Esta semana, retomamos la historia de esta serie de enfrentamientos épicos entre las tropas cartaginesas y las romanas.
La situación que habíamos dejado en Roma era al general cartagines Aníbal a sus puertas, tras la aplastante victoria en la Batalla de Cannas, de la que hablamos en el anterior post.
Sin embargo, Aníbal decidió no comenzar el asedio.
Recordemos la frase de Tito Livio pone en boca del lugarteniente nubio Maharbal: “sabes vencer Aníbal, pero no sabes aprovechar la victoria”.
Hay diversos estudios que intenta explicar el motivo por el que Aníbal tomó esta decisión, que para muchos supuso el punto de inflexión en el que comenzó la caída de Cartago, puesto que permitió que Roma pudiera reponerse, cambiando así su suerte.
Entre los motivos, podemos encontrar que Aníbal decidiera no comenzar una acción que supusiera meses de asedio, estando con las fuerzas diezmadas, y a la espera de unos supuestos refuerzos que le tendrían que haber enviado de Cartago y que, gracias a la acción de sus enemigos, entre los que podemos destacar a Hanon el Grande, nunca llegaron. También, existen las versiones que hacen alusión a su educación helenística, en la cuál tras una gran victoria tendría que seguir un acuerdo de paz.
Aníbal contempla Italia desde los Alpes | Francisco de Goya 1770 |
Llegados a este punto, Aníbal se dedicó a reclutar para su causa a pueblos italianos; una amplia zona del sur de Italia con Capua a la cabeza se pasó al bando púnico. Mientras, Roma se dedicó a alistar nuevas legiones y poco a poco fue castigando a las poblaciones que se habían pasado al bando cartagines.
En Hispania la situación era muy diferente. Recordemos que habíamos dejado a Cneo Cornelio Escipión como legado en Hispania.
Publio Cornelio Escipión padre, tras no poder alcanzar a Aníbal en el Ródano, también se dirige a Hispania, y paralelamente a la lucha que estaba teniendo lugar en Italia, en el año 217aC se produce la toma del Ebro por parte del ejército romano, por lo que desde entonces la misión que llevan a cabo los Escipiones aquí es asegurar el asentamiento al norte del Ebro y conseguir la lealtad de las tribus íberas, por lo que se sucedieron una serie de enfrentamientos entre las fuerzas romanas y las cartaginesas.
Cartel exposición Escipiones en Hispania | Museo Alcalá de Henares, Madrid (2016) |
Los hermanos Escipión no recibieron refuerzos desde Italia debido a la presión que los propios romanos estaban sufriendo en su territorio, en el que Aníbal Barca seguía instalado. Asdrúbal, por su parte, había recibido dos nuevos ejércitos, comandados por su hermano más joven Magón Barca y el otro por Asdrúbal hijo de Giscón.
Estos nuevos ejércitos se enfrentaron en algunas escaramuzas sin resultados decisivos contra los hermanos Escipión durante los años 215 a 211 a. C.
Y fue en este año 211aC, en la Batalla de Cástulo, cuando Publio Cornelio Escipión padre muere. Muriendo también su tío al día siguiente en la rivera del río Guadalquivir.
Entra en escena un joven Publio Cornelio Escipión hijo, que con tan sólo 22 años había sido nombrado edil curul sin edad para ello (año 213 aC.). Tras sendas muertes de sus familiares, solicita ser enviado a Roma pidiendo el imperium proconsulare, siéndole denegado por el Senado romano, encabezada esta negativa por su archienemigo Fabio Quinto Máximo "el Verrucoso". Por lo que al final llega a Hispania en el año 210 aC como general de las tropas romanas desembarcando en Tarraco (actual Tarragona) y, para limitar sus movimientos, Quinto Fabio Máximo consiguió que el Senado le diese orden de permanecer a la defensiva, pero como sabemos Publio Cornelio Escipión tenía otras ideas en su mente.
Como hemos dicho, la flota romana atracó en Tarraco y Publio Cornelio Escipión ordenó a sus hombres que cargase con el equipo y las provisiones y comenzasen la marcha sobre la capital cartaginesa en Hispania, Qart Hadast. La increíble velocidad del avance de las tropas romanas nos puede recordar a la posterior Blitzkrieg del ejército alemán en la Segunda Guerra Mundial, ya que en menos de dos semanas los soldados romanos recorrieron la distancia existente entre Tarraco y Qart Hadast (Cartago Nova).
Ante ellos se levantaba la capital cartaginesa en Iberia, una ciudad prácticamente inexpugnable, pero que tenía un punto débil que el genial Publio Cornelio Escipión había descubierto, la laguna del norte de la ciudad. Según cuenta la historia, Publio Cornelio Escipión, sabedor de las leyendas que corrían a su alrededor sobre la protección que recibía de los dioses, reunió a sus soldados y les dijo que “Poseidón se le había aparecido en sueños y le había contado cómo debían realizar el ataque para doblegar a los cartagineses, además Él les ayudaría abriendo un paso en la laguna por el que podrían avanzar”. Los soldados le creyeron a pies juntillas, y al día siguiente Publio Cornelio Escipión se presentó ante la laguna portando su mejor coraza, lentamente el agua se fue retirando poco a poco y mostrando un camino de tierra hasta la entrada de Qart Hadast. Publio Cornelio Escipión se lanzó al ataque y, tal como había sucedido en la Batalla del Tesino años antes, los soldados le siguieron ciegamente. Ante la mirada atónita de los resistentes cartagineses, la ciudad caía rápidamente.
Mapa de Qart Hadast (Cartago Nova) |
Esto cuenta la historia-mito, pero ¿pero que pasó en realidad?. Publio Cornelio Escipión que era además un gran estratega había contactado con pescadores fenicios en Tarraco y había conseguido información relativa a las mareas de la laguna.
Tras la toma de la ciudad Escipión, dio muestras de una magnanimidad y moderación impropias de su época, ya que prohibió el saqueo de la ciudad y respetó la vida de sus ciudadanos; incluyendo la vida de Magón, comandante de la guarnición de Cartago Nova. Con la caída de la ciudad, Cartago no sólo había perdido su capital en Hispania, su principal base naval, sino también sus minas de plata, gran cantidad de víveres y armas almacenadas e incluso a los prisioneros y rehenes con los que se aseguraban la lealtad de los pueblos sometidos.
Escipión dio orden de regresar a Tarraco, permaneció durante el resto del año, ya que sus fuerzas no eran lo suficientemente numerosas y debía fortalecer alianzas con los jefes hispanos. Muchas de estas tribus desertaron de la causa cartaginesa, y cuando Escipión retomó las acciones en el año siguiente, Indíbil y Mandonio, dos de los más poderosos y hasta ahora más fieles partidarios de Cartago, abandonaron el campamento de Asdrúbal y esperaron la llegada de Escipión.
Contando con el apoyo de tribus íberas y tomada Cartago Nova, el ejército romano avanzaba con rapidez por el sur de Iberia, y durante este avance se produjo una de las batallas que marcó la senda de la Segunda Guerra Púnica, Batalla de Baecula del 208 a.C. ubicada en la parte alta del río Betis en el pueblo de Santo Tomé (Jaén)
Tras conocer el acercamiento de los romanos, Asdrúbal trasladó su campamento a una posición muy sólida para su defensa, en lo alto de una meseta escarpada en el sur de Baecula, protegida por valles en los flancos y el río en el frente y la retaguardia. Además, la meseta estaba formada por dos escalones, y Asdrúbal colocó sus tropas ligeras en el inferior y a su campamento principal en la parte más alta.
Tras su llegada, Escipión primero dudó sobre cómo atacar una posición tan fuerte, pero a sabiendas de que los otros dos ejércitos cartagineses podían aprovecharse de su inacción para unir sus fuerzas con Asdrúbal, decidió actuar el tercer día. Escipión envió a un destacamento de soldados para que bloqueasen la entrada al valle, separando los dos ejércitos del que se encontraba en camino de Baecula, consiguiendo con ello una mayor seguridad para su fuerza principal a la vez que cortaba cualquier opción de retirada del ejército cartaginés.
Una vez que finalizó este despliegue preliminar, las tropas ligeras romanas avanzaron contra su contrapartida cartaginesa. A pesar del desnivel y de la lluvia de proyectiles, los romanos no tuvieron demasiadas dificultades para conseguir hacer retroceder a las tropas ligeras cartaginesas una vez que lograron entablar un combate cuerpo a cuerpo. Tras reforzar a su fuerza principal, Escipión hizo desplegar un ataque en forma de tenaza contra los flancos del campamento principal cartaginés. Para ello, ordenó a Cayo Lelio, su fiel lugarteniente, que dirigiese a la mitad de la infantería pesada hacia la derecha de la posición enemiga, mientras que él mismo dirigía el ataque sobre la izquierda.
Asdrúbal tenía la impresión de que el ataque romano no era más que una pequeña escaramuza, debido a que Escipión había ocultado a su ejército principal en el campamento hasta el momento del ataque final. Por ese motivo fracasó en desplegar adecuadamente a su ejército principal, y se vio envuelto en el ataque envolvente romano.
A pesar de haber caído en la trampa, Asdrúbal fue capaz de retirarse del campo de batalla con sus elefantes, su caravana de suministros y gran parte de sus tropas. Parece que sus principales pérdidas en la batalla se centraron en gran parte de sus tropas ligeras y de aliados íberos. Esto se debió en gran parte al hecho de que los legionarios romanos prefirieron detenerse a saquear el campamento cartaginés en lugar de perseguir a Asdrúbal.
Batalla de Baecula |
Criticaron a Escipión por dejar escapar a Asdrúbal, pero también es cierto que una persecución a través de terrenos desconocidos, montañosos y hostiles, a la vez que dejaba a dos ejércitos completos y numéricamente superiores en su retaguardia, habría supuesto arriesgarse a un nuevo desastre como el de la batalla del Lago Trasimeno. Escipión retiró a su ejército hacia Tarraco, y dando muestras de una gran capacidad diplomática, consiguió formar alianzas con la mayoría de las tribus nativas, que cambiaron de bando tras las victorias romanas de Cartago Nova y Baécula.
Asdrúbal, por su parte, dirigió a su mermado ejército a través de los pasos occidentales de los Pirineos y se adentró en la Galia. Desde ahí se dirigió hacia Italia con una fuerza compuesta en gran parte por tropas galas, en un intento de unirse a su hermano Aníbal. Pero es una labro que no consiguió, ya que en el año 207 a C. los romanos frenaron su avance en la Batalla de Metauro. Una batalla que terminó con victoria romana y la muerte de Asdrúbal, cuya cabeza fue lanzada al campamento de Aníbal.
En Iberia, Escipión aprovechó la situación de caos cartaginés para realizar la conquista del valle del Guadalquivir, lo que nos lleva a la última gran batalla en suelo hispano, enfrentándose cartagineses y romanos, la Batalla de Ilipa, (Alcalá del Rio. Sevilla).
Por la mañana, Escipión sacó a los jinetes romanos y a los soldados ligeros armados con escudo y jabalinas y los dirigió al campamento cartaginés; detrás de ellos iba el resto del ejército en columnas que formaron una línea de combate con romanos e itálicos en los flancos e hispanos en el centro. Asdrúbal Giscón frenó la avanzadilla con sus jinetes y tropas ligeras; más tarde todo el ejército se colocó en posición de batalla. Durante horas, ambos ejércitos estuvieron realizando escaramuzas. Luego, Escipión coloco a los soldados ligeros en las alas del ejército. El general formó a todas sus tropas en la más que conocida «triplex acies» y comenzó a realizar un juego de formaciones, cambiando constantemente y dejando absortos a los cartagineses que veían como el ejército enemigo se les iba acercando cada vez más.
Los soldados ligeros iniciaron la batalla arrojando lanzas contra los elefantes, que huyeron asustados y heridos por los proyectiles; los legionarios y las «alae» atacaron con fuerza a los íberos que se defendieron ferozmente. El centro del ejército cartaginés estuvo largo rato sin entrar en batalla, observando cómo los romanos atacaban con gran determinación aplastando a los púnicos. Estos africanos serían atacados más tarde por los mercenarios hispanos del ejército romano. A pesar del gran número de soldados cartagineses, los romanos iban presionando cada vez más y más, rompiendo líneas, lo que originó que los defensores fueran retrocediendo. Era tanta la presión que los soldados de Escipión creaban a los de Asdrúbal Giscón, que cuando los romanos avanzaron hacia delante, los cartagineses cayeron y empezaron a huir. Estos últimos, volvieron a reorganizarse en la colina del campamento, pero cuando volvieron a ver a sus infatigables atacantes volvieron a escapar.
La Península estaba bajo el control pleno de Roma.
Batalla de Ilipa |
Como recompensa a los heridos y veteranos de ésta y otras batallas en la península, Escipión repartió tierras en el valle del Guadalquivir, y fundó aquel mismo año la ciudad de Itálica, cerca del escenario de la Batalla de Ilipa, además el ejército romano ve como los aliados cartagineses comienzan a abandonar el ejército cartaginés y comienzan a unirse a ellos, y uno de esos aliados que decide cambiar de bando es nada menos que el líder la caballería númidas, una de las principales armas cartaginesas. Este líder, Masinisa, desertó, pero este cambio de bando debía permanecer en secreto ya que Publio Cornelio Escipión también quería negociar con Sifax, que había expulsado del trono a Masinisa.
Para evitar un enfrentamiento diplomático, Escipión se presentó en la corte de Sifax a bordo de un simple quinquereme, pero al llegar a puerto se encontró con toda la flota cartaginesa con la que Asdrúbal Giscón había huido de Iberia. Publio Cornelio Escipión tuvo que refrenar los ímpetus de sus soldados, ya que un enfrentamiento militar en el suelo del reino de Sifax habría dado al traste con sus aspiraciones de alianzas, y pudo llevar a cabo una reunión con Sifax.
Allí se encontró con su antiguo adversario, Asdrúbal, el hijo de Giscón, que había pasado de Gades con el mismo fin. Lelio, quien acompañaba a su amigo, relató a Polibio que Escipión causó una gran impresión en Sifax, y que este último llegó incluso a la conclusión de un tratado de alianza con el procónsul romano; pero la el general cartaginés tuvo más éxito que el romano; un éxito, que fue en gran parte debido a los encantos de su hija Sofonisba, a quien dio en matrimonio al rey de los numidas.
Sin posibilidad de cerrar esa alianza, Escipión retornó a Roma para informar personalmente de la expulsión de los cartagineses de Hispania, y pedir para sí mismo el consulado. Su venganza había sido cumplida. Además propuso al Senado llevar la guerra a África para terminar con el problema y, aunque encontró la oposición de Quinto Fabio Máximo y de sus partidarios, Escipión fue nombrado Cónsul con mayoría de votos de los sectores patricios y populares.
El Senado le otorgó la provincia de Sicilia, con el permiso para cruzar a África si era en beneficio de Roma, pero se negaron a entregarle un ejército, pero los aliados de Roma si le dieron el apoyo. Estando en Sicilia asistió a la reducción de la ciudad de Locri y dejó como legado a Pleminius, que permitió a los soldados excesos con los habitantes. Estas acciones de la soldadesca provocaron la indignación en Roma y Quinto Fabio Máximo acusó a Escipion de permitirlo. Debido a estas acusaciones, el senado envió a comisionados a investigar el caso. Estos comisionados quedaron admirados por la labor de Escipión y en vez de ordenarle volver a Roma, le pidieron que cruzase a Africa.
Una vez que llegaron los romanos llegaron a África se les unió un aliado que a la postre resultaría decisivo, Masinisa, y juntos pusieron sitio a Útica pero la llegada de los ejércitos unidos de Sifax y Cartago le obligaron a retirarse a pasar el invierno en un promontorio saliente, llamado Gens Cornelia por las tropas de Escipión, en honor a su líder, que fortificó.
Los cartagineses y los númidas reunieron sus últimas reservas para enfrentarse a Escipión, dando lugar a Batalla de los Grandes Campos, que culminó con la completa victoria romana, expulsando a Sifax del trono de Numidia y obligando a Cartago a entablar negociaciones de paz y pidiendo a Aníbal que regresara de Italia.
Aníbal, obligado por el senado cartaginés, dejaba atrás Italia y la posibilidad de doblegar a la República Romana. Al llegar a su tierra se encontró al Ejercito romano a las puertas de Cartago y recibió la orden de entablar las negociaciones de paz con Roma. En estas negociaciones fue cuando se produjo su primer encuentro cara a cara con su némesis, Publio Cornelio Escipión. Es conocido que ambos líderes militares se profesaban cierto respeto y admiración, pero era imposible que llegaran a un acuerdo, y finalmente las negociaciones se rompieron y se produjo la batalla definitiva, la Batalla de Zama.
Aníbal formó a sus 37.000 infantes en 3 líneas y a sus 5.000 jinetes en las alas y frente a los romanos dispuso 80 elefantes. Escipión dispuso sus 10 legiones (30.000 hombres) a la manera clásica, pero esta vez, la formidable caballería númida estaba del bando romano. Los romanos abrieron huecos en sus líneas para que los elefantes, que eran novatos en el combate, pasaran a través de ellos mientras los númidas derrotaban a los caballeros púnicos y, como hicieron sus padres en Cannas, volvieron para atacar la retaguardia, esta vez púnica. Aníbal escapó dejando 25.000 cartagineses muertos y 10.000 prisioneros. Los romanos perdieron 2.000 legionarios y 3.000 jinetes númidas.
Batalla de Zama | www.arrecaballo.es |
Cartago se vio obligada a pedir la paz. Escipión, que desde ese momento sería conocido como "El Africano", hombre de excepcional talento, impidió que el rencoroso Senado romano impusiera sus draconianas condiciones a la derrotada Cartago atenuando en lo posible las cláusulas. Escipión no quería pasar a la Historia como el enterrador de Cartago y formuló una propuesta de paz que el Senado romano admitió.
El Senado quería la cabeza de Aníbal, pero Escipión lo impidió. Lo que todo el ejército romano no había conseguido no lo iban a conseguir unos cuantos senadores rencorosos. Cartago tuvo que renunciar definitivamente a sus posesiones españolas, su armada, a excepción de 10 naves, fue entregada a los romanos que la incendiaron ante la ciudad, se prohibió a Cartago hacer la guerra contra sus vecinos sin permiso expreso de Roma y se fijó una indemnización de guerra de 10.000 talentos de plata (300.000 kilos) a pagar en 50 años. Además, tuvo que renunciar a parte de sus posesiones que pasaron a Masinisa, rey de los númidas, con lo que su territorio africano quedó muy mermado. Era una enormidad, pero al menos la ciudad conseguía sobrevivir.
El Senado quería la cabeza de Aníbal, pero Escipión lo impidió. Lo que todo el ejército romano no había conseguido no lo iban a conseguir unos cuantos senadores rencorosos. Cartago tuvo que renunciar definitivamente a sus posesiones españolas, su armada, a excepción de 10 naves, fue entregada a los romanos que la incendiaron ante la ciudad, se prohibió a Cartago hacer la guerra contra sus vecinos sin permiso expreso de Roma y se fijó una indemnización de guerra de 10.000 talentos de plata (300.000 kilos) a pagar en 50 años. Además, tuvo que renunciar a parte de sus posesiones que pasaron a Masinisa, rey de los númidas, con lo que su territorio africano quedó muy mermado. Era una enormidad, pero al menos la ciudad conseguía sobrevivir.
Hacia el año 196 aC Aníbal fue elegido como sufete, cargo anual con que otorgaba poderes ejecutivos, religiosos y civiles, no militares. Pero ostentando este cargo consiguió terminar de poner a gran parte de la nobleza en su contra, ya que afirmó que la deuda con Roma se podría pagar de una manera más cómoda y rápida si no existiera tanto abuso económico por parte de dicha nobleza.
Estos enemigos locales le acusaron ante Roma de conspirar contra la gran loba junto al rey seleúcida Antíoco III. Ante tal acusación, la presión para que Aníbal sea entregado crece, por lo que éste se ve obligado a huir, refugiándose en Siria, en la Corte de Antíoco III; de hecho, termina luchando como mercenario para ellos.
Unos años después, concretamente en el 190 aC, Escipión viaja a Asia como legado y consejero de su hermano el cónsul Lucio Cornelio Escipión, para combatir a Antíoco; pero por lo que nos cuenta por ejemplo Tito Livio, no se produce el re encuentro épico esperado entre nuestros protagonistas porque Escipión se pone enfermo y por lo visto, Aníbal tampoco participó directamente. Antíoco pierde bajo una aplastante derrota romana en la Batalla de Magnesia, y firman el tratado de rendición que incluía entregar a Aníbal,
Aníbal se ve nuevamente obligado a huir pasando así por varias Cortes para acabar escondiéndose en la corte del Rey Prusias II, en Bitania (al norte de Asia menor).
Tras una enorme presión por parte de Roma, encarnada en la figura de Tito Quincio Flaminio, y ante la amenaza de ser entregado, el glorioso general cartaginés Aníbal decide suicidarse en el año 183 a los 64 años de edad.
Pero la suerte de Escipión no fue mucho mejor.
Cuando los escipiones regresaron a Roma, sus enemigos locales, encabezados por Marco Porcio Catón (Catón el Viejo) acusaron a Lucio de malversación de dinero, poniendo en entredicho sus acciones en Asia, lugar donde recibió el sobrenombre de "el Asiático". Escipión "el Africano", haciendo nuevamente gala de su brillante oratoria, derrotó a sus enemigos frente al Senado. Pero aunque en este momento Lucio fue absuelto de las acusaciones, en el año 185, se llegó a acusar directamente Escipión “el Africano” de haber recibido sobornos de Antíoco. Y aunque volvió a salir airoso de las acusaciones, se retiró de la vida pública para vivir en su villa en Liternum (Campania) donde murió el 3 de diciembre 183 a. C. supuestamente por una enfermedad que pudo contraer en la campaña asiática.
Tras su muerte, su hermano fue nuevamente acusado y esta vez, condenado.
Con ambas muertes, terminaron los enfrentamientos entre estos dos gloriosos generales que han pasado a la historia encabezando el listado de los mejores. Aunque esto no implicó que terminara el enfrentamiento entre las potencias Cartago y Roma pero esta... es otra historia.
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