Ruta por la Historia: Los crímenes de los buenos

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viernes, 15 de abril de 2016

Los crímenes de los buenos

En los diferentes programas que hemos realizado sobre la Segunda Guerra Mundial como fondo, hemos recibido la petición de muchos de vosotros pidiendo que hablásemos de los crímenes que los aliados cometieron, que los hay y no son pocos.
Comenzaremos nuestro viaje en los últimos meses de la contienda, y vamos a centrarnos en una acción militar aliada sobre una ciudad que no disponía de industria bélica que destruir y que tampoco suponía un bastión de resistencia ante el avance de las tropas aliadas en suelo alemán.
Vamos a hablar de un bombardeo realizado el 13 de febrero de 1945, sobre una ciudad que fue conocida como la “Florencia del Norte”, ella es Dresde.

Dresde en la actualidad
Dresde en la actualidad
Quedaban pocos meses para el fin de la guerra, y cada vez estaba más claro que Alemania estaba al borde del colapso, su antigua grandeza había quedado reducida a escombros y su otrora gran capacidad industrial había quedado parada por la falta de materias primas.

Dresde, la que fue un centro de producción de porcelana ahora era una ciudad llena de refugiados de guerra y de heridos. A la vista de todo esto que hemos dicho, ¿Cómo es posible que los aliados decidieran arrasar esta ciudad? Pues la solución a esta cruel pregunta la encontramos en la Conferencia celebrada en Yalta entre los líderes aliados en los primeros días de ese mes de febrero de 1945.

Tanto para Roosevelt como para Churchill, Alemania necesitaba un escarmiento que sirviese para curar, entre comillas, al pueblo alemán de ese nacionalismo exacerbado que había provocado dos guerras mundiales. Además, tanto Estados Unidos como Inglaterra tenían que hacer una demostración de fuerza ante Stalin, ya que el Ejército Rojo avanzaba sin freno por el frente Oriental y comenzaban a surgir los rumores de que una vez acabada la contienda contra Alemania, su nuevo enemigo sería la URSS.

Conferencia de Yalta
Conferencia de Yalta
De acuerdo con el plan desarrollado por Estados Unidos y la Royal Air Force británica, a las 5 y 20 de la tarde, según la hora británica, comenzaban a despegar los bombarderos con destino Dresde

Los primeros aviones en llegar, los bombarderos pesados Lancaster, el más famoso y exitoso bombardero nocturno de la Segunda Guerra Mundial, tenían como misión marcar Dresde con bengalas de magnesio enganchadas a paracaídas, un curioso artefacto que los alemanes llamaban “árbol de navidad”.

Bombardero Lancaster
Bombardero Lancaster
Tras ellos llegarían los De Havilland Mosquitos, unos bombarderos nocturnos de gran altura, que tenían como misión identificar y marcar los objetivos de los bombarderos que vendrían después mediante unas bombas que al estallar emitían un fuego rojo fácilmente visible desde el aire.

De Havilland Mosquito
De Havilland Mosquito
Por último despegó el grueso de la operación, más de 250 bombarderos pesados Lancaster cargados con más de 500 toneladas de bombas explosivas, incluyendo las famosas blockbuster de dos toneladas que eran capaces de destruir una manzana de edificios entera, de ahí su nombre (cazador de bloques), y más de 357 toneladas de bombas incendiarias.

A las 21:51 horas del 13 de febrero de 1945 comenzaban a sonar las alarmas antiaéreas en la ciudad y los habitantes corrieron a buscar refugio, 12 minutos después la guadaña de la muerte caía sobre Dresde. En primer lugar, y tal como se había acordado, comenzaron a caer sobre Dresde los primeros “árboles de navidad” que a modo de farolas iluminaron la ciudad, y dos minutos más tarde los primeros 9 bombarderos De Havilland, guiados por el nuevo sistema Loran, llegaron con gran precisión y tranquilamente se encargaron de marcar con indicadores rojos los límites de la ciudad y con bengalas iluminaron toda la urbe que aparecía impotente ante los pilotos ingleses.

A las 22:15, con puntualidad inglesa, comenzó la lluvia de muerte sobre Dresde con la primera oleada de los 250 bombarderos pesados Lancaster. Quince minutos después terminaba el bombardeo que de acuerdo con los propios pilotos, dejaba tras de sí un humo y un fuego que se podían ver desde 150 Kms de distancia, y quedaba claro que se buscaba destruir  el centro de la ciudad con una técnica llamada bombardeo de saturación que combina bombas explosivas y bombas incendiarias.

A la 1:30 de la madrugada del ya 14 de febrero, cuando todo parecía estar en calma, se produce la llegada de una segunda oleada de bombarderos, que tenían como misión destrozar a los supervivientes y acabar con los equipos de socorro. Más de 550 aviones Lancaster, Liberators y B-17, lanzaron más de 650 mil bombas incendiarias, en un bombardeo que duró hasta la 01:54 de la madrugada.

B-24 Liberator
B-24 Liberator
Esta vez, el resplandor de la ciudad en llamas era visible desde más de 300 Kms de distancia, pero los equipos de extinción de fuegos poco o nada podían hacer durante esa noche. Finalmente llegó la luz del día y la imagen de la ciudad era dantesca. Los equipos médicos no daban abasto para atender a cientos de miles de heridos y rápidamente se acabaron las reservas tanto de medicinas como de alimentos o agua, pero aun no había acabado el infierno para los habitantes de Dresde.

La muerte montada en bombarderos estadounidenses B17 volvía a la ciudad pocos minutos después del medio día, a las 12:12 horas una nueva oleada de más de 1300 bombarderos aliados atacaban la ciudad y los cazas de protección P51 se dedicaron a ametrallar desde el aire a las columnas de sobrevivientes que escapaban del infierno, asimismo  ambulancias y bomberos eran sus objetivos.

Acabados los ataques la ciudad de Dresde, aquella que era llamada la Florencia del Norte atestada de grandes edificios del barroco tardío, quedaba reducida a los escombros y al fuego, parecía que los siete jinetes del Apocalipsis habían atravesado la ciudad para después abandonarla a su suerte.

Dresde  bombardeo
Dresde tras los bombardeos
Entrar en la cantidad de muertos que provocó esta acción aliada es entrar en uno de los mayores debates, aun abiertos, de la Segunda Guerra Mundial, ya que en esto existen miles de fuentes y cada una de ellas aporta un número de fallecidos que varia tanto que es casi imposible determinar una cifra exacta.

En nuestra segunda parada en este viaje por el tiempo vamos  a centrarnos en una de las medidas más impopulares que tomó el país adalid de las libertades, Estados Unidos

Antes de la entrada de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, la población originaria de las naciones que estaban en conflicto en Europa vivía en Estados Unidos con cierta tranquilidad y libertad. No obstante todo cambió el 7 de diciembre de 1941, el día del Ataque japonés a Pearl Harbor o como se habla de este día en la historiografía estadounidense, “el día que vivirá en la infamia”.

 Pearl Harbor
Ataque japonés a la Base de Pearl Harbor
El día después del ataque y con la histeria recorriendo las calles, y coincidiendo con la declaración de guerra del Presidente Roosevelt en el Senado, se decretaron las primeras medidas contra los ciudadanos japoneses, quizá por esta razón quedaron ocultas para la mayoría de la población que incluso hoy en día se sigue sorprendiendo cuando tiene conocimiento de lo que ahora vamos a hablar.

Las medidas que se tomaron fueron los Edictos Presidenciales 2525-2527, que tenían como fin segregar a los habitantes con origen en algunos de los países del Eje del resto de la población norteamericana, y que se resume en las propias palabras del Presidente Roosevelt: “Todos los ciudadanos, moradores o sujetos de Japón, Alemania e Italia mayores de 14 años que estén en Estados Unidos y no posean la nacionalidad, podrán ser apresados, retenidos, encerrados o expulsados como extranjeros enemigos”.

A pesar de que todas estas medidas eran contrarias a Enmienda 14 de la Constitución Estadounidense que prohíbe un trato desigual a las personas por motivos de raza, las presiones que tanto la prensa como el Ejército estadounidense hicieron sobre el Presidente, provocaron que el 19 de Febrero de 1942 el Gobierno aprobase la Orden 9066 que obligaba a los inmigrantes japoneses y a la primera generación de estos nacidos en América, a ser deportados a campos de concentración.

Orden 9066
Instrucciones para los japoneses y sus descendientes de acuerdo con la Orden 9066
Estos campos de concentración fueron divididos en tres categorías:

1. Campos de reunión bajo responsabilidad del Ejército en los que se agrupaba a los prisioneros de manera provisional para a continuación ser trasladados a otros lugares. 

2. Campos de reubicación bajo el control de la Autoridad de Reubicación de Guerra en donde vivían los deportados.

3. Centros de detención bajo la dirección del Servicio de Inmigración en los que recluían a los japoneses, alemanes e italianos no nacionalizados.

Antes de deportar a los japoneses primero se les obligaba a deshacerse de la mayoría de sus pertenencias, teniendo únicamente ocho días para vender sus inmuebles o bienes personales, lo que fue aprovechado por muchos ciudadanos estadounidenses para hacerse por un precio irrisorio con las pertenencias de esta gente. Igualmente, y bajo la sospecha de que con su dinero podrían financiar al ejército imperial japonés se procedió a congelar sus cuentas bancarias, por lo que tampoco pudieron hacer uso del dinero que había conseguido malvendiendo sus pertenencias.

Dentro de todos los que se crearon nosotros vamos a centrarnos en uno, Manzanar (California). Manzanar era un campo rodeado por largas extensiones de alambradas de espino, vigilado por ocho torretas con ametralladoras y custodiado por la noche por numerosos reflectores. En su interior había 504 barracones pensados para familias de cuatro miembros que eran obligados a dormir sobre incómodos catres de acero o sacos de paja, separando las habitaciones con mantas colgadas del techo.

Cada bloque contaba además con un comedor comunal, un cuarto de lavado, un cuarto de recreo, un cuarto de planchado y un tanque para almacenar combustible para la calefacción. Los aseos y duchas eran en edificios comunales, y se dispuso de una lavandería, salones de recreo y un templo budista.

Manzanar
Manzanar
Los primeros japoneses entraron el 21 de Marzo de 1942, y desde abril fueron viniendo en tren casi 1.000 personas a diario hasta que el campo se completó con un total de 10.046 presos, y a cada familia se le entregaban placas con un número grabado para cada miembro, siendo desde ese mismo momento su única identificación.

El clima en Manzanar fue uno de los grandes problemas de los prisioneros, ya que es un clima extremo con unos veranos que convierten aquello en un horno y con inviernos con temperaturas de 4 grados y continuas nieves, todo esto con unos edificios que no eran los adecuados.

La comida en Manzanar consistía en arroz caliente con verdura, ya que la carne era escasa debido al racionamiento. En 1944 comenzaron a producir carne para poder subsistir, comenzando con una granja de pollos y posteriormente una de cerdos. 

El mantenimiento del campo recaía en los propios reclusos, recibiendo a cambio un sueldo que variaba según su especialidad y que podía alcanzar los 19 dólares al mes, siendo este dinero destinado a la compra de comida o ropa en las propias tiendas del campo.

A mediados de 1943 todo cambió, quizá debido a la gran pérdida de soldados que estaba sufriendo el ejército estadounidense, ya que los representantes del Ejército Estadounidense informaron a los presos que los jóvenes varones tenían la posibilidad de obtener la libertad si a cambio se enrolaban en las fuerzas armadas y servían en el frente. Estos japoneses fueron enviados a Europa, ya que temían que pudiesen desertar al bando de Japón si les enviaban al Frente del Pacífico, y dieron muestras de gran valentía, ya que se ofrecían para las misiones más arriesgadas llegando a ser muchos de ellos condecorados en la campaña de Italia o la Batalla de Montecassino.

 100th Infantry Battalion
El 100 Batallón de Infantería
En la primavera de 1944 el Departamento de Guerra de Estados Unidos, en principal valedor para el mantenimiento de estos campos, recomendó su desmantelamiento a Roosevelt, pero se acercaban las elecciones y Roosevelt se presentaba a la reelección y pensando que esta medida le haría impopular entre los sectores más conservadores, decidió aplazarla.

Todos los prisioneros japoneses fueron saliendo de los campos a finales de 1945, siendo desmantelado el último recinto en Diciembre de 1946. Únicamente se entregó 25 dólares a los recién liberados que tuvieron que alojarse en refugios o viviendas de protección oficial. Muchos, al verse sin nada, acabaron suicidándose. 

La disculpa formal del Gobierno de Estados Unidos con esta población tuvo que esperar hasta 1988 cuando el Presidente Ronald Reagan afirmó que “la concentración de estos prisioneros fue fruto de los prejuicios raciales y la histeria de la guerra” y se ofreció como reparación 20 mil dólares a cada una de las víctimas.

La última parada de nuestro viaje, que curiosamente fue el primer hecho en suceder de los tres que nos centran hoy. Tenemos que remontarnos al propio inicio de la Segunda Guerra Mundial, cuando el 1 de septiembre de 1939 Hitler daba la orden al ejército alemán de atacar Polonia. Pocos días después, la Unión Soviética, de acuerdo a lo firmado en el Tratado Ribbentrop-Molotov del 23 de agosto de ese mismo año, lanzaba su ataque a Polonia desde el Este para recoger su parte del botín polaco.

Tratado Ribbentrop-Molotov
Firma del Tratado Ribbentrop-Molotov
La Unión Soviética en su rápido avance capturó cerca de un millón y medio de prisioneros, entre los que se encontraban militares, policías e intelectuales, fueron capturados nada más consumarse la ocupación de Polonia Oriental por la Unión Soviética, por lo que ahora había un problema ¿Qué hacer con ellos?

El debate llegó a las más altas cotas del Estado Soviético, y terminó siendo objeto de discusiones de Stalin con el resto de la cúpula del Partido Comunista Soviético. En las deliberaciones se aprobó que la parte de Polonia ocupada fuera incorporada a la República Socialista Soviética de Ucrania, por lo que debía eliminarse cualquier tipo de herencia del estado polaco anterior a la llegada del comunismo. Finalmente, el 5 de marzo de 1940 se llegó a una tétrica conclusión, todos los prisioneros de guerra polacos pasaron a engrosar las listas de “terroristas contrarrevolucionarios” por lo que debían ser inmediatamente ejecutados. Esta orden fue firmada por Stalin y entregada a Lavrenti Beria, Comisario del Pueblo para asuntos internos, es decir, la temible NKVD.

Lavrenti Beria
Lavrenti Beria, líder de la NKVD
Los responsables de los campos informaron a los reclusos que iban a ser trasladados a nuevos centros de internamiento más cómodos que en los que se encontraban en esos momentos, lógicamente la noticia era falsa, pero los presos que desconocían este detalle la recibieron con gran alegría y con optimismo fueron conducidos a los diferentes nudos ferroviarios para montar en los trenes que les llevasen a esos nuevos campos para prisioneros.

No obstante, nada más llegar a la estación su optimismo se evaporó cuando vieron que les esperaban vagones de ganado provistos de jaulas, a regañadientes se montaron en esos trenes y pronto comprobaron que no iban hacia Polonia, los trenes ponían dirección hacia el este, es decir….hacia la URSS. 

El 4 de Abril de 1940, el primer contingente de 390 polacos desembarcó en la Estación de Gniezdovo, a 16 kilómetros de Smolensk. Sobre los andenes, un pelotón de la  NKVD les hicieron descender y les montaron en unas camionetas que pusieron rumbo al Bosque de Katyn, una inmensa y oscura arboleda de 4 kilómetros cuadrados. Allí, de entre los prisioneros se separó a los oficiales de alta graduación y fueron trasladados a un oscuro edificio y obligados a entrar por turnos en una sala insonorizada. Cuando la puerta se cerraba tras el prisionero, un agente de la NKVD salía de las sombras y descerrajaba un tiro en la nuca del prisionero y el cadáver era lanzado por un tobogán a la parte exterior, donde una camioneta esperaba a ser llenada.

El resto de prisioneros fueron conducidos a un claro en el bosque y lo que encontraron les dejaba claro cuál sería su futuro, ya que allí les esperaban unas grandes fosas excavadas en el suelo. Los polacos fueron colocados en fila y asesinados de un tiro en la cabeza, sus cuerpos iban cayendo en las fosas y cuando estas se llenaban, una máquina excavadora ponía una capa de tierra sobre los cadáveres, y se continuaba con la matanza. Los cuerpos eran apilados en 5 filas de 500 cadáveres y cubiertos por tres metros de tierra. De esta manera, aquel 4 de abril de 1940 se asesinó a 390 polacos.

La cruel labor de la NKVD continuó hasta el 11 de Mayo de 1940, aunque hubo un día que no se celebraron estas ejecuciones, el 1 de Mayo que es el Día del Trabajador y fiesta nacional en la Unión 
Soviética. En poco más de un mes fueron aniquilados 25.700 polacos.

La desaparición de estos polacos parecía quedar en el aire, pero la situación cambió el 22 de junio de 1941. Ese día Alemania lanzaba la Operación Barbarroja, es decir la invasión de la Unión Soviética, y la URSS pasaba a unirse a los Aliados, entre los que estaba como sabemos el Reino Unido que, a su vez, era aliado del Gobierno polaco que se encontraba en el exilio. Este Gobierno polaco, a través del Reino Unido exigió a Stalin la liberación de todos los presos polacos de 1939, y su envío a Oriente Medio para conformar el II Cuerpo Polaco Libre al mando del General Anders.

Stalin aceptó a regañadientes las exigencias polacas y dictó las ordenes necesarias para liberar a los polacos que aun quedaban prisioneros; pero el pánico cundió entre los soviéticos al comprobar británicos y polacos que faltaban más de 20.000 hombres. Las autoridades de Londres enviaron diferentes delegaciones para a investigar estas desapariciones pero los resultados eran siempre los mismos, esos hombres habían desaparecido y nadie sabía nada. Parecía que se los hubiese tragado la tierra.

Pero el 13 de Abril de 1943, el Ejército Alemán tras vencer en la Batalla de Smolensko encontró las fosas comunes del Bosque de Katyn. La radio oficial alemana, Radio Berlín, comunicó la noticia a las 15:15 horas de la tarde de la siguiente manera: “Ha sido encontrada una gran fosa, de 

28 metros de larga y 16 de ancha, llena con 12 capas de cadáveres de oficiales polacos con un total de casi 3.000 hombres”.

Masacre de Katyn
Cadáveres de las fosas de Katyn
En pocas horas el descubrimiento alemán daba la vuelta al mundo y los líderes aliados quedaban atónitos ante el hallazgo, pero los soviéticos seguían manteniendo su inocencia y ante la presión internacional rompieron relaciones diplomáticas con el Gobierno Polaco en el exilio de Londres, a quien acusó de haberse creído las “mentiras alemanas”.

La situación llegó hasta tal límite que Alemania permitió que la Cruz Roja Internacional llevase a cabo una investigación. Estos investigadores pudieron identificar rápidamente a los fallecidos debido a los uniformes polacos que aún conservaban y entre los cuerpos encontraron diferentes diarios, y en uno de ellos se podía leer “Abril 9, son las 5 de la mañana. Somos bajados del tren y nos hacen subir en camiones. Llegamos a un bosque. Nos hacen entregar los anillos de boda. La jornada empieza mal”.

Ante las pruebas halladas la Cruz Roja Internacional no tuvo ningún género de dudas y emitieron un informe en mayo de 1943 en el que se afirmaba que estaba probada la responsabilidad soviética en la masacre. A pesar de este informe y de la claridad de las pruebas, los líderes aliados prefirieron silenciar este informe y difundir la culpabilidad de los alemanes, tal como pedía Stalin, ya que culpabilizar a los soviéticos suponía romper la alianza con la Unión Soviética y por tanto poner trabas a la victoria contra Alemania. De hecho Roosevelt, rechazó las investigaciones y Churchill se dirigió a los líderes polacos diciendo “Hablando de los asesinados no los vais a resucitar”.

La mentira perduró tras la Segunda Guerra Mundial debido a que Polonia quedó bajo la órbita de la Unión Soviética, pero con el paso del tiempo el resto de potencias aliadas comenzaron a levantar el velo de la mentira, ya que tras la derrota alemana el nuevo enemigo del mundo era la Unión Soviética, y Gran Bretaña, Estados Unidos, Canadá, Francia o el Vaticano encabezado por Juan Pablo II, polaco de nacimiento, reconocieron la autoría rusa sobre Katyn.

La verdad salió a la luz finalmente con la caída de la Unión Soviética en 1990, cuando Mikhail Gorbachov entregó a las autoridades polacas un documento que probaba la culpabilidad soviética sobre la matanza de Katyn. Dos años después fue Boris Yelsin quien entregó al Presidente polaco Lech Walesa la orden original firmada por Stalin que daba la orden de ejecución de los 25.700 polacos en Katyn.

Orden 00485 Katyn
Orden 00485 firmada por Stalin, Voroshilov, Molotov y Mikoyan

Esperamos que disfrutéis de este programa que, muchos de vosotros, nos habéis pedido.

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