Ruta por la Historia: Fernando VII, el Rey felón que traicionó a España. Parte 1

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viernes, 14 de octubre de 2016

Fernando VII, el Rey felón que traicionó a España. Parte 1


Las dos próximas entradas las vamos a dedicar a la biografía del que es considerado el peor Rey de la Historia de España. De él se ha dicho que fue traidor, mentiroso, manipulador, envidioso, mal hijo, estafador,... bajo todos estos adjetivos encontramos la figura de Fernando VII.


Fernando VII
Fernando VII, el peor Rey de la Historia de España

Infancia y juventud

Para entender al personaje tenemos que viajar hasta su infancia, el 14 de octubre de 1784 nacía en San Lorenzo de El Escorial, el noveno hijo de Carlos IV y María Luisa de Borbón-Parma, en aquellos momentos Príncipes de Asturias, y por tanto herederos al trono de España. Menos de un mes después del nacimiento de nuestro invitado fallecían sus dos hermanos mayores, por lo que sobre él recaería algún día la corona de España.

Carlos IV y María Luisa de Borbón-Parma
Carlos IV y María Luisa de Borbón-Parma, padres del monstruo

El 14 de diciembre de 1788 fallecía en Madrid Carlos III de España, llamado «el Mejor Alcalde de Madrid» y Carlos IV era entronizado y, poco más de nueve meses después, el 23 de septiembre de 1789, Fernando fue reconocido como Príncipe de Asturias en una ceremonia celebrada en el Monasterio de San Jerónimo de Madrid. Como futuro heredero a la Corona, nuestro invitado debía recibir una gran preparación, tanto cultural como política, y tras diferentes cambios de tutores, llega a la vida de nuestro invitado una figura que será definitiva en casi todos sus comportamientos, Juan Escóiquiz.


Juan Escóiquiz
Juan Escóiquiz, tutor e instigador de Fernando VII
Manuel Godoy, valido de Carlos IV confió la educación del Principe a este canónigo pensando que era una persona manejable y que por tanto podría manipular el joven Fernando a su antojo, pero nada más lejos de la realidad. Escóiquiz resultó todo lo contrario a lo esperado por Godoy, ya que a pesar desde muy pronto manipuló la mente del heredero, pero en contra del propio Godoy y de los Reyes de España. El tutor hizo ver a Fernando que tanto su madre como Godoy intentaban apartarle del poder, llegando incluso a convencerle de que a la muerte de Carlos IV el heredero sería Godoy y no él. Estas teorías parecían asentarse en los rumores que corrían sobre una más que posible relación sentimental entre Maria Luisa de Borbón-Parma con Godoy, unos rumores que habían sido fomentados por ciertos círculos de la nobleza recelosos del meteórico ascenso de Godoy, quien en poco tiempo pasó de ser un simple guardia de corps a ser el valido del Rey. Por su parte, Carlos IV era presentado a su hijo como un títere en manos de los intereses de Godoy y la Reina, que debía ser apartado del poder para evitar un mal mayor.


Manuel Godoy
Manuel Godoy, valido de Carlos IV y enemigo acérrimo de Fernando VII


Situación política española

En torno a Fernando se había formado un núcleo opositor formado por miembros de la alta nobleza, que perseguía la caída de Godoy, naciendo el partido fernandino y siendo la primera y única vez que un Rey de España ha formado parte de un partido político. Además la situación política española era bastante convulsa. Años antes, como recordaremos de la entrada que dedicamos al Reinado del Terror durante la Revolución francesa, España había luchado contra la Francia revolucionaria, y aunque inicialmente las campañas del General Ricardos habían sido un éxito rotundo, a la muerte de éste todo cambió, y Godoy firmó con Francia la Paz de Basilea en 1795, por la que la República francesa devolvía a España las plazas ocupadas, a cambio del territorio hispano de la isla de La Española. En agradecimiento Carlos IV le concedió el título de Príncipe de la Paz, en estos momentos parecía que Godoy era intocable. 

Un año después, finalizado el Reinado del Terror en Francia, Godoy firmaba el Tratado de San Ildefonso, por el que España se convertía en aliada de Francia, buscando el enfrentamiento con Gran Bretaña, adversario de la Francia revolucionaria y tradicional enemiga de España. En 1797 la flota española era derrotada frente al cabo de San Vicente, y en América los británicos ocuparon la isla de Trinidad, todo ello provocó la caída de Godoy en mayo de 1798. No obstante, la llegada al poder de Napoleón provocó la renovación la alianza hispano-francesa. Napoleón necesitaba, contra los británicos, la colaboración de España. Por ello, presionó a Carlos IV para que restituyera su confianza en Godoy, quien fue nuevamente nombrado valido en 1800 y firmó el Convenio de Aranjuez de 1801 por el que ponía a disposición de Napoleón la escuadra española, lo que implicaba de nuevo la guerra contra Gran Bretaña. Napoleón pidió a Portugal que rompiera su alianza tradicional con Inglaterra y cerrara sus puertos a los barcos ingleses, y según lo firmado en Aranjuez, España se comprometía a declarar la guerra a Portugal si la nación lusa mantenía su apoyo a los ingleses. Ante la negativa portuguesa a someterse a las pretensiones franco-españolas, se desencadenó la llamada Guerra de las Naranjas, una contienda que duró dieciocho días en los que el ejército español, al mando de Godoy, ocupó sucesivamente una docena y media de poblaciones portuguesas. Finalmente, España obtuvo el compromiso de Portugal de impedir el atraque de buques británicos en sus puertos.

Godoy Goya
De esta manera pintó Goya a Godoy como vencedor en la Guerra de las Naranjas
Nuevamente la figura de Godoy parecía indiscutible, pero Fernando recibía un nuevo empuje, en 1802 se casaba con Maria Antonia de Nápoles, quien alimentó el odio de su esposo contra sus padres y contra Godoy, ya que veía peligrar la futura herencia de su esposo, a lo que se sumaba la facilidad con la que la Corona española se unía a los revolucionarios franceses, aquellos que habían ejecutado a Luis XVI y a Maria Antonieta, su tía

El 21 de octubre de 1805 la figura de Godoy parece tambalearse, la batalla de Trafalgar resulta un fracaso absoluto, España pierde una gran cantidad de hombres y naves perdiendo toda su hegemonía marítima que a partir de este momento pasará a manos de Gran Bretaña. En lo personal, la vida de Fernando sufre un fuerte revés cuando el 21 de mayo de 1806 Maria Antonia de Nápoles fallecía en el Palacio Real de Aranjuez, a causa de la tuberculosis.

En los meses anteriores a octubre de 1806, Godoy había mantenido contactos y negociaciones secretas con las cortes británica y rusa para tantear una posible entrada de España en una coalición antinapoléonica. No obstante, la victoria napoleónica en Jena frente a los prusianos frenó estas negociaciones de Godoy. La situación se hizo más tensa en 1807 por dos motivos: el primero, por las diferencias entre Godoy y los fernandistas a la hora de buscar una nueva esposa para el heredero. Mientras que Godoy prefería que la elegida fuese su cuñada, Escóiquiz prefería a una Bonaparte y la elegida era Carlota, sobrina de Napoleón; el segundo motivo era por poder. Carlos IV concedió a Godoy el tratamiento de Alteza Serenísima, lo que le colocaba en una situación similar a la del príncipe heredero. Para contrarrestar lo que se estimaba una conspiración contra la legítima sucesión a la Corona, Fernando firmó un decreto, sin fecha, nombrando al Duque del Infantado Capitán General de Castilla y al Conde de Montarco, Presidente del Consejo de Castilla y decidiendo el retorno de Floridablanca a la Secretaría de Estado. En los últimos días de octubre de 1807 el Rey declaró en El Escorial que "una mano desconocida le había revelado el más ignominioso e inaudito plan urdido contra Godoy" y destinado a situar en el trono a su hijo Fernando, tras obtener su abdicación, y que los conjurados, miembros todos ellos de la nobleza, contaban con la aprobación del Príncipe de Asturias y habían solicitado la protección del Emperador. Fernando fue recluido en sus habitaciones, y el rey ordenó celebrar misas en acción de gracias.

Los conjurados fueron delatados por Fernando, y el Rey les condenó al destierro debido a su alta traición. No obstante, Carlos IV no supo estar a la altura de los acontecimientos, por un lado los jueces designados por el Consejo de Castilla declararon inocentes a los cómplices desterrados y detenidos; y por otra el perdón concedido al príncipe significó un golpe al prestigio de la institución monárquicas. Todo esto generó un fuerte sentimiento de desconfianza hacia Carlos IV, y terminó por fortalecer la posición del partido fernandino. 

A pesar de todos estos problemas internos, la actividad de política internacional no cesaba, y el 27 de octubre de 1807 en la ciudad francesa de Fontainebleau los representantes de España y de Francia, firmaban el Tratado de Fontainebleau, en el que se estipulaba la invasión militar conjunta franco-española de Portugal. Según lo acordado, una vez invadido Portugal,  sería dividido en tres zonas: el norte sería entregado a Carlos Luis de Parma; la zona centro se reservaría para un posible cambio por Gibraltar y la isla de Trinidad; y la zona sur pasaría a Manuel Godoy.

Tratado de Fontainebleau
Reparto de Portugal según el Tratado de Fontainebleau

La presencia de tropas francesas en España, comenzó a ser vista como  amenazante, pues en lugar de continuar transitando hacia Portugal fueron ocupando Burgos, Salamanca, Pamplona, San Sebastián o Barcelona. Esta ocupación "amistosa", no obstante, terminó por alarmar al propio Godoy, quien en marzo de 1808, pidió a la familia real que le acompañasen a Aranjuez para, en caso de necesidad, seguir camino hacia el sur y embarcarse hacia América, tal como  había hecho el Príncipe Regente de Portugal. Este traslado a Aranjuez y la debilidad demostrada tanto por Carlos IV como por Godoy era el momento clave que debían aprovechar Fernando y sus seguidores.

Golpe de Estado contra su padre y Guerra de Independencia

El 17 de marzo, un motín popular organizado por los partidarios de Fernando asaltó y saqueó la residencia de Godoy en Aranjuez, donde en esos momentos residía la familia real. Carlos IV, obligado por las circunstancias, firmó la destitución de Godoy al día siguiente, y el 19 de marzo abdicó en su hijo, a partir de ese momento Fernando VII. No obstante, la figura de Napoleón era alargada y mas aun cuando sus tropas estaban en España, por lo que Carlos IV fue puesto bajo la protección de Murat, algo que parecía no provocar la definitiva abdicación, ya que si el Emperador no lo aceptaba le era demasiado fácil restituirle en el puesto. Fernando, para conseguir el apoyo de Napoleón a su coronación prometió estrechar al máximo los vínculos de la amistad hispano-francesa y solicitó que las tropas de Murat, situadas en las inmediaciones de Madrid, fueran acogidas en la capital como amigas, haciendo su entrada el 23 de marzo.

Motín de Aranjuez
Motín de Aranjuez, por fin Fernando conseguía apartar a sus padres y a Godoy del poder 
No obstante, los planes de Napoleón eran bien distintos, en primer lugar convenció a Carlos IV y a Godoy de la necesidad de que viajaran a Francia para de esta manera asegurar su bienestar; y por otro lado, su hombre de confianza convenció a Fernando de la conveniencia de acudir al encuentro del Emperador, a lo que el rey accedió con la esperanza de que Napoleón le reconociese y respaldase como Rey de España. El plan de Napoleón fue funcionando a la perfección y mediante escusas basadas en la apretada agenda del Emperador, Fernando VII fue desplazándose poco a poco hacia territorio frances, Burgos, San Sebastián... y finalmente Bayona, donde quedó demostrada la inoperancia y estulticia de Carlos IV y Fernando VII.

En primer lugar Napoleón se reunió con Carlos IV a quien obligó a cederle sus derechos al trono español a cambio de asilo en Francia para él, su mujer y Godoy, así como de una pensión de 30 millones de reales anuales, Carlos IV, creyéndose más listo que el francés aceptó, ya que como había abdicado en su hijo en Aranjuez, realmente no renunciaba a nada; después se reunió con Fernando VII, al que exigió que devolviese el trono a su padre, ya que su renuncia se había hecho bajo coacción, a cambio recibiría un castillo y una pensión anual de cuatro millones de reales, una oferta que aceptó. De esta triste manera, la corona de España caía en las manos de Napoleón Bonaparte, quien se la pasaba a su hermano Jose I. Mientras padre e hijo se pasaban la corona a cambio de unas pensiones anuales, en Madrid el pueblo se levantaba contra el invasor francés el 2 de Mayo de 1808, estallando la Guerra de Independencia.

Fusilamientos del 3 de mayo
Fusilamientos del 3 de mayo. Mientras el pueblo luchaba contra el invasor, Fernando VII vivía en un castillo
Mientras el pueblo español se desangraba en su lucha contra sus invasores, Fernando VII junto con su hermano Carlos María Isidro y su tío Antonio Pascual, vivía en el Castillo de Valençay, propiedad de Charles Maurice de Talleyrand, donde permaneció hasta el final de la Guerra de la Independencia. Pero en España las noticias que se tenían eran otras, se creía al monarca prisionero de Napoleón, naciendo el mito del Deseado. El 11 de agosto, el Consejo de Castilla invalidó las abdicaciones de Bayona, y el 24 de agosto se proclamó rey in absentia a Fernando VII en Madrid. Las Cortes de Cádiz, que redactaron y aprobaron la Constitución de 1812 no cuestionaron en ningún momento la persona del monarca y lo declararon como único y legítimo rey de la Nación española.

Constitución de Cádiz de 1812
Constitución de Cádiz de 1812, la llamada "La Pepa"
La lucha continuaba, y las tropas españolas conseguían importantes victorias como en Bailén o Valmaseda, pero Napoleón decidió tomar cartas en el asunto enviando a España a la Grande Armée, un ejército de 250 000 hombres veteranos, acostumbrado a los movimientos rápidos y a vivir sobre el terreno, quienes rápidamente acaban con la resistencia española y con los ejércitos británicos desembarcados al mando del General John Moore. Finalmente, la Junta Central, el Gobierno de la España "libre" marcha a Sevilla, y posteriormente a Cádiz.

En el verano de 1812, un ejercito hispanobritánico comandado por el Duque de Wellington avanzaba desde Portugal, consiguió vencer a las tropas napoleónicas en Arapiles, y si bien los franceses contraatacaron, tuvieron que replegarse debido a la catastrófica campaña de Rusia. Este repliegue permitió a los resistentes expulsar a José I Bonaparte de Madrid, y posteriormente, tras las victorias de Vitoria y San Marcial, huyó definitivamente del país. El Emperador, viendo la necesidad de utilizar las tropas francesas que estaban en España contra otros enemigos, intentó negociar una paz. Finalmente, en diciembre de 1813 Napoleón y Fernando VII firmaban el Tratado de Valençay por el que Fernando recuperaba el trono y a cambio expulsaría a los británicos de España, se declararía neutral en las guerras napoleónicas y daría el perdón real a los afrancesados.

Tratado de Valençay
Momento de la firma del Tratado de Valençay por Fernando VII


Fernando VII el Deseado. Restauración del Absolutismo.

Fernando VII cruzó la frontera española y fue recibido en Figueras por el General Copons el 22 de marzo. Pero había un problema, según lo establecido en la nueva Constitución «no se reconocerá por libre al Rey, ni por tanto se le prestará obediencia, hasta que en el seno del Congreso nacional preste el juramento prescrito en el artículo 173 de la Constitución». Fernando VII no hizo caso al Gobierno de España, y siguió su camino por tierras catalanas, aragonesas y valencianas, dandose baños de multitud y demostrando de esta manera que el pueblo estaba de su lado, aunque él usaba el término vasallos, una palabra que era como una puñalada en el corazón del liberalismo español, que había prohibido el uso de este término por denigrante. De esta manera comenzaban a comprender que el Rey no iba a respetar nada de lo que inicialmente había prometido.

Fernando VII Valencia
Fernando VII recibido como un héroe a su llegada a Valencia
Antes de llegar a Valencia, el Rey tiene un encontronazo con el Cardenal Arzobispo de Toledo, Luis de Borbón, Presidente de la Regencia que no entregaría al Rey el poder hasta que jurase la Constitución. Ambos se encuentran frente a frente, sin que ninguno de el paso de saludar o hacer reverencia. Finalmente, el Cardenal Arzobispo cedió ante el Rey, lo que parecía cimentar el poder del Rey.

Las Cortes españolas estaban fragmentadas, un tercio de ellos eran diputados conservadores a ultranza, y otro dos tercios liberales. Este tercio presentó al Rey un texto llamado Representación y manifiesto que algunos diputados a las Cortes ordinarias firmaron en los mayores apuros de su opresión en Madrid, más conocida como Manifiesto de los Persas, que toma el nombre de  la costumbre de los antiguos persas de tener cinco días de anarquía tras la muerte del rey, para ellos, el liberalismo había sido esa anarquía. 

Manifiesto de los Persa
Manifiesto de los Persas, la carta blanca para Fernando VII
El 17 de abril, el General Elío, puso sus tropas a disposición del rey y le invitó a recobrar sus derechos. El 4 de mayo de 1814, Fernando VII promulgó un decreto que restablecía la monarquía absoluta y declaraba nula y sin efecto toda la obra de las Cortes de Cádiz. Fernando nombró a Francisco de Eguía Capitán General de Castilla y le encargó marchar sobre Madrid y proceder a la detención de los miembros de la Regencia, los ministros y los partidarios liberales. Todas estas medidas finalizaron del 11 de mayo con la disolución de las Cortes. Mientras, el Rey esperaba acontecimientos en Aranjuez, desde donde partió el día 13 de mayo con destino a la capital.

Como hemos visto, y podemos suponer, Fernando VII con la restauración del absolutismo lo primero que buscó fue borrar toda la obra del liberalismo en España, por ello restablece el Consejo de Castilla; procede a destituir a todos los alcaldes (aunque muchos fuesen héroes de la lucha contra el invasor francés), se permite el regreso de los jesuitas, expulsados durante el liberalismo; se procede a la persecución de los afrancesados, aunque muchos de ellos eran intelectuales que vieron la llegada del liberalismo francés como un foco de luz en la oscuridad absolutista española y produjo la salida de casi 15000 personas hacia el extranjero, una huida de la inteligencia; y se restablece la Inquisición, que había sido derogada en la Constitución de Cádiz de 1812.


Levantamientos militares contra el Absolutismo

Llevando a cabo una fuerte política de represión, Fernando VII procede a prohibir la libertad de prensa, se aplica una fuerte censura, se cierran universidades y escuelas, se prohíbe la libertad de reunión. El descontento es generalizado, y provoca una época de levantamientos militares generalizados, son golpes militares de carácter liberal que intentan derrocar a un Rey despótico y cruel. El primer intento lo lleva a cabo Francisco Espoz y Mina, héroe de la Guerra de Independencia, que encabezó levantamiento en Pamplona contra Fernando VII, quien le había prometido un cargo político en Navarra, pero una vez más la palabra del Rey Fernando poco valía, finalmente el golpe fracasó y Espoz y Mina tuvo que refugiarse en Francia.

Espoz y Mina
Francisco Espoz y Mina, primer militar levantado contra Fernando VII
Un año después, 1815, en Galicia se producía otro levantamiento, el de Juan Díaz Porlier, otro héroe de la Guerra de Independencia, quien tras la derrota española en Espinosa de los Monteros (Burgos) y el fracaso de Trafalgar, comprendió la ineficacia de la guerra convencional y a partir de ese momento se dedicó a preparar a sus hombres del regimiento de granaderos para la más provechosa guerra, la de guerrillas. Los éxitos de Porlier en León, Valladolid, Palencia, Asturias y Santander llevaron a la Regencia a ascenderlo al grado de General

Díaz Porlier
Juan Díaz Porlier, héroe de guerra y sublevado contra Fernando VII
Acabada la guerra, siendo Mariscal de campo y como tantos otros héroes que habían posibilitado la vuelta de Fernando VII a España y al trono, quedó descontento con el monarca y su vuelta al peor absolutismo, por lo que comenzó una serie de conjuras contra el monarca. No obstante, su secretario le traicionó y fue detenido y condenado a cuatro años de presidio en el Castillo de San Anton, en La Coruña, de donde sale en prisión atenuada para tomar baños medicinales en el vecino pueblo de Arteixo, por lo que el 19 de agosto pasa con su esposa a vivir en Pastoriza en la casa de un correligionario, donde se prepara el pronunciamiento que inicia en su retorno a La Coruña en la noche del 18 al 19 de septiembre de 1815. Con la ayuda de varios oficiales que habían combatido junto a él, hizo prisionero al Capitán General y a las autoridades militares de La Coruña, y tras hacerse con el control de la plaza en menos de dos horas, proclama la Constitución de 1812, además de exhortar a la nobleza y a la burguesía a colaborar con la monarquía constitucional en la cual debían de ser respetadas tanto "las prerrogativas del trono como los derechos de la nación". Finalmente solicitaba la convocatoria de Cortes elegidas por el pueblo, las cuales deberían tener la libertad de realizar en la mencionada constitución los cambios que exigía la situación.

Consiguió el respaldo de una parte de los comerciantes así como de prácticamente todas las fuerzas militares acantonadas en ella y en la base naval de Ferrol. Siguiendo sus órdenes, para unirse a él salió de allí al frente del primer batallón del sexto regimiento de marina, el brigadier de la Real Armada don Ramón Romay y Jiménez de Cisneros. El día 21, al frente de varios cuerpos sublevados que sumaban 864 hombres, se dirigió a Santiago de Compostela con intención de que las autoridades y cuerpos militares allí acuartelados se uniesen al pronunciamiento. Entre tanto, las tropas reunidas en Santiago por el arzobispo Rafael de Múzquiz y Aldunate y el general Pesci avanzaron hasta Sigüeiro bajo las órdenes del general don José Javier de Imaz y Altolaguirre, a la sazón comandante militar de aquella plaza. En un descanso en el camino, Porlier fue traicionado por un grupo de 39 sargentos del 6º Regimiento de Marina comprados por un agente infiltrado . Los sargentos logran tomarlo prisionero junto con sus oficiales y sus tropas, al verse sin jefes, no ofrecen resistencia. Porlier es llevado a Santiago de Compostela en secreto, y después a La Coruña en donde es encausado por el capitán general siendo condenado a ser ahorcado en La Coruña en el Campo da Leña (actualmente Plaza de España) el 3 de octubre.

Diaz Porlier La Coruña
Estatua a Diaz Porlier en la actual Plaza de España en La Coruña. 
El golpe de 1815 es conjunto, y en participan dos militares; el primero es Luis Lacy y Gautier, quien con 22 años, participó con el grado de Capitán de infantería, en la campaña del Rosellón durante las guerras revolucionarias francesas, aunque en 1803, se alistó, debido a que tenía antepasados franceses, en el ejército francés para luchar en Alemania. No obstante, tras el levantamiento del 2 de mayo, desertó y se integró en el ejercito resistente español. En enero de 1813 fue nombrado por la Junta de Regencia, Capitán General del Reino de Galicia. Allí ingresó en la logia masónica Logia Constitucional de la Reunión Española. Finalmente, tras la vuelta del rey Fernando VII a España solicitó el traslado a Valencia, pero pronto quedó descontento con el monarca.

Lacy y Gautier
Luis Lacy y Gautier, masón y contrario a Fernando VII
Su apoyo en este intento de golpe de Estado fue Francisco Milans del Bosch Arquer quien también participó en la Guerra del Rosellón, y después en la Guerra de la Independencia Española. Cuando Fernando VII subió al poder y comenzó su política absolutista se dio cuenta del error, y tras la ejecución de Díaz Porlier no se lo pensó, había que salvar a España del Rey.

Milans del Bosch
Francisco Milans del Bosch, indignado de Fernando VII
Ambos militares unieron sus fuerzas en Cataluña, pero no consiguieron los éxitos esperados, y tras ser derrotados Lacy murió fusilado en el Castillo de Bellver de Palma de Mallorca el 5 de julio de 1817, mientras que Milans del Bosch pudo huir.

Finalmente, el 1 de enero de 1820 se produce el levantamiento del Coronel Rafael de Riego en Las Cabezas de San Juan. ¿Quien fue este hombre que con su acción inició el fin del absolutismo en España? Nacido en 1784, en el seno de una familia hidalga asturiana, se alistó en la Guardia de Corps. No obstante, en 1808, durante la invasión francesa de España, el General Murat le hizo prisionero siendo enviado a El Escorial. Riego consiguió escaparse y huir a su Asturias natal.

Rafael de Riego
Rafael de Riego, si bien su golpe no obtuvo el éxito esperado, encendió la chispa definitiva

Con el inicio de la Guerra de la Independencia volvió al ejército español, donde rápidamente fue ascendido a Capitán, tomando parte en la derrota española en la Batalla de Espinosa de los Monteros. Tras esta derrota fue hecho prisionero nuevamente de los franceses, quienes lo enviaron como prisionero a Francia, donde conoció de primera mano las teorías liberales exaltadas, unas ideas que tomó como suyas. Poco después fue liberado y viajó por Inglaterra y Alemania, para, en 1814, retornar a España, reincorporándose al ejército con el grado de Teniente Coronel.

La llegada del absolutismo de la mano de Fernando VII fue un mazazo para Riego, quien entró en contacto con la masonería española que compartía con él su ideal liberal. En 1819 se reunió en Andalucía un ejército destinado a sofocar la sublevación de las colonias en América de las provincias de Ultramar, dándole el mando del 2º batallón asturiano. Esa concentración de tropas eran el caldo de cultivo de un levantamiento, era ahora o nunca. El 1 de enero de 1820, se produjo el levantamiento, y las tropas de Riego marcharon por diferentes ciudades andaluzas con la esperanza de comenzar un levantamiento antiabsolutista, ante la indiferencia popular. Si bien el golpe no fue sofocado, tampoco encontró el apoyo que esperaba, de forma que el 11 de marzo lo que quedaba de la columna decidió dispersarse, buscando refugio en las montañas de Extremadura. Parecía que el levantamiento estaba fracasando estrepitosamente, pero se produjeron apoyos en La Coruña y después en Ferrol y Vigo, y poco a poco se fueron extendiendo por el resto de España. 

El 7 de marzo de 1820, el Palacio Real de Madrid fue rodeado por una gran multitud, entrada la noche, Fernando VII se decidió a firmar un Decreto, en el que declaraba que, de acuerdo con «la voluntad general del pueblo», se había decidido a jurar la Constitución. El día 10, el Rey publica el Manifiesto del Rey a la Nación española en el que muestra su apoyo a dicha constitución: «Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional». Comienza así el Trienio liberal.

Manifiesto del Rey a la Nación Española
Manifiesto del Rey a la Nación Española, comienza el Trienio Liberal


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