un arco que podía lanzar flechas a mayor distancia usando menor fuerza.

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Arco Persa

El siguiente paso del entrenamiento era la equitación; a los jóvenes se les enseñaban a cabalgar sin silla rígida, colocando únicamente mantas acolchadas entre ellos y la montura, además no usaban estribos y los caballos estaban sin herrar. Tras controlar plenamente al caballo, a los jóvenes aspirantes se les enseñaba a mezclar las dos lecciones aprendidas: debían aprender a manejar el arco desde el caballo, demostrando en la mayoría de las ocasiones una célebre puntería. 

Tras el dominio del arco y el caballo, llegaba el momento de la espada, el arma más común; aunque no tenía elementos destacables, se les enseñaba el manejo de espadas con ambas manos. 

Por último llegaba el momento de aprender a manejar la que quizá sea el arma más famosa de estos soldados, la lanza. Una lanza corta, más o menos de 1,70 metros, con punta de hierro que contaba con un contrapeso en su extremo opuesto para facilitar su misión de matar. Ese contrapeso es la famosa manzana que les daba uno de sus nombres.

Inmortales portando lanzas
Inmortales portando lanzas
Cuando finalizaba este entrenamiento se realizaba la criba para formar parte del ejército normal o pasar a ser Inmortal, y en esta selección únicamente importaba la estatura. Para formar parte de los Inmortales se debía medir como mínimo 1,60 de altura, lo que era una altura muy considerable en aquella época, y se buscaba que los enemigos se sintiesen intimidados ante la presencia de estos “gigantes” frente a ellos. 

Las batallas más importantes en las que participaron estos guerreros fueron en las batallas de Maratón y lasTermópilas, para ser finalmente derrotados por Alejandro Magno en el año 333 antes de Cristo en la Batalla de Issos, en la actual Turquía. 

Desde Persia viajamos a Esparta donde en primer lugar tenemos que intentar comprender a la sociedad espartana dominada por el ejército en todos sus aspectos y que mostraba un fuerte rechazo al individualismo con un estricto sentido de la moral y una estoica manera de vivir. Todo este ambiente militarista tiene como fruto al soldado espartano, la máxima expresión del ardor guerrero.

 soldados espartanos
Grupo de soldados espartanos


La sociedad espartana implantó la eugenesia, o búsqueda de la buena genética, con el fin de tener únicamente ciudadanos sanos y fuertes, intentando eliminar todo elemento improductivo. Este detalle lo conocemos gracias a Plutarco y su obra “Vida de Licurgo”, quien nos cuenta que “al nacer el niño era entregado a una comisión de ancianos que debía realizar una revisión del recién nacido. Si el bebé recibía el visto bueno era devuelto a su familia para que lo educase de acuerdo a las normas espartanas, pero en el caso de no superar ese examen, era llevado al Apóthetas, una zona barrancosa al pie del monte Taigeto, donde se le arrojaba o abandonaba en una cima”

Cuando el niño superaba el examen, su cuidado quedaba en manos de unas nodrizas que tenían como misión endurecer al pequeño, quedando prohibido, por ejemplo, el uso de pañales, ya que se creía que impedían el crecimiento del niño y además evitaban que desde pequeño se acostumbrase al frio; se le acostumbraba a estar solo y a la oscuridad; y se castigaban con fuerza las rabietas infantiles y la petición de caprichos, ya que eran un símbolo prematuro de individualismo. 

Cuando cumplía siete años debía abandonar su hogar quedando bajo la custodia de un tutor que debía controlar su educación. Esta educación, según afirma Plutarco, era “bastante básica, aprendiendo las nociones básicas de escritura y lectura, así como las letras de himnos de marcha”. La educación se centraba principalmente en los aspectos militares, el niño era enrolado en una agelé, una unidad militar infantil, bajo el mando de un irén, un muchacho de unos 19 años, que tenía como misión comenzar la formación militar de los niños, enseñándoles lucha, instrucción, manejo de armas y, por encima de todo, a obedecer ciegamente a sus superiores. A los 12 años pasaban a ser llamados meirakion, intensificándose su educación física, aumentando las tareas que debían realizar y con una disciplina mucho más dura que les obliga a ir descalzos, rara vez se les permite bañarse, únicamente reciben un manto de lana al año, el himatión, y se les obliga a pasar hambre entregándoles mínimas raciones de comida, por lo que son empujados a robar comida, un robo que está castigado no tanto por el acto sino por ser sorprendidos haciéndolo. Además, cualquier ciudadano o compañero de más edad podía reñir a los niños o castigarlos de cualquier manera. 

Con 15 años se convertían en efebos y se les permitía dejarse crecer el pelo hasta llegar a tener la melena propia de los soldados. Una melena que según afirmó el legislador espartano Licurgo, “hacía a los guapos más apuestos y a los feos más temibles”. A los 18 años la vida del joven podía tomar dos rumbos, o bien se convertía en un nuevo irén para las nuevas generaciones; o si había destacado en todas las pruebas era elegido para la Krypteia, la gran prueba para los jóvenes espartanos que comprendía el asesinato de todos los ilotas posibles. Finalmente, a los 20 años, sufrían una nueva selección, los que eran aceptados para el servicio militar eran considerados homoioi, o iguales, la casta superior, y los que no, formaban parte de una ciudadanía inferior. 

Una vez narrado como era el entrenamiento y vida castrense que llevaban los soldados espartanos, vamos a intentar contaros como era el armamento que llevaban consigo. Comencemos con el arma principal, la lanza. La lanza espartana tenía unos tres metros de longitud, y en ella se diferencian tres partes, el asta, la punta y el regatón. El asta es la parte más larga y normalmente estaba confeccionada con madera de fresno en la que se enrollaba una cuerda para que no resbalase en las manos del soldado. La punta, de unos 10 centímetros, era de hierro y tenía forma de hoja. La punta tenía vital importancia, y en el caso de que durante el combate no sufriese algún tipo de daño, se embadurnaba en grasa y se tapaba para evitar su oxidación. Por último está el regatón, que seguramente es la parte más desconocida, y no es otra cosa que la parte que sirve para apoyar la lanza en el suelo, pero además tenía una doble finalidad, por un lado era el contrapeso de la lanza y por otro servía para golpear con él al enemigo sin dañar la punta.

lanza espartana
Réplica de lanza espartana
En segundo lugar encontramos la espada o Xiphos que medía cerca de 50 centímetros, era de doble filo pero únicamente era usada cuando la lanza había quedado inservible. Estaba bien afilada por lo que servía tanto para cortar como para clavar y era bastante peligrosa en manos de un soldado bien entrenado.

Xiphos
Xiphos
Pero los espartanos daban gran importancia a su escudo, el hoplón, realizados con madera y recubiertos de bronce para endurecerlos, y aunque en sus orígenes estaban adornados con motivos mitológicos, como el toro Gorgona, protector de la falange, más tarde se adoptó la letra lambda, el emblema de la ciudad. Cuando un soldado espartano se encontraba en formación, su cuerpo estaba protegido por la mitad derecha de su escudo y por la mitad izquierda del escudo que llevaba el hombre de su derecha, por ello tenían un lema: “Puedes abandonar tu casco, que solo te protege a ti, pero jamás puedes abandonar tu escudo, que protege a tu compañero”.

Hoplón espartano
Hoplón espartano
Por último saltamos en el espacio – tiempo y aterrizamos en la España de la Reconquista, y en esta época y zona destacan unos hombres que forman una tropa temible, los llamados Almogávares. Como podemos ver, el término almogávar tiene su origen en el árabe y proviene de la palabra “al-mugawar” que significa “el que hace incursiones”, y aunque podría hacer referencia a la gran cantidad de grupos que hacían este tipo de ataques a lo largo de la frontera cristiano-musulmana, este término quedó para siempre acuñado para los grupos procedentes del Pirineo aragonés y catalán.

almogavar
Idealización de almogavar
La Península Ibérica fue rápidamente invadida por los musulmanes y los pastores cristianos de la zona de los Pirineos se encontraron con la ocupación musulmana de los valles que usaban en invierno para alimentar a sus animales y para vivir, lo que les llevaba a la más absoluta miseria y hambre. Los pastores dejaron sus rebaños y se convirtieron en salteadores que, en rápidas acciones, penetraban tras las líneas enemigas y tras hacerse con todo lo posible volvían a sus dominios. La dura vida que habían llevado como pastores, criados en el frio y la falta de recursos, era una más que adecuada instrucción para ese tipo de acciones, eran los perfectos guerrilleros.

Desde muy pronto se hicieron famosos por su dureza y fueron usados como tropas de choque de los reinos cristianos durante la reconquista participando no sólo junto a la Corona de Aragón, sino también junto a la de Castilla. Eran los soldados más bravos y temidos de su época, agrupados en compañías no muy numerosas, lideradas por un caudillo que les sometía a una férrea disciplina. Para los almogávares y sus caudillos no había término medio, o vencían o morían

Su limitado equipo constaba de una la lanza colgada al hombro, descrita como un palo o chuzo con un pincho de hierro afilado; unos dardos, que lanzaban con tanta fuerza que podían perforar los escudos de los enemigos, algo no muy normal; un coltell, un cuchillo largo capaz de seccionar los tendones de un brazo de un solo tajo.

Coltell
Coltell almogavar
Los almogávares, eran también unos maestros en la guerra psicológica y antes de entrar en combate golpeaban con fuerza el chuzo contra las piedras del suelo hasta que saltaban chispas; entonces, cuando el ruido era ensordecedor, gritaban al unísono “Desperta, ferro”, seguidos de “Aragón, Aragón” o “San Jorge” y se lanzaban contra el enemigo como auténticos diablos. 

Desde lejos, los almogávares arrojaban sus dardos y lanzas sobre la caballería pesada, atravesando las armaduras de los caballeros o hiriendo gravemente a los caballos que en su caída arrastraban a sus jinetes quienes bajo el peso de la armadura no podían levantarse y eran rematados por los almogávares en su avance. 

Había otra táctica que consistía en meterse bajo la grupa de los caballos y con el uso del temible coltell cortar las patas del animal y posteriormente clavar el mismo cuchillo en el cuello del caballero. 

El historial de combate de estos almogávares es muy extenso, pero podríamos destacar el papel que jugaron en 1238 junto al Rey Jaime I El Conquistador en la toma del Reino de Valencia.

Jaime I El Conquistador
Jaime I El Conquistador
Este rey consiguió reclutar a más de 6.000 almogávares a sabiendas de que los musulmanes les tenían pavor, ya que pensaban que estaban poseídos por demonios. Este temor fue uno de los artífices que facilitaron la conquista de la ciudad de Valencia en 1245. Años más tarde, en 1276, fallecía Jaime I El Conquistador y su hijo Pedro III “el Grande” ascendía al trono y de su mano comenzó la internacionalización de la fama de los almogávares.

Pedro III El Grande
Pedro III El Grande
Desde 1252 el trono de Sicilia estaba en continuo conflicto entre los descendientes del Emperador del Sacro Imperio y el Papado. Una pelea que terminó con la petición de ayuda del Papa Urbano IV a Carlos de Anjou, hermano del Rey de Francia. A cambio de expulsar a las tropas que apoyaban a los descendientes del Emperador, el Papa entregaría la corona de Sicilia a Carlos. 

Las tropas francesas vencieron en la Batalla de Benevento en 1266 y Carlos ascendió al trono siciliano como Carlos I, pero en la isla se vivía una continua guerra civil entre los güelfos, seguidores de Carlos, y los gibelinos, contrarios a Carlos pero que les faltaba un pretendiente al trono.Toda esta situación fue aprovechada por Pedro III “el Grande” que reclamó sus derechos al trono siciliano. Unos derechos que no tenía por línea directa, pero se había casado con una alemana, Constanza de Hohenstaufen, que sí que los tenía. Eso era suficiente para intervenir y declaró la guerra a los usurpadores franceses y envía a 2000 almogávares. Cuando la población siciliana vio llegar a estos soldados la idea que tuvieron de ellos fue lamentable, prácticamente desarmados, sucios, harapientos….pero esta imagen cambió de golpe en el primer envite contra las fuerzas francesas. 

Tras la conquista de Sicilia, al heredero de Pedro el Grande, Federico III, empezó a incomodarle la presencia de los rudos almogávares, y al firmar la paz de Caltabellota con Francia, además se firmaba la desmovilización de los almogávares. Estos bravos soldados decidieron luchar como mercenarios y tras elegir a Roger de Flor como Comandante, formaron la Compañía Catalana de Oriente.

El primer encargo que recibieron vino del Emperador bizantino Andrónico II Paleólogo que les contrató para luchar contra los turcos otomanos en Anatolia. De Flor aceptó la oferta y se dirigió, con 7.000 hombres. La llegada de estos almogávares a Constantinopla fue vista como una intromisión de Aragón en la zona de influencia de Génova. Todo tenía de fondo la lucha por el control comercial del Mediterráneo, todo esto parecía conducir a lo que finalmente ocurrió, la llamada “Masacre de los Genoveses”

Tras este conflicto, la Compañía Catalana de Oriente pone rumbo a Anatolia y tras desembarcar en Artacio obtienen victoria tras victoria frente a los Otomanos, como la Batalla del río Cizico. Tras dos años de guerra, el carácter indisciplinado de estos bravos soldados fue visto como un peligro por el hijo del Emperador que en 1305 ordenó a unos mercenarios alanos el asesinato de Roger de Flor y la aniquilación de los almogávares que estaban acantonadosen Adrianópolis. 

Los almogávares supervivientes se hicieron fuertes en Tracia y Macedonia y desde allí se dedicaron a devastar durante dos años todo el territorio del Emperador, en lo que ha pasado a la historia como la Venganza Catalana.

Venganza catalana
Venganza catalana
La historia de estos temibles almogávares termina con disputas internas y disgregaciones, pero ese triste fin no ensombrece el mito de este guerrero.

Esperamos que este viaje por el tiempo os haya gustado, pero si quereis conocer más detalles sobre todos ellos escuchad nuestro programa.