Esta semana, con la gran aportación de Juan Carlos Moraleda, profesor, abogado y amante de la Historia, os presentamos el primer capítulo de “Aníbal vs Escipión, el Africano” que hemos titulado “El empuje de Cartago”, y para poder entender este conflicto tenemos que viajar hasta el siglo III a C. cuando acababa de finalizar el enfrentamiento entre las dos grandes potencias del Mar Mediterráneo, aquel mar unificador de miles de pueblos de diferentes culturas, estas potencias eran Cartago y Roma, y el enfrentamiento fue la llamada Primera Gran Guerra Púnica.
Las legiones romanas lucharon bien, como era acostumbrado en ellas, los cartagineses se defendían con su tropa mercenaria muy bien pagada, dirigida por grandes generales como Amílcar, aquel que se ganó a fuerza el apelativo de “Barca”, que significaba “rayo, fulgor”. Pero la genialidad de los cartagineses no bastó, y en el año 241 a C., Cartago se veía obligada a firmar la rendición, una rendición que llevaba consigo el pago de indemnizaciones. Un tributo altísimo que empobrecería las arcas de Cartago, que además se veía obligada a abandonar Sicilia.
Amílcar regresó a su Cartago natal, pero los senadores cartagineses, una vez terminada la guerra, se olvidaron de los mercenarios y su sueldo. Esta situación provocó una guerra civil que Roma aprovechó para tomar Cerdeña. Lógicamente Cartago protestó, pero Roma, sabedora de su superioridad en ese momento amenazó con una nueva guerra si no recibía además Córcega. Finalmente, Cartago aceptaba las pretensiones romanas.
Llegados a este punto, Cartago necesitaba recuperar todas las pérdidas sufridas hasta ese momento, y la recuperación pasaba por Iberia, un territorio fértil con grandes minas, y es en este momento cuando el General Amílcar, acompañado por su yerno Asdrúbal y su hijo de nueve años, nuestro primer protagonista de hoy, marchan hacia nuestras tierras. Suponemos que ya habéis adivinado quien es nuestro invitado, él no es otro que el genial Aníbal Barca.
Aníbal Barca |
Los Cartagineses llegan a la Península Ibérica.
Las fuentes de la época narran que antes de partir hacia su destino, Amílcar reunió a su familia en el templo de Baal y les hizo jurar odio eterno a Roma, y si aceptamos como verdadera estas narraciones podemos afirmar que Aníbal Barca cumplió con su palabra hasta el final de sus días.
Amílcar, Asdrúbal, Aníbal y miles de mercenarios partieron en el año 237 a C. con destino Gadir, la actual Cádiz, para desde allí comenzar la ocupación de Iberia ascendiendo por el Valle del Guadalquivir.
En Roma, dos años después de la partida de los cartagineses hacia Gadir, venía al mundo nuestro segundo protagonista principal de este programa, Publio Cornelio Escipión. La historia de Roma es, sin duda, la crónica de sus generales y políticos, y Publio Cornelio Escipión, hijo, escribió con letras de oro sus aventuras en los libros de historia de Roma, siendo uno de los primeros en colocar las primeras piedras de lo que sería, más tarde, el Imperio de Roma.
La familia de los Escipiones estaba muy arraigada en los rancios linajes romanos, casi desde los orígenes de Roma, un Escipión siempre estaba ligado al poder militar, religioso o social de Roma. Además era una familia impregnada plenamente de las corrientes helenísticas. Su padre, del que había heredado el nombre era un excelente general, que se había puesto al frente de los ejércitos más de una vez para frenar el avance del enemigo.
Publio Cornelio Escipión (hijo) |
Pero volvamos a Iberia, ya que en el invierno del 229 a. C. fallecía Amílcar en Batalla de Helike al caer a un río junto a su caballo cuando era perseguido por Orisso, Rey de los Oretanos. Asdrúbal, su yerno, a pesar del rechazo que provocaba en el Senado de Cartago, fue nombrado líder de los cartagineses en Iberia. El rechazo del Senado cartaginés estaba alimentado por Hannon “el Grande”, un noble enfrentado anteriormente con Amílcar y que denunciaba constantemente en el senado a los bárcidas acusándoles de querer crear un reino independiente en Iberia, pero los éxitos militares que cosechaban provocaban que el resto del senado desoyese estas acusaciones.
Como decíamos estos éxitos militares fueron sucediéndose de manera continua por lo que para asegurarse una posición de poder en la zona, Asdrúbal fundó en el año 227 a C. Qart Hadasht, o Cartago Nova.
El senado romano comenzaba a preocuparse seriamente por la expansión cartaginesa, las razones que Cartago había dado anteriormente para su ampliación (hacer frente a las sanciones de guerra impuestas por Roma) comenzaban a no ser aceptadas, y el Senado romano envió una embajada a Cartago con el fin de firmar un pacto que pusiese límites a esta expansión. Tras una rápida deliberación se fijó el límite en el río Ebro, los cartagineses no podrían cruzarlo, y en el caso de hacerlo, Roma respondería militarmente.
Áreas de influencia cartaginesa y romana según el acuerdo del Ebro |
"Hannon “el Grande” y su familia seguía manifestando al Senado Cartaginés su desacuerdo con la familia de Aníbal, los Baca"
Con la firma de este acuerdo parecía que la tranquilidad reinaba entre ambas potencias, pero esta aparente tranquilidad duró poco tiempo y el pistoletazo de las hostilidades comenzó con el asesinato, en el año 221 a C. , de Asdrúbal a manos de un esclavo. El siguiente al mando era Aníbal, el hijo de Amílcar, y contaba con el apoyo de las tropas para su nombramiento, pero nuevamente saltaban los recelos en el Senado cartaginés, donde la familia Hannon volvió a mostrar su completa oposición. No obstante, el resto del senado, consciente del apoyo militar al nombramiento, decidió ratificar a Aníbal al mando.
Aníbal, una vez ratificado por el Senado, continuó con la labor de sus predecesores consolidando la hegemonía cartaginesa en Iberia, lo que aumentó las inquietudes en Roma, en cuyo Senado se comenzaba a ver que la única salida a la situación era una guerra abierta con Cartago, pero había que buscar una causa para la declaración y, como ha pasado otras veces en la historia, deberían ser ellos los agredidos para que su respuesta tuviese más apoyo. Por ello, Roma firmó una alianza con Sagunto, que quedaba muy por debajo del límite del Ebro, recordando a Cartago que según sus acuerdos, no podían atacar a un aliado de Roma. Cartago, por su parte, afirmaba que en el reparto de Iberia, Sagunto estaba en su parte y por tanto podía ser objetivo militar.
Asedio de Sagunto.
Finalmente, en la primavera del 218 aC, siguiendo instrucciones de Cartago, Aníbal asedia Sagunto que tras 8 meses cayó bajo el poder cartaginés. Paralelamente, y según cuenta Livio, mientras se producía este asedio, en Cartago, Hannon habló en su contra para que cumplieran lo que Roma quería, que era entregar a Aníbal, aunque nadie le apoyó.
Un mes después, llega a Roma la noticia de la caída de Sagunto, por lo que el Senado envía una embajada a Cartago, compuesta por 5 hombres entre los que destacaban Lucio Emilio Paulo, Marco Livio Salinator y Quinto Fabio Máximo. En las reuniones Cartago se niega a entregar a Aníbal, y finalmente Quinto Fabio Máximo es el encargado de redactar la declaración de guerra de Roma a Cartago, una guerra que será conocida como la Segunda Guerra Púnica.
"Tras la caída de Sagunto, Roma declara a Cartago el comienzo de la Segunda Guerra Púnica"
El Senado romano había desarrollado planes para, partiendo desde Sicilia, realizar un ataque en dos frentes: África del Norte y la Península Ibérica, pero todos los planes se vieron cambiados cuando tuvieron noticias de que Aníbal tenía planeado partir desde Cartago Nova con 100 mil hombres y una gran cantidad de elefantes para atravesar el Ebro, los Pirineos, el Sur de Galia y atacar directamente a Roma en Italia.
Comienza la marcha de Aníbal atravesando los Pirineos.
Mientras, Publio Cornelio Escipión “padre” y su hermano Cneo Cornelio Escipión parten desde Pisa a Massilia (actual Marsella). Al llegar a esta ciudad reciben la noticia de que Aníbal y sus huestes ya han atravesado los Pirineos, por lo que se lanzan a su persecución hacia el río Rodano, queriendo evitar de esta manera su acceso a los Alpes, pero llegan tarde, Aníbal ha conseguido pasar. Ante esta situación, Publio envía a Cneo como Legado a Iberia y él regresa a Península Itálica para esperar a Aníbal en las llanuras del Po, uniéndose al ejército de los pretores Manlio Vulso y Cayo Atilio que ya se encontraban allí.
Paralelamente, nuestro otro invitado Publio Cornelio Escipión “hijo” continuaba su carrera militar, siendo nombrado tribuno militar e incorporado al ejército de Sempronio Longo.
Sobre el paso de Aníbal por los Alpes se han escrito miles de ensayos y novelas, e incluso estudios recientes (basados en los análisis de los excrementos de las monturas cartaginesas) afirman que la ruta seguida fue a través del puerto de La Traversette. Lo que se tiene por seguro es que ni el ascenso, ni el paso, ni el descenso de los Alpes tuvo que ser tarea fácil para las tropas cartaginesas, ya que no se tuvieron que enfrentar únicamente al frió y a la orografía, sufrieron gran cantidad de ataques de diferentes pueblos tales como los volcos o los alóbroges.
Col de La Traversette |
Cuando consiguen descender Aníbal y sus hombres (unos 30.000) se encuentran en la llanura del Po, y frente a ellos el ejército romano, produciéndose la primera batalla de esta Segunda Guerra Púnica, la Batalla del Tesino. En esta batalla, como en muchas de las siguientes jugó un papel principal las caballería ligera numídica, que por orden de Aníbal atacó los flancos de la formación romana, quienes al verse superados rompieron filas y huyeron hacia su campamento.
En esta batalla Publio Cornelio Escipión “padre” resultó herido, y no llegó a morir gracias a la intervención de Publio Cornelio Escipión “hijo”, quien al ver a su padre herido y rodeado por las tropas cartaginesas, ordenó a sus hombres que le siguiesen para rescatarlo. Viéndolos vacilar, cargó él solo, haciendo avergonzar a los soldados, que no tuvieron más opción que seguirle. Finalmente un grupo de jinetes rodeó al cónsul, logrando rescatarlo. Esta acción valerosa la realizó con tan solo 18 años.
Como resultado de la derrota de Roma en el Tesino, los Galos se aliaron con el bando cartaginés, y el ejercito de Aníbal aumentó hasta los 40 000 hombres. Escipión, padre, herido en la batalla, se retiró a través del río Trebia y acampó para aguardar los refuerzos del otro cónsul, Tiberio Sempronio Longo. El resultado sería la Batalla del Trebia.
Batalla de Trebia (218 a. C.)
En esta batalla Aníbal dio muestras de su gran capacidad como estratega. El líder cartaginés ordenó a su caballería hostigar a los romanos con el fin de que les persiguiesen, y los romanos cayeron en la trampa, comenzando unapersecución desordenada que les llevó a atravesar las frías aguas del río, momento aprovechado por los cartagineses para atacar con flechas, lanzas y piedras a los soldados romanos que los cruzaban. Los pocos que terminaron esta ardua tarea se encontraron agotados y helados en una orilla dominada plenamente por los cartagineses, lo que les convertía en un blanco fácil.
Batalla de Trebia |
Roma sufría una nueva derrota y Tiberio Sempronio Longo recibió la orden de regresar a Roma para ser juzgado por negligencia, aunque fue finalmente absuelto. No obstante, el Senado Romano escogió a dos nuevos cónsules (cargo anual) de carácter militarista: Servilio Gemino y Cayo Flaminio Nepote.
La orden era que ambos debían prestarse apoyo mutuo en cuanto se detectara la posición del enemigo, acudiendo a ayudar mientras el otro tendría que tratar de entorpecer el avance de Aníbal, hasta que los dos juntos pudieran presentar batalla. Flaminio, con dos legiones (25.000 hombres), se atrincheró en Arezzo, y Gémino, con otras dos legiones, lo hizo en Rímini.
Aníbal, que tenía como obsesión conocer la mentalidad de sus enemigos, conocía bien a Flaminio y su carácter atrevido, por lo que mandó a su caballería colocarse frente al campamento de Flaminio y quemar todo lo que había a su alrededor para forzarle a salir. Flaminio perdió la paciencia y dejó su campamento para enfrentarse al púnico, haciendo caso omiso a las órdenes recibidas.
Batalla del Lago Trasimeno (217 a. C.)
Aníbal se retiró por la orilla del lago Trasimeno mientras era perseguido por Flaminio. Cuando la columna romana empezó a desplegarse sólo divisó al contingente de tropas que tenía enfrente, pasando desapercibidos todos los demás debido en parte a la orografía abrupta, la vegetación y la densa niebla que se levantaba desde las aguas del lago. La columna romana había rebasado ya a la caballería enemiga, y estando encerrados entre el lago y los montes y rodeados por los cartagineses, Aníbal dio la señal de ataque. Debido al caos y a la niebla de evaporación que se formó, los centuriones y tribunos romanos no podían organizar debidamente la línea de batalla.
La batalla por lo que cuentan duró alrededor de 3 horas, empujada por la tenacidad romana, hasta que Flaminio Nepote cae herido de muerte. Las bajas serían tremendas, quedando todo un ejército consular destruido y su jefe muerto.
Mientras, la caballería de Gémino que avanzaba, ignoraba la batalla, y se metió directamente en otra trampa y resultó exterminada.
Batalla Lago Trasimeno |
En Roma el terror se apoderaba de sus gentes y sus políticos, que llegaron a tomar una medida excepcional, nombraron a Quinto Fabio Máximo, apodado Verrucoso o Cunctator (El que retrasa), dictador de Roma (magistratura que concedía máximos poderes militares a un hombre durante seis meses). Quinto Fabio Máximo siguió la estrategia de hostigar los flancos del ejercito cartagines, pero evitando siempre el enfrentamiento directo.
Quinto Fabio Máximo ocupó la Campaña, un paso obligado del ejército de Aníbal, con la intención de frenar su avance, pero Aníbal en otro ejemplo de genialidad-locura ordenó a sus soldados buscar leña y hacer gavillas; al llegar la noche, hizo atar los haces a los cuernos de unos dos mil bueyes y encendieron estas antorchas. Los bueyes fueron conducidos hacia una de las cuestas que delimitaban el desfiladero, al mismo tiempo que los soldados golpeaban constantemente su escudo. Los romanos creyeron que los cartagineses se escapaban por el monte y se lanzaron a su encuentro. Cuando se descubrió el engaño, Aníbal había pasado al puerto con su ejército.
En Roma se comenzó a murmurar que Fabio había perdido el juicio, y bastó con que Minucio, un general de caballería, consiguiera una modesta victoria sobre los cartagineses, una escaramuza sin importancia, para que le invistieran de un poder igual al del dictador.
El ejército romano se dividió, pues, en dos partes, al frente de las cuales había sendos generales que aplicaban principios estratégicos con frecuencia opuestos. No obstante, Minucio no fue aniquilado gracias a que Fabio llegó a tiempo para socorrerle, y desde entonces, el pueblo le aclamo como "escudo de Roma". A pesar de estas “victorias” Quinto Fabio Máximo finalizó su mandato según lo acordado y devolvió el poder al Senado que escogió como Cónsules a Lucio Emilio Paulo y a Cayo Terencio Varron.
En esta situación se dio la última batalla de la que vamos a hablar hoy, la Batalla de Cannas del 216 a. C.
Batalla de Cannas (216 a. C.)
Esta batalla es famosa por el movimiento envolvente de la caballería de Aníbal, que estaba en inferioridad numérica, que pasó a la historia como modelo militar y es estudiada en las academias militares por su innovación, atrevimiento y resultado; y por ser la mayor derrota sufrida por Roma hasta la Batalla de Arausio.
El cartaginés dispuso sus tropas de manera que el viento, el polvo y el sol diesen de cara a los romanos. Colocó sus buenas tropas en las alas, formando como los cuernos de una media luna y dejó que el enemigo penetrara en el centro, lo cual facilitó el movimiento envolvente merced al cual cincuenta mil hombres cercaron a ochenta mil. La infantería romana logró introducirse como una cuña entre las filas de Aníbal, de manera que su frente adoptó la forma cóncava, convirtiéndolo en un embudo mortal. Cuando el centro estuvo a punto de romperse, Aníbal lanzó al ataque contra la columna alargada de los romanos.
La batalla se convirtió en una carnicería espantosa. Murieron cerca de 30.000 romanos, entre ellos el propio cónsul Emilio Paulo, y otros 10.000 fueron hechos prisioneros. Terencio Varrón, con 10.000 supervivientes, pudo refugiarse en la colonia de Venosa, adonde fueron llegando poco a poco más soldados que habían huido a la desbandada.
Batalla de Cannas |
Tras la derrota, algunos patricios romanos, totalmente desalentados y viendo un futuro sombrío para Roma, quisieron desertar y organizaron una reunión para debatir el asunto. Al enterarse, Publio Cornelio Escipión, hijo, que había sido Tribuno militar de la II Legión durante la batalla, interrumpió la junta y les instó a usar esa energía por el bien de Roma, obligándoles a jurar lealtad a su patria bajo pena de matar a quien no lo hiciera. Todos lo hicieron, uno por uno, temerosos y avergonzados de sus actos (incluso Quinto Fabio Máximo, hijo de Fabio Máximo, el mayor enemigo político de la familia Escipión).
Con esta batalla cerramos el primer capítulo de la Segunda Guerra Púnica, en que como veis Cartago ha llevado el mando de la contienda consiguiendo una victoria tras otra, esperamos que disfrutéis de este episodio de la Historia.
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