Ruta por la Historia: Blas de Lezo

Ruta Por La Historia

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viernes, 20 de mayo de 2016

Blas de Lezo

La Historia de nuestro país está fuertemente ligada al mar y a los hombres que, con mano firme y gran astucia, gobernaron las naves que, línea a línea, han ido aumentando y dando gloria a las páginas de los libros de nuestra historia.

En una entrada anterior ya narramos las glorias de Álvaro de Bazán, el que, al menos para nosotros, es el mejor marino de la Historia de España, aquel del que se dijo que jamás conoció la derrota y que peleó como caballero, escribió como docto, vivió como héroe y murió como santo. Y esta semana queremos repasar la biografía de otro ilustre marino, una biografía que hoy día se ve ensombrecida por el uso, que se hace de este hombre y su obra, por ciertos sectores políticos. Luces o sombras, según sea la mentalidad de cada uno, que no deben impedir que veamos la grandeza de la obra del hombre que hoy tenemos por invitado,Blas de Lezo y Olavarrieta.

Blas de Lezo
Retrato de Blas de Lezo del Museo Naval de Madrid
SITUACIÓN SOCIAL PREVIA


La Historia de España vivía tiempos convulsos, unos conflictos que se vieron acrecentados con la muerte, el 1 de noviembre de 1700, del Rey de España Carlos II “El Hechizado”, sin dejar descendencia, por lo que se abría en el país un problema sucesorio que derivaría en la llamada Guerra de la Sucesión Española. Pero viajemos unos años antes en el tiempo.

Luis XIV de Francia y el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico reclamaban sus derechos al trono español. Cada uno alegaba tener derechos sanguíneos, puesto que ambos eran nietos de Felipe III. 

Ante esta situación se buscaron terceras vías, y tanto Inglaterra como los Países Bajos encontraron al candidato perfecto, José Fernando de Baviera, bisnieto de Felipe IV y sobrino nieto de Carlos II. Esta opción fue aceptada por todas las partes, llegando incluso en propio Carlos II a nombrarle heredero. Aunque a espaldas de Carlos II, se firmó en La Haya en 1698 el llamado Primer Tratado de Partición, en el que Francia recibía como recompensa a su renuncia a los derechos españoles el Reinado de Nápoles, Sicilia y Guipúzcoa.

Carlos II
Retrato de Carlos II por Miranda. Ayuntamiento de Sevilla
De manera repentina fallecía José Fernando de Baviera el 6 de Febrero de 1699. Debido a la delicada salud de Carlos II, se llegó en 1700 al llamado Segundo Tratado de Partición, pacto en el que se establecía como heredero al Archiduque Carlos de Austria y, como compensación por la renuncia al trono español Francia recibiría el Reinado de Nápoles, Sicilia, Guipúzcoa y el Milanesado. Este acuerdo no fue aceptado por el monarca, toda esta situación tenía su reflejo en la propia Corte Española en la que había dos facciones:

- los austracistas, entre los que se encontraban la propia Reina, el Almirante de Castilla y el conde de Oropesa que pedían el trono para el Archiduque Carlos.

- los bávaros, encabezados por el Cardenal Luis Fernández de Portocarrero que pedían el trono para Jose Fernando de Baviera.

Con la muerte de José Fernando, los bávaros tuvieron que buscar otro candidato, por lo que las tornas de volvieron hacia Felipe de Anjou. A través de sobornos intentaron que el círculo que rodeaba al actual monarca le persuadiese de que Felipe era la mejor opción, y un mes antes de la muerte de Carlos II consiguieron que testara a su favor.

Felipe V
Retrato de Felipe V por Jean Ranc. Museo del Prado
Una vez fallecido Carlos II, Felipe de Anjou llegó a Madrid el 17 de febrero de 1701, y fue ungido Rey en Toledo por el cardenal Portocarrero y proclamado como tal por las Cortes de Castilla en el Real Monasterio de San Jerónimo. La primera medida política que tomó fue la creación del Consejo de Despacho, al que se le unió un embajador francés impuesto por Luis XIV (autentico director de la política española en ese momento) y, entre las primeras medidas que se tomaron estaban las que favorecían al Comercio francés en el Imperio Americano Español. 

Estas medidas confirmaron el temor de Inglaterra y las Provincias Unidas, de que Francia pretendía adueñarse del comercio español con América, por lo que firmaron una alianza para realizar operaciones conjuntas contra Francia, promoviendo la formación de una gran coalición antiborbónica, a la que se unieron Inglaterra, las Provincias Unidas de los Países Bajos, el Sacro Imperio, Prusia, la mayor parte de los estados alemanes, Portugal y Saboya y mostraron su apoyo a las aspiraciones del segundo hijo del Emperador Leopoldo I al trono español. De esta manera estallaba la Guerra de Sucesión Española.

BIOGRAFÍA BLAS DE LEZO

El cuarto hijo de los diez que tendrían Pedro de Lezo y Agustina Olavarrieta nació el 3 de febrero de 1689 en la población guipuzcoana de Pasajes; por ambas ramas familiares podemos encontrar ilustres marinos.

Su sus padres decidieron enviarle a estudiar a Francia, para intentar alejarle de la convulsa situación política que se vivía en esos momentos en España, pero sin éxito ya que la salitre del mar que corría por sus venas le tiraba más que los libros.

Con tan solo 12 años, abandonó el colegio francés y se enroló en la armada francesa como guardiamarina. El bautismo de fuego de nuestro invitado fue el 24 de agosto de 1704, que con tan solo 17 años luchó a bordo del Foudroyant, que formaba parte de las 96 naves de guerra franco-españolas al mando del Conde de Toulouse que se enfrentaron contra la flota anglo-holandesa, comandada por el Almirante Rooke y compuesta por 59 naves de guerra. En esta batalla de Málaga, el joven Blas de Lezo que luchó con gran arrojo y fue retirado de la batalla cuando una bala de cañón inglés le destrozó la pierna izquierda, que le fue amputada por debajo de la rodilla sin anestesia.

Batalla de Málaga
Batalla de Málaga
Debido al valor con el que combatió, fue ascendido a alférez. Además, como tullido de guerra se le ofreció un puesto como asistente en la Cámara de Felipe V.  Pero su ardor guerrero le hizo rechazar ese puesto, y tras restablecerse de sus heridas prestó servicios como alférez en diferentes buques, y tomó parte en las operaciones de socorro de Peñíscola y Palermo, así como en el ataque al navío inglés Resolution, que terminó con el hundimiento de éste y el apresamiento de dos navíos enemigos, en los que demostró una gran valentía y como premio se le concedió llevar a estos barcos cautivos a su localidad natal, Pasajes.

Su fama de intrépido fue en aumento, y en 1706 sus superiores ven en él la solución para abastecer a los sitiados de Barcelona, para lo que le ponen al mando de una pequeña flotilla. Aunque la superioridad inglesa era aplastante, nuestro invitado hizo gala de una brillantez e inteligencia impresionantes, creando una nube de humo con fardos de paja húmeda que dejaron flotando en el mar y, que al prenderse fuego provocaron la densa nube de humo que dejaba actuar de manera oculta a los barcos de abastecimiento. Además ordenó a sus hombres que cargasen sus cañones con unos casquetes de armazón delgada con material incendiario para que, al ser disparados, prendiesen fuego a los buques británicos. Por lo que los ingleses tuvieron que ver impotentes como la ciudad de Barcelona recibía abastecimiento de manera continua y sus barcos se incendiaban con el primer disparo de un buque español.

Fue ascendido entonces a Teniente de navío. En esta etapa perdió el ojo izquierdo al darle una esquirla que salió disparada tras el impacto de un cañonazo mientras defendía la fortaleza de Santa Catalina de Tolón, en la Costa Azul francesa, contra el ataque del príncipe Eugenio de Saboya. 

Tras recuperarse de esto, su destino fue la defensa del puerto Rochefort, situado a orillas del Cantábrico. Aquí fue nombrado Teniente de Guardacostas. En este nuevo destino, como en todos a los que era mandado, demostró una gran valentía y arrojo, comandando la fragata “Valour” con la que consiguió doblegar a una decena de barcos ingleses que como mínimo portaban veinte piezas de artillería. Uno de estos enfrentamientos ha pasado a la historia, y es el que mantuvo contra el británico John Combs que capitaneaba el Stanhope, una formidable nave que tenía 70 cañones de diferentes calibres con las que atacar a sus enemigos.

Blas de Lezo y sus hombres fueron capaces de mantener un cañoneo mutuo mientras llevaban a cabo una serie de maniobras para alcanzar la distancia que les permitiese abordar al barco enemigo. Cuando los ingleses vieron volar los garfios en su dirección el pánico en cubierta corrió como la pólvora, ya que a pesar de ser superiores numéricamente, no sabían resolver este tipo de situaciones.

Por esta brava acción recibió un nuevo ascenso, siendo nombrado Capitán de Fragata.

La captura del Stanhope
La captura del Stanhope de autor anónimo. Museo Naval de Madrid
Dos años después, deja de servir bajo bandera francesa y pasa a estar bajo el mando del Almirante español Andrés Matías de Pes Marzaraga. El Almirante, conocedor de la fama de nuestro invitado, expuso a sus superiores la necesidad y los beneficios de dotarle de más mando. Unas recomendaciones que dieron sus frutos, ya que en menos de un año era nombrado Capitán de Navío.

De esta manera llegó el 11 septiembre de 1714, una fecha en la vida de nuestro invitado por la que muchas personas han querido borrarle de la historia, es decir, el segundo asedio a Barcelona. Tras el fracaso de los ingleses en 1704, el Virrey de Cataluña llevó a cabo una fuerte represión contra todos aquellos que apoyaban la causa austracista en Cataluña. En marzo de 1705, la Reina de Inglaterra dio instrucciones para que se negociara con algún representante de las instituciones catalanas, unas negociaciones que terminaron en el llamado Pacto de Génova que establecía una alianza política y militar entre el Reino de Inglaterra y el grupo de vigatans, es decir los austracistas catalanes, en representación del Principado de Cataluña. Por este acuerdo, las tropas inglesas que desembarcaran en Cataluña, lucharían contra los ejércitos de Felipe V.

El Archiduque Carlos desembarcará en Barcelona junto a 17.000 hombres a los que rápidamente se suman los austracistas barceloneses, y finalmente, el 9 de octubre Barcelona capitulaba. La reacción de Felipe V no se hizo esperar, y mandó a un ejército de 18.000 hombres para retomar la Ciudad Condal, pero la llegada a Barcelona de una flota angloholandesa de 10.000 hombres para apoyar a los resistentes hizo que los hombres enviados por Felipe V tuviesen que retirarse y que estas tropas recién llegadas, mas los austracistas catalanes y los hombres del Archiduque Carlos fuesen avanzando por la península a gran velocidad.

El 25 de abril de 1707 se produjo la Batalla de Almansa que se saldó con la victoria de las tropas de Felipe V, que en un rápido avance tomaron Valencia, Alcoy, Denia, Zaragoza, Lérida y en uno de los episodios más deplorables de la Guerra de Sucesión española se produjo la toma e incendio de Xátiva por las tropas felipistas.

Tras este fugaz avance, Felipe V decide aprobar, a modo de castigo, el llamado Decreto de Nueva Planta con el que se ponen fin a los Fueros valencianos y aragoneses.

Decreto de Nueva Planta
Decreto de Nueva Planta para Cataluña de 1716
Cataluña quedaba prácticamente sola en su lucha contra Felipe V. No obstante, en 1710 el ejército del Archiduque Carlos marchó con su ejército para ocupar Madrid, por el camino retomó Zaragoza, cumpliendo su promesa de restablecer los fueros aragoneses, y finalmente toma Madrid con cierta facilidad, ya que Felipe V había marchado con toda la Corte con destino Valladolid, aunque el Archiduque Carlos sólo conserva la capital un mes, y en su retirada hacia Cataluña se produce la Batalla de Brihuega, que se salda con victoria de Felipe V y le abre las puertas para recuperar Zaragoza, que cae con relativa facilidad y ve perder nuevamente sus fueros.

La guerra de sucesión española estaba tocando a su fin, y comenzaron a llevarse a cabo las primeras negociaciones de paz. Inglaterra planteó a Felipe V la situación de la “cuestión catalana” relativa a sus fueros, pero Felipe V negó la aceptación de tales fueros y afirmó que serían derogados, aunque si prometió una amnistía a todos los sublevados. Austria por su parte firmó acuerdos con el resto de países para retirar de forma segura sus tropas de Cataluña.

Los catalanes se habían quedados solos, y las instituciones, que plantearon llevar a cabo una resistencia al estilo numantino, no aceptaron entregarse a Felipe V, quien decidió tomar a fuego y sangre la Ciudad Condal.

El poder militar para tomar la ciudad recayó en el Duque de Pópoli que ideó un plan para tomar Monjuic y desde allí realizar un bombardeo sobre la ciudad hasta provocar su rendición, pero tras varios intentos, en mayo de 1714, cambió de estrategia y ordenó la conquista del Convento de los Capuchinos situado en el campo delante de Barcelona.

Una vez tomada esta posición, instaló una batería de morteros desde la que ordenó bombardear indiscriminadamente Barcelona día y noche durante todo el mes, con la esperanza de forzar la rendición de la ciudad. No obstante, tras 11 meses de bombardeo sin conseguir rendir la ciudad, fue sustituido por el Duque de Berwick, James Fitz-James.

En julio de 1714, el Duque de Berwick al mando de 20.000 hombres llegó a Barcelona, y entre el 12 y el 13 de agosto, su artillería bombardeó la muralla norte y tras abrir dos brechas, las tropas borbónicas se lanzaron al asalto, pero fueron repelidas por los defensores. Berwick propuso a los barceloneses una propuesta de capitulación, y las autoridades barcelonesas afirmaron que que solo se rendirían si se conservaban sus fueros, condición que Berwick rechazó y recrudeció los ataques.

Y ahora si, llegamos al 11 de septiembre de 1714. Ese día, se ideó un bombardeo masivo contra la Ciudad Condal por tierra y mar. Mientras que Berwick abría fuego desde el convento de los Capuchinos, desde el mar la flota borbónica disparaba todos sus cañones.

Blas de Lezo fue puesto al mando del navío Campanella, y desde su cubierta dio orden de abrir fuego con todas sus piezas de artillería contra la ciudad. No obstante, y sin poder refrenar su ímpetu guerrero ordenó que su navío se acercarse a la ciudad para hacer más efectivos sus disparos y, tanto se acercó, que recibió un disparo de mosquete en el antebrazo derecho, una herida que le hizo perder la movilidad del mismo. Así, y con sólo 25 años quedaba tuerto, manco y cojo.

En tierra firme, Berwick dio un ultimátum a la ciudad, les daba seis horas para rendirse o «pasaría a todos a cuchillo». Pocas horas después se iniciaron las negociaciones de paz, y finalmente Barcelona se rendía el 12 de septiembre.

Barcelona 11 de septiembre 1714
Asalto a Barcelona el 11 de septiembre de1714
Nuevamente nuestro invitado debía pasar por el hospital para recuperarse de la herida recibida en Barcelona y por la que perdería para siempre la movilidad de su brazo derecho.

Una vez finalizada la Guerra de Sucesión española y acabada la resistencia catalana, se le confió el mando del Lanfranco, un navío que había pertenecido anteriormente a la Armada británica, y se incorporó a la escuadra del General Chacón, destinada a auxiliar a los galeones perdidos en el canal de Bahamas. No obstante, el Lanfranco estaba en muy mal estado, prácticamente era una ruina, por lo que a su regreso a Cádiz fue retirado del servicio.

En esta ciudad permaneció nuestro invitado hasta el año 1720 cuando le fue entregado el mando de un nuevo navío que recibió nuevamente el nombre de Lanfranco y fue armado con 62 cañones de diferentes calibres.

La orden que recibió le mandaba ponerse bajo el mando de Bartolomé de Urdizu que dirigía una escuadra hispano-francesa que tenía como misión limpiar la zona de los Mares del Sur de corsarios, piratas y buques extranjeros que, haciendo un comercio ilícito, perjudicaban gravemente a la hacienda española.

Después de siete años en este servicio, recayó, al fin, en Lezo el mando de esas fuerzas navales del mar del Sur, ya que el 16 de febrero de 1723 fue nombrado General de la Armada. Con este nuevo mando logra capturar seis navíos de guerra, siendo tres de ellos agregados a la Armada Real Española, y permaneció en los mares del Sur hasta el año 1730, en que fue llamado a España por orden del Rey.

El 18 de julio de 1730 Blas de Lezo regresó a Cadiz donde recibió el mando de la escuadra naval del Mediterráneo. Además en reconocimiento por su labor, el 28 de noviembre de 1731 el Rey Felipe V concede al el mando de la nave capitana Real Familia en la que lucirá como distintivo la bandera morada con el escudo de armas de Felipe V, la Orden del Espíritu Santo y la Orden del Toisón de Oro alrededor y cuatro anclas en sus extremos.

Bandera Blas de Lezo
Bandera otorgada por Felipe V a Blas de Lezo
En diciembre de ese mismo año, se le ordena asistir al infante Don Carlos en las dificultades que pudieran surgirle en su toma de posesión de los estados de Italia, existiendo cartas firmadas por el Conde de Santi-Esteban, en que por orden de Su Alteza Real, se expresa la satisfacción que causaron los buenos servicios que nuestro invitado prestó. Durante esta misión, llevó a cabo una curiosa tarea, el cobro de dos millones de pesos de oro españoles retenidos por el Banco de San Jorge de Génova.

Lezo se personó en Génova con seis navíos y exigió el pago de los dos millones de pesos retenidos, además de un homenaje a la bandera real de España. Los mandatarios genoveses se mostraron reticentes, y él sacó un reloj y lo puso ante comisionados de la ciudad, acto seguido les indicó que si en 24 horas no se aceptaban sus peticiones, mandaría abrir fuego contra la ciudad. Los genoveses conscientes de la fama que rodeaba a Blas de Lezo se plegaron ante sus peticiones y los dos millones devueltos fueron divididos, por orden del rey, en dos partes: medio millón para el infante Don Carlos y el resto fueron enviados a Alicante para sufragar los gastos de la expedición que se preparaba para la conquista de Orán.

El 15 de junio de 1732 a bordo del navío Santiago zarpa desde Alicante, dentro de la flota compuesta por once barcos de guerra, siete galeras y 535 embarcaciones de transporte, bajo el mando del Conde de Montemar con la misión de tomar Orán. El desembarco español se realizó en la cala de Mazalquivir, protegido por el fuego de los buques; y ante el avance español, Bey Hacen, líder pirata de Orán, abandonó la ciudad que cayó con facilidad en manos españolas. Una vez ocupada y convenientemente guarnecida, nuestro invitado regresó a Alicante escoltando 120 embarcaciones de transporte.

No obstante, los berberiscos alarmados con la toma de Orán, formaron una alianza que tenía como fin la recuperación de este enclave, y lanzaron un ataque por tierra y mar. Ante esta situación, el Rey ordenó a Lezo partir hacia Orán para acabar con ellos. Aceptando la orden real zarpó desde Cádiz con dos navíos, el Princesa y el Familia Real, y ya en el mar recibió el apoyo de otros cinco navíos más.Con estas fuerzas, consiguió romper el cerco berberisco sobre Orán e introducir refuerzos en su interior. Pero una idea inundaba su mente, debía aniquilar a la nave capitana de Argel.

Con esa idea como decimos se hizo a la mar, y rápidamente observó su objetivo y ordenó abrir fuego. No obstante, los argelinos huyeron desplegando todas sus velas con destino Mostagán. Y él por su parte dio orden a sus hombres de perseguirles. Los berberiscos consiguieron llegar a la ensenada de Mostagán, y creyeron que estaban a salvo, ya que la zona estaba protegida por dos castillos a la entrada y por una fuerza de más de cuatro mil hombres pero no sabían que eso a Blas de Lezo no le intimidaba.

Cuando quisieron darse cuenta los españoles entraban tras ellos en la ensenada. El terror se apoderó de los berberiscos y las voces de alarma empezaron a inundar el aíre. Desde los castillos se comenzó a abrir fuego contra los españoles, pero nuestro invitado dio orden de echar al agua sus lanchas armadas que terminaron por prender fuego a la capitana de Argel, y tras ello se retiraron hacia Alicante.

Si los berberiscos estaban asustados por la toma de Orán, esta acción hizo cundir el pánico de tal manera que les hizo pedir socorro al Imperio Otomano. Lezo al tener conocimiento de esta petición de auxilio, ordenó reparar rápidamente sus naves y se hizo nuevamente a la mar. La estancia en el mar duró casi dos meses, pero las prisas que habían tenido en salir de puerto comenzaron a jugarles malas pasadas. Los alimentos que habían subido a bordo no habían sido bien revisados y una epidemia se apoderó de los marinos.

Ante esta situación, dio orden de regresar a Cádiz, realizando antes una parada en Cerdeña para repostar nuevos víveres con los que llegar a España. Al igual que sus marineros, Blas de Lezo también cayó enfermo de gravedad, pero esta gravedad no le imposibilitó estar al mando cuando sus naves entraron en el puerto gaditano. El Rey, como recompensa a su valor y a su ejemplo al mando, le ascendió Teniente General de la Armada el día 6 de junio de 1734.

Con este nuevo cargo desempeñó la Comandancia General del Departamento de Cádiz. Pero en 1735 recibió una orden que, si como buen militar acató, no le provocaba ninguna alegría. Debía abandonar el mar y marchar a Madrid, y si este fuese poco castigo para un curtido marino, el Rey le pedía que permaneciese junto a él en la Corte. Como hemos dicho, el carácter castrense le impedía rechazar esa orden, pero en poco tiempo hizo saber al Rey que su puesto no estaba en la Corte, que "la fealdad de sus heridas de guerra chocaba demasiado con el lujo de palacio y podría llegar a incomodar a sus ilustres invitados". El Rey, que sabía que no podía ni debía retener a Blas de Lezo durante más tiempo, le dio el permiso necesario para regresar a Cádiz, y pocos meses después le nombraba Comandante General de una flota de ocho galeones y dos registros, que escoltados por los navíos Conquistador y Fuerte debían marchar hacia Cartagena de Indias.

Cartagena de Indias
Fortaleza de Cartagena de Indias y la estatua dedicada a Blas de Lezo
Esta ciudad era de vital importancia para España, ya que era el enclave por el que pasaban todas las mercancías que circulaban entre la Península y las Indias españolas, y este comercio era atacado de manera constante por piratas y corsarios a sueldo de coronas europeas, principalmente la inglesa, que de esta manera querían debilitar la posición española.

La ciudad había sido fortificada en numerosas ocasiones en el pasado pero, a pesar de ello, nada más tomar contacto con la ciudad, realizó un informe en que alertaba del lamentable estado de la defensa de la ciudad. Ante esta situación, organizó el abastecimiento de Cartagena de Indias y la fortificación de su bahía, cegando para ello el canal de Bocagrande, creando de esta manera una escollera que obligaría a los atacantes a pasar obligatoriamente por los fuertes existentes en Bocachica.

Finalmente, y tal como todo el mundo preveía, en 1739 Inglaterra declaraba la guerra a España, una guerra que se conoce como la Guerra de la Oreja de Jenkins. Este curioso nombre se debe al que es considerado detonante de la guerra, una oreja.

En 1731, la Isabela, un barco guardacostas español, apresó al Rebecca, un navío contrabandista británico capitaneado por Robert Jenkins, era una detención más, ya que este tipo de acciones eran comunes, pero este caso tuvo tanta importancia que terminó siendo debatido en la Cámara de los Comunes de Londres. ¿Qué pasó?

Bien, como he dicho el asunto llegó hasta Londres y se abrió una investigación, y según contó el británico ante la Cámara de los Comunes en 1738, el capitán español, Juan León Fandiño, le perdonó la vida pero a cambio le cortó una oreja al tiempo que le decía «Ve y di a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve». En su comparecencia, el británico mostró su oreja cercenada en el interior de un frasco.

La Cámara de los Comunes lo vio claro, la frase de Juan León Fandiño era un insulto al Rey de Inglaterra y aquello significaba la guerra. Finalmente, y a pesar de no estar de acuerdo con ello, el Primer Ministro Walpole declaraba la guerra a España.

Como podemos observar, tanto las pruebas como el testimonio dejan bastante que desear para poder declarar la guerra a otro país, pero existía en el parlamento británico una fuerte corriente belicista previa contra España y una fuerte oposición al Primer Ministro Walpole, por lo que se puede considerar que todo fue un montaje que sirvió para añadir gasolina al fuego.

En noviembre de 1739, declarada ya la guerra entre Inglaterra y España, Blas de Lezo tuvo conocimiento, gracias a la red de espías de la corona española, de que en Jamaica los ingleses estaban preparando una importante expedición con fuerzas de desembarco, que llegaban de Europa, al mando de Edward Vernon, el Almirante británico enemigo acérrimo de nuestro invitado.

Edward Vernon
El Almirante Edward Vernon
Pocos meses después, el Almirante británico se presentó ante Cartagena de Indias con ocho navíos mayores, dos brulotes, dos bombardas y un paquebote, que tras bloquear Bocachica comenzaron un bombardeo. No obstante, los ingleses no contaban con la astucia de nuestro invitado, que, al ser consciente de la escasa artillería que tenía para defenderse, había ordenado desmontar de sus barcos los cañones de 18 libras y los había colocado en los fuertes, dando de esta manera más potencia y sobre todo más alcance a la artillería defensiva. Los ingleses llevaban a cabo su ataque y poco a poco se iban acercando más a tierra firme, cuando de golpe, comenzaron a recibir impactos de artillería desde las defensas españolas y se vieron metidos dentro de un peligroso fuego cruzado. Ante la amenaza que suponía seguir en esas posiciones, Edward Vernon dio orden a sus barcos de regresar a Jamaica.

Un año exacto duró la tranquilidad en Cartagena de Indias, ya que el 13 de marzo de 1741 saltaban todas las alarmas, los ingleses se dirigían hacia allí con 8 navíos de tres puentes armados con entre 80 y 90 cañones; 28 navíos de dos puentes armados con entre 50 y 70 cañones; 12 fragatas de 40 cañones; 2 bombardas y 130 barcos de transporte cargados con 23600 hombres, quedaban claras las ideas que tenían los británicos, querían tomar Cartagena por todos los medios.

Vernon ataque
Ataque inglés a Cartagena de Indias
Ante semejante fuerza de ataque, Blas de Lezo solamente disponía de 6 navíos: el Galicia, su nave capitana, armada con 70 cañones; el San Felipe de 64 cañones; el San Carlos de 70 cañones, el África con igual número de cañones; el Dragón de 64 cañones y el Conquistador con 64 cañones también. Además contaba con 320 cañones de diferente calibre situados en los fuertes; 310 cañones en la zona amurallada de la ciudad; y con 2830 hombres.

El Almirante británico intentó entrar en la ciudad, pero vio que era inaccesible desde su frente marítimo, por lo que tras bombardearla puso rumbo Bocachica, y nada más llegar ordenó abrir fuego contra los fuertes y las baterías de artillería situadas en la entrada de su bahía. Blas de Lezo, consciente de su inferioridad numérica, había mandado colocar navíos en la entrada de la bahía para apoyar el fuego de las fortificaciones, mientras que en estas ordenó colocar rampas bajo los cañones, que de esta manera veían aumentada su distancia de fuego y disminuir su tiempo de recarga. De manera defensiva ordenó que los merlones, los lugares por donde asoman los cañones, que eran de piedra y ladrillo fueran reconstruidos con sacos terreros apilados, ya que de esta manera se absorbía el impacto de los disparos.

Además, dio orden de escoger los objetivos de los disparos de manera minuciosa, se debían inutilizar los barcos enemigos de manera rápida. Había que disparar poco, pero de manera efectiva.

Mientras esto sucedía en Bocachica, al oeste en La Boquilla, los ingleses habían conseguido desembarcar a sus hombres y acabar con las tres baterías españolas de la zona, no sin antes sufrir graves daños en los navíos Norfolk, Russell y Shrewbury. Nuestro invitado montó en cólera cuando recibió estas noticias, ya que el Virrey le había impedido reforzar aquellas posiciones y ahora el enemigo estaba a punto de acceder. Ante esta situación, pidió en numerosas ocasiones realizar salidas para impedir que el enemigo asentase sus posiciones y construyera una batería de artillería, pero el Virrey le negó ese permiso, y cuando lo hizo fue demasiado tarde ya que el día 2 de abril los ingleses ya habían instalado 20 cañones de 24 libras y 40 morteros e inmediatamente abrieron fuego.

Sólo tres días después, las tropas inglesas lanzaron con éxito un asalto combinado por tierra y mar contra el fuerte de San Luis de Bocachica, los barcos españoles San Carlos, África y San Felipe resultaron hundidos, y las tropas españolas se retiraron hacia la ciudad. Se rompía así la primera línea defensiva española. 

A la vista de la difícil situación que los españoles tenían frente a ellos el Virrey, en contra de las ideas de Blas de Lezo, ordenó el hundimiento del Dragón y del Conquistador para bloquear el acceso a la bahía, unos hundimientos que no se realizaron de la manera correcta y que permitieron a los ingleses hacerse con el Conquistador y por tanto, además tener acceso a la bahía.

Lezo ya no ocultaba sus desencuentros con el Virrey, y viendo que este no entraba en razón, pidió ser relevado de su puesto de mando, dimisión que el Virrey aceptó. Aunque esta dimisión de su cargo no evitó que continuase combatiendo para evitar el desembarco inglés en la zona del cerro de la Popa. Finalmente, el 17 de abril este punto estratégico ya que desde allí se podía bombardear el Castillo de San Felipe de Barajas, caía en manos de los ingleses. Como vemos el Virrey no supo dar una orden de manera correcta y gran parte del desastre recaía sobre sus espaldas.

Sebastián Eslava
Retrato del Virrey Sebastián Eslava
La victoria inglesa parecía inminente ante el continuo desastre español. El Virrey, viendo que debía contar con Blas de Lezo si quería tener una mínima baza de victoria, le repuso en el mando, y éste ordenó acabar con todos los árboles y maleza de los alrededores del castillo para evitar que los ingleses pudiesen usarlos como cobertura; y además ordenó construir un foso de dos metros de profundidad alrededor del fuerte que conectara con una trinchera zigzageante situada a lo largo de la ladera del lado Sur, con la que mejorar las defensas, situando en ellas al grueso de las tropas españolas.

Con las primeras horas del 20 de abril de 1741 comenzó el asalto final inglés al castillo de San Felipe. Las tropas inglesas que avanzaban por el Este se vieron de golpe bajo el fuego del castillo sin tener otra opción que intentar el asalto, pero cuando llegaron a la muralla con las escalas se quedaron perplejos, las escalas se quedaban cortas, exactamente dos metros, los mismos que tenía el foso que había mandado construir Lezo. Con el asombro aun en el cuerpo y sin saber cómo actuar, los asaltantes ingleses cayeron bajo el fuego de las defensas españolas.

Mientras, las tropas británicas del lado Sur avanzaban hacia el castillo sin saber lo que estaba ocurriendo, y que ahora, el destino de la batalla dependía de ellos.

San Felipe de Barajas
Fortaleza de San Felipe de Barajas
Las defensas españolas esperaron a que los ingleses estuviesen cerca y de golpe abrieron fuego de fusiles contra ellos. Los ingleses no esperaban tal recibimiento y ven que no están consiguiendo avanzar. La matanza continua hasta que, cosas de las guerras de antes, desde el bando español se da el toque de oración, un alto el fuego que los ingleses respetan y aprovechan para retirar a sus heridos del campo de batalla. Tras este parón se reanuda la contienda y los británicos comienzan el asalto con bayoneta, el combate es encarnizado, y los soldados españoles comienzan a retroceder debido al empuje y la superioridad inglesa.

Blas de Lezo, consciente de que poco más puede pedir a esos hombres, decide jugárselo todo a una baza ordenando a los 300 marinos que manejaban la artillería del castillo que abandonen sus puestos y salgan a la carga contra los ingleses. Los marineros españoles se lanzaron como una horda de locos contra los ingleses, que se vieron desbordados por un ataque a la desesperada y comenzaron una retirada cuesta abajo.

La huida y el terror se contagiaron en el bando inglés que se retiraron en desbandada.

El terror no solo hacía estragos entre los soldados británicos, las enfermedades tropicales, tales como el paludismo o la fiebre amarilla  y  comienzan a entender que no tienen nada que hacer en Cartagena de Indias, finalmente el 20 de mayo los ingleses levan anclas con destino Jamaica.

Si hay un elemento común a los grandes militares que hemos tratado, sin que importe la época en la que vivieron es que al final de sus días son víctimas de sus propios conciudadanos. Lo vimos con Aníbal Barca, con Públio Cornelio Escipión y hasta con el insigne Don Álvaro de Bazán que en el final de sus días perdió el apoyo del Rey, y en el caso de Don Blas de Lezo no podía ser de otra manera.

Como hemos visto, durante el combate por la defensa del Castillo de San Felipe de Barajas surgieron fuertes desavenencias entre el Virrey, Sebastián Eslava, y Blas de Lezo. Los políticos tampoco han cambiado mucho a lo largo de los siglos, y lejos de asumir sus errores prefieren buscar eso que se llama chivo expiatorio y si además pueden inculpar al que les ha dejado en evidencia, mucho mejor. Por tanto ¿Qué pudo hacer el Virrey? Si, atacar a Blas de Lezo, escribiendo al Rey acusando de indisciplina al marino vasco, llegando incluso a rozar la cobardía.

Nuestro invitado intentó defenderse de tales acusaciones, llegando a mandar su diario al monarca, pero aquel Rey que le había ensalzado como un héroe ahora era víctima de enfermedades mentales y había creído a pies juntillas la información que el Virrey había enviado a España.

Poco importaba ya, Blas de Lezo estaba enfermo y agotado, tanto que el 7 de septiembre de 1741 fallecía en Cartagena de Indias sin que se le pudiese dar la sepultura merecida, debido a las penurias económicas a las que se vio obligado a vivir por culpa del Virrey, Sebastián Eslava.

Acompáñanos por la apasionante biografía de este insigne marino y descubre al personaje real.

1 comentario:

  1. La "Stanhope" de John Combes no tenía 70 cañones ni en broma. Google: "national archives john combes stanhope". Los investigadores serios tieden a dudar bastante de la historicidad del combate entre Lezo y Combs. Y es que a Lezo se le mitificó en el s.XIX. Y luego en el s.XXI vino la absurda ,fantasiosa, bravucona y contumazmente ignorante lezomanía.

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