En los programas que dedicamos a Don Álvaro de Bazán y a Don Blas de Lezo estábamos inmersos en los momentos en los que nuestro país era una gran potencia mundial,pero esta semana con el final de la vida de nuestro invitado en una triste derrota para nosotros, se marcará el ocaso de España como potencia marítima y por lo tanto europea, un lugar que había ocupado con honor desde el siglo XV.
Nuestro invitado de hoy es Cosme Damián Churruca y Elorza, reconocido científico y militar español que estuvo 30 años al servicio de la Armada, que murió como un héroe en Trafalgar combatiendo contra seis navíos ingleses al mismo tiempo.
Retrato de Churruca en el Museo Naval de Madrid |
El 27 de septiembre de 1761 en la localidad vasca de Motrico nacía el cuarto hijo de Don Francisco de Churruca e Iriondo, alcalde de la ciudad. El lugar de nacimiento de nuestro invitado marcará su vida para siempre, ya que vio la luz en una casa construida por el Almirante Antonio de Gaztañeta, militar y constructor naval, que estaba decorada plenamente con elementos marineros.
No obstante, a pesar de sentir atracción por la marinería, primero recibió la llamada de la fe, y estudió en el seminario de Burgos. Pero, cuando un amigo, sobrino del arzobispo de Burgos y oficial de marina, le habló de la mar y de las aventuras que allí se podían correr, dejó el camino del sacerdocio y con 15 años se enroló en la Compañía de Guardias Marinas de El Ferrol para consolidar su formación naval. Allí destacó entre el resto de sus compañeros, sobre todo en los campos de la astronomía y la geografía, hasta que se graduó en 1778. Una vez licenciado, fue ascendido a Alférez de Fragata como premio a su precocidad. A su vez, en octubre de ese mismo año comenzaría su carrera marítima a bordo del navío «San Vicente» que estaba al mando de Francisco Gil de Taboada y Lemos e incluido en la escuadra del General Arce.
A bordo del San Vicente, nuestro invitado destacó por su arrojo y su capacidad para minimizar los posibles riesgos al llevar a cabo magistrales maniobras, lo que le valió gran fama. Esta fama provocó que al ser relevado del cargo el General Arce y ser sustituido por el Teniente General Ponce de León, éste le nombrase su ayudante personal.
Tras navegar en varios barcos, Churruca tuvo su bautismo de fuego el 13 de diciembre de 1781, cuando se vio por primera vez las caras contra los británicos, en el asedio de Gibraltar. España, intentando sacar provecho de la derrota de Inglaterra en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, llevó a cabo algunas acciones para intentar recuperar Gibraltar.
Nuestro invitado, a bordo de la fragata Santa Barbara, comandada por Ignacio María de Álava, donde a pesar del arrojo con el que luchó, llegando a arriesgar su propia vida para salvar a multitud de heridos, no consiguió evitar que la Armada Española no consiguiese su objetivo y cayese derrotada.
Fragata Santa Bárbara |
Tras la derrota, la fragata Santa Bárbara fue enviada a Montevideo y Churruca, que había visto como parte de la derrota había sido provocada por errores de cálculo, pidió su ingreso en la Academia de El Ferrol, para cursar estudios de Matemáticas. Una vez más demostró una gran inteligencia y aplicación llegando en solo un año a trabajar como profesor sustituto, lo que aumentó su gran fama.
Todos estos logros le sirvieron para que cuando en el año 1788, el Gobierno de España le encargara a Antonio de Córdova que continuase sus exploraciones del Estrecho de Magallanes, éste le pidiese a nuestro invitado que le acompañase como encargado de la parte astronómica y geográfica, en los paquebotes «Santa Casilda» y «Santa Eulalia».
En este nuevo empleo, nuestro invitado realizó un estudio completo del estrecho de Magallanes, que reflejó en su obra “Apéndice al Primer Viaje de Magallanes”. No obstante, y como casi todos los marinos de esta expedición, nuestro invitado cayó enfermo víctima del escorbuto, la enfermedad de los marineros que viene provocada por la falta de vitamina C debido en el caso de estos a la falta de fruta fresca y hortalizas en su dieta. La expedición duró un año, y mientras se recuperaba del escorbuto, fue nombrado Agregado al Observatorio de la Marina en San Fernando, Cádiz. En este nuevo puesto se entrega plenamente a los estudios, algo que no ayuda a restablecer plenamente su salud, que al final se ve tan dañada que le obliga a tomarse un descanso obligatorio.
Mientras terminaba de recuperarse en Motrico fue llamado por el Teniente General Mazarredo, para que dirigiese junto al Capitán de Fragata Fidalgo una expedición geográfica a América del Sur. El objetivo era llevar a cabo una serie de estudios hidrográficos para la reforma del atlas marino de la América septentrional, los cuales fueron ampliamente utilizados en Europa. Nuestro invitado zarpó de Cádiz en junio de 1792 y en una travesía que duró dos años y cuatro meses, además de realizar los trabajos cartográficos que se le habían encargado, tuvo que defender las posesiones de la corona española en el Mar Caribe, así como las rutas de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas que estaban siendo atacadas por corsarios al servicio de la corona británica.
Tras realizar todas estas tareas con cierto éxito, partió desde Cuba para finalmente atracar en Cádiz, donde fue ascendido a Capitán de Navío y se le dio el mando del Conquistador con el que debía defender las posiciones francesas, que eran aliados de España, en la zona del Canal de La Mancha, concretamente a Brest. Enviar una flota a esta población del norte de Francia era clave para Napoleón, pues pretendía rodear Inglaterra para, llegado el momento, darle el golpe definitivo con un ataque a gran escala. Esto provocó que Churruca, se mantuviera en Brest hasta el año 1802, y en agradecimiento Napoleón le regaló un sable y dos pistolas de presentación, todo un honor para la época.
Regalo de Napoleón a Churruca. Museo Naval de Madrid |
No obstante, el 27 de marzo de 1802 finalizaba la guerra entre el Reino Unido y Francia y sus aliados con la firma de la Paz de Amiens. Firmada esta paz, Churruca debía volver a España, pero recibía una triste noticia, el Gobierno español tenía que ceder a Francia seis navíos, entre ellos el Conquistador, algo que desaprobaba.
Maqueta del navío Conquistador. www.todoababor.es |
Muy triste tuvo que regresar a Cádiz como simple pasajero del navío Concepción, pero al llegar a puerto recibió otra mala noticia, su padre había fallecido. Ante esto, tuvo que solicitar una licencia para hacerse cargo de la administración de la villa, ya que había heredado el cargo de Alcalde.
No obstante, a pesar de su nuevo cargo, no olvidaba su vida en la mar y en la Armada, por lo que escribió un Tratado de Puntería para la artillería de Marina que alcanzó tal fama que fue usado en España y muchas otras naciones durante muchos años. Acabada su licencia fue nuevamente incorporado a la Armada, dándosele el mando del navío Príncipe de Asturias, una colosal nave de tres puentes y armado con 112 cañones de diferentes calibres. Aunque poco duró su mando en esta nave, ya que solicitó el mando del navío San Juan Nepomuceno, un navío de línea armado con 74 cañones con calibres que iban desde las 24 libras a las 8 libras, a bordo del que viviría sus últimas horas de la forma más heroica.
Maqueta del San Juan Nepomuceno del Museo de Modelismo Naval Julio Castelo Matrán. |
Napoleón no consideraba esta paz como algo duradero, ya que según su idea, Francia debía dominar Europa, y eso desembocaría en un nuevo conflicto con el Reino Unido. Por esta razón, Francia se negó a firmar con Londres un tratado de comercio complementario al estipulado en Amiens, e invadió Holanda. Esta acción provocó la declaración de guerra del Reino Unido a Bonaparte el 22 de mayo de 1803, al incautarse, sin previo aviso, embarcaciones francesas y holandesas.
En este nuevo conflicto España se declaró neutral, pero este posicionamiento era contrario a lo acordado en el Tratado de San Ildefonso de 1796, por lo que el Gobierno español debía pagar seis millones de libras al mes a Francia desde el inicio de esta guerra, o sería invadida por un ejército francés. No obstante, Inglaterra amenazó con no reconocer a España como nación neutral si continuaba pagando estas indemnizaciones a Francia, y así lo manifestó constantemente por vía diplomática. Esta posición británica se agravó sobre todo a partir de la llegada al poder de William Pitt, que ordenó al Almirantazgo que se detuviesen y fuesen llevados a puerto británico todos los buques de guerra españoles que encontrasen en la mar.
Estas acciones culminaron el 5 de octubre de 1804 con la voladura de una fragata española y apresamiento de otras tres con caudales procedentes del virreinato del Perú. La declaración de guerra era inevitable y se emitió el 12 de diciembre. Esta era la ocasión esperada por Napoleón para lograr la invasión de la Gran Bretaña con sus propias fuerzas y la cooperación española.
La cooperación de las fuerzas navales españolas se estipuló el 9 de enero de 1805 mediante un convenio dictado por Decrès, ministro de Marina francés, que el General Gravina, Embajador en París, se vio forzado a firmar. En este acuerdo se estipulaba que se ponían a disposición del Emperador un total de 26 navíos de línea armados en Ferrol, Cádiz y Cartagena, así como tropas de desembarco.
Según lo trazado en el plan de Napoleón, el Vicealmirante francés Ganteaume tenía que zarpar de Brest con 21 navíos, llegar a El Ferrol, donde debía dispersar a los buques ingleses que mantenían el bloqueo frente a este puerto y tras reunirse con los cuatro navíos de la división del contralmirante Gourdon y los ocho españoles de Grandallana, debía poner rumbo a las Antillas.
A la vez, Villeneuve zarparía de Tolón con 11 navíos para recoger en Cádiz los de Gravina, y poner rumbo a Martinica donde esperar la llegada Ganteaume. Una vez unidas todas estas fuerzas, debían regresar a Ouessant para atacar a las fuerzas británicas presentes en la zona y seguir hasta Boulogne.
Vicelamirante Villeneuve, culpable del desastre de Trafalgar |
No obstante, Napoleón había ordenado que si la reunión no se llegase a efectuar, Villeneuve se debía dirigir a Canarias para interceptar el tráfico británico, y si continuaba sin noticias de Ganteaume entraría en Cádiz.
En cumplimiento de este plan, Villeneuve se hizo a la vela desde Tolón el 30 de marzo de 1805 con once navíos de la escuadra francesa del Mediterráneo. Nelson, el Vicealmirante británico, no supo de su salida pues navegaba en aguas del sur de Cerdeña. El francés sería avistado, eso sí, por dos fragatas británicas, que cometieron el error de abandonar el contacto para prevenir a Nelson.
Vicealmirante Horatio Nelson |
Villeneuve se dirigió hacia el Sur sin ser incomodado, pero cuando el 7 de abril se presentó frente a Cartagena, la división española de Salcedo no estaba lista para zarpar, por lo que continuó viaje y al anochecer del día 9, la escuadra francesa fondeaba en Cádiz una vez ahuyentada la división británica de cinco navíos del Vicealmirante Orde.
En Cádiz se hallaba la escuadra de cinco navíos españoles y en la madrugada del día 10 la escuadra combinada se puso en movimiento, pero de modo tan precipitado que tan sólo dos navíos españoles, el Argonauta y el América,siguieron a los franceses. No obstante, el 17 de mayo en la isla Martinica, se reunió toda la escuadra combinada, compuesta de 12 navíos, 6 fragatas, 2 corbetas y 2 bergantines franceses, y 6 navíos y una fragata españoles.
Mientras que esta parte del plan napoleónico parecía funcionar, el resto parecía venirse abajo, ya que Ganteaume permanecía bloqueado en Brest desde el 31 de marzo por la escuadra británica de Cornwallis.
Nelson, con once navíos, permaneció en el Mediterráneo hasta el 16 de abril, cuando recibió la noticia del avistamiento de los franceses nueve días antes a la altura de Cabo de Gata, rumbo al Estrecho. Tras muchas indecisiones, adivinó las intenciones de Villeneuve, e hizo rumbo a la isla Barbuda, donde fondeó el 4 de junio, a la espera de la llegada de dos navíos más de refuerzo.
Mientras esto sucedía, Villeneuve y Gravina se reunieron en Fort-de- France para adoptar un plan de campaña, con la desventaja de no conocer el objetivo final de invadir Inglaterra, deliberadamente ocultado por Napoleón. Las pretensiones de ambos jefes se inclinaban por un ataque en las posesiones inglesas, y el almirante francés decidió emprender en primer lugar el ataque a la guarnición británica del islote del Diamante, una operación exitosa que finalizó el 2 de junio.
Federico Gravina. Museo Naval de Madrid. |
Convencido de la imposibilidad de la salida de Ganteaume desde Brest, Napoleón decidió modificar el plan convirtiendo a la escuadra de Villeneuve en el centro de gravedad de su maniobra estratégica. A tal efecto, el 17 de abril impartió nuevas instrucciones, donde contemplaba la salida desde Rochefort del contralmirante Magon al mando de dos navíos, encargado de llevarlas a las Antillas e integrarse en las fuerzas de Villeneuve. En el caso de que éste no recibiera noticias a través de fragatas trascurridos 35 días desde la llegada de Magon, el Emperador autorizaba el regreso de Villeneuve a Europa para recoger los navíos que encontrase en Ferrol y dirigirse a Brest. Reunido con Ganteaume, debía entrar en el Canal de la Mancha con una fuerza de 50 navíos para llegar sobre Boulogne.
Los dos navios de Magon llegaron a Martinica el 4 de junio, y por fin, Villeneuve conocía la finalidad de la maniobra estratégica, aunque no comprendía la idea de Napoleón de esperar un mes para regresar, ya que este tiempo hacía peligrar el éxito de la invasión de Inglaterra.
La escuadra combinada de veinte navíos y nueve buques menores, se hizo a la mar el 5 de junio para atacar la isla de Barbudo. Pasó por Guadalupe, posesión francesa, donde recogió tropa como refuerzo de la fuerza de desembarco. Tras navegar entre las islas Monserrate y Antigua, Villeneuve pretendía rodear por el norte la isla Barbudo para dirigirse desde barlovento a la Barbada, cuando en la mañana del 8 de junio avistó un convoy británico de 15 barcos. Emprendida la caza, 14 barcos británicos resultaron capturados.
Gracias a la información sacada a los prisioneros, Villeneuve y Gravina se enteraron de la llegada de Nelson a la Barbada el 4 de junio. A la vista de esta situación, Villeneuve decidió emprender el regreso inmediato a Europa, desobedeciendo las órdenes del Emperador.
Como consecuencia, la escuadra aliada recaló en Finisterre el 22 de julio, siendo interceptada por la británica de Calder, y entablándose un combate indeciso en el que resultaron apresados dos navíos españoles sotaventados hacia la línea enemiga y no auxiliados adecuadamente por Villeneuve. Éste, en vez de dirigirse a Brest según lo ordenado, tras cortas estancias en Vigo y La Coruña se refugió en Cádiz, llevando consigo las fuerzas hispanofrancesas estacionadas en Ferrol (9 navíos de Grandallana y 5 de Dumanoir), acuciado por el temor de encontrarse con Nelson.
El arrebato de cólera del Emperador ante la noticia de la llegada a Cádiz de la escuadra finalizó cuando de modo repentino se serenó y procedió a la redacción del plan de campaña que le llevaría a los campos de Austerlitz aquel mismo año. El proyecto de invasión de Inglaterra había sido definitivamente abandonado.
Batalla de Austerlitz de François Gérard |
Nelson recibió en la isla Barbada, la noticia de la ocupación del Diamante por los aliados, y volvió hacia el Norte para fondear la noche del 12 de junio en la isla Antigua, donde las noticias recibidas fueron vagas y poco satisfactorias. Entonces, el británico consideró acertadamente que Villeneuve había emprendido el regreso a Europa. El 13 de junio puso rumbo a Gibraltar, donde fondeó en julio con once navíos. Al deducir el 24 por los informes recibidos que la escuadra combinada, se dirigía hacia Galicia o a la Bretaña francesa, arrumbó hacia el Norte, dejando a Collingwood frente a Cádiz.
El disgusto de Napoleón había ido en aumento, y el 6 de septiembre decidía relevar a Villeneuve por Rosily en el mando de la escuadra francesa de Cádiz. No obstante, el 14 del mismo mes, por si podía surtir efecto antes de producirse el relevo, el Emperador enviaba a su almirante la orden de salida y tras recoger en Cartagena los navíos de Salcedo, marchar a Nápoles, para desembarcar las tropas que tenía a bordo.
Almirante francés Rosily |
Impaciente Villeneuve por no defraudar al Emperador, el 8 de octubre convocó una reunión de los mandos de ambas naciones a bordo del Bucentaure, para decidir sobre la conveniencia de la salida. La junta optó suspenderla ante la superioridad del enemigo y la falta de preparación de varios navíos.
Mientras tanto, Nelson, tras corta estancia en Portsmouth, salió el 15 de septiembre a bordo del navío Victory para tomar el mando de la escuadra de bloqueo y el 28 llegaba a los accesos de Cádiz. Collingwood le entregó las fuerzas navales presentes. Inmediatamente, el británico adoptó un sistema de bloqueo similar al que había empleado previamente en Tolón: situar el cuerpo principal de su escuadra a 50 millas al oeste de Cádiz, varias fragatas en las inmediaciones del puerto y cinco navíos situados entre estas fragatas y el cuerpo principal, al objeto de lograr una retransmisión rápida de los avisos. Al día siguiente de su llegada a Cádiz, recibió a bordo del Victory a los comandantes de los navíos y les expuso el plan de combate que estaba madurando emplear en caso de acción con la escuadra de Villeneuve. La idea consistía en sustituir el sistema de batirse dos escuadras en líneas de fila paralelas, por el de cortar y envolver la del enemigo para destruir su centro y retaguardia antes de que pudiesen recibir socorro de la vanguardia.
HMS Victoy, conservado como barco-museo |
Villeneuve aparentaba el día 15 de octubre desconocer las razones de la venida de Rosily, aunque ya se aseguraba en Cádiz que sería para relevarle en el mando. Entonces, el abatido almirante apreció haber caído en desgracia del Emperador y juzgó su honor y capacidad profesional puestos en duda ante sus subordinados. En efecto, sin haber variado las circunstancias que habían supuesto la cancelación de la salida acordada en el consejo de guerra del 8 de octubre, resolvió el 18 ordenarla inmediatamente sin la menor esperanza de éxito, a pesar de la opinión contraria de Gravina, Alcalá-Galiano y Churruca.
Comenzaba de esta manera la Batalla de Trafalgar.
Batalla de Trafalgar por Clarkson Freferick Stanfield |
A bordo del San Juan Nepomuceno, Churruca se preparó para la batalla sabiendo de antemano la ardua tarea que le esperaba, pero sin perder el valor en ningún momento. Tal era su determinación que, un día antes de entrar en combate, envió una carta a su hermano en la que se despedía diciendo: «Si llegas a saber que mi navío ha sido hecho prisionero, di que he muerto». No había duda, para el marino español era la victoria o la muerte.
Además, para desgracia de Churruca y de los intereses hispano franceses, al mando se encontraba Villeneuve, quien hizo uso de unas estrategias despreciadas en todo momento por nuestro invitado, aunque por obediencia militar las acató. Por ejemplo, Churruca obedeció las órdenes de Villeneuve de salir de la seguridad del puerto de Cádiz, en contra de su opinión, pues sabía que la flota inglesa estaba mucho mejor preparada.
Con las primeras luces del día, las dos flotas se distinguen claramente. A las 5:45 de la mañana desde el Victory británico se transmite el mensaje para que su flota se divida en dos columnas. Entonces, el General Gravina pide a Villeneuve permiso para maniobrar de manera independiente con la escuadra de observación que está a sus órdenes, pero el francés le deniega este permiso, ordenándole permanezca en la línea de batalla y subordinado a los movimientos generales.
Poco después Villeneuve ordena una giro en redondo al unísono, para cambiar la vanguardia por la retaguardia y tener Cádiz a favor del viento en el caso de una derrota, pero haciendo esto había dejado grandes claros al enemigo.
Mientras, en el Victory, Nelson está en cubierta observando la escuadra combinada, el cirujano del barco observa que el Vicealmirante lleva las condecoraciones cosidas a la chaqueta, siendo un blanco fácil, pero antes de poder comunicárselo, Nelson, se vuelve al grupo de oficiales para lanzar un mensaje a toda la flota, y con el que pasará a la Historia “Inglaterra espera que todo hombre cumplirá con su deber”, y a continuación “Atacad al enemigo de cerca”.
A bordo del San Juan Nepomuceno, Churruca mira por el telescopio el mástil del Bucentaure a la espera de una solución, como no se produce, sacude la cabeza y se dirige a su segundo al mando “Nuestra vanguardia será aislada del cuerpo principal y nuestra retaguardia se verá abrumada. La mitad de la línea estará obligada a permanecer inactiva. El almirante francés no lo entiende. Sólo ha de actuar con osadía, sólo ha de ordenar que los barcos de la vanguardia viren de nuevo a sotavento y se sitúen detrás de la escuadra de retaguardia. Eso colocaría al enemigo entre dos fuegos”.
El Fougueux, abrió fuego sobre el Royal Soverreign, que pasó por la proa de aquel navío y al llegar a la altura de la popa del Santa Ana largó una andanada por su babor que produjeron un efecto terrible; el buque de Álava quedó con la popa destrozada, y sufrió 100 bajas. En ese momento, el británico cayó a babor abarloándose al Santa Ana a corta distancia, ocasión aprovechada por Gardoqui, comandante del navío español para disparar una descarga con sus baterías de estribor, también con efectos demoledores. Así prosiguió la acción, experimentando ambos buques grandes destrozos en cascos y arboladuras. Pasadas las dos horas de combate, tanto el Royal Soverreign como el Santa Ana estaban completamente desmantelados, pero éste tenía más bajas y mayores daños, y arrió la bandera a 14:15. A partir del momento de la ruptura del centro aliado se desarrollaron una serie de combates parciales en los que los británicos llevaron la mejor parte por su superioridad tanto numérica, como en el empleo de la artillería y destreza marinera.
Lucha entre el Royal Soverreing (izquierda) con el Santa Ana (centro). Museo Naval de Madrid |
Desde el comienzo, la contienda había dado un vuelco a favor inglés debido a la precaria estrategia de Villeneuve. Y es que, muchos de los barcos aliados se enfrentaron en clara inferioridad numérica a los británicos mientras algunos de sus compañeros todavía no habían entrado en combate. Precisamente eso le sucedió al San Juan Nepomuceno de Churruca, al que la ruptura de la línea le obligó a combatir contra nada menos que seis navíos británicos a los que puso en serios aprietos gracias a su habilidad.
Entre estos navíos que atacaban al San Juan Nepomuceno estaban el Defiance con 74 cañones de diferentes calibres; el Bellerophon también con 74 cañones, el Dreadnought con 98 cañones de diferentes calibres; y el Tonnant con 80 cañones entre los que destacaban 30 poderosos cañones de 36 libras.
HMS Dreadnought durante su último viaje |
Intentemos imaginar cómo fue la lucha del San Juan Nepomuceno, que tal como dijimos estaba armado con 74 cañones con calibres que iban desde las 24 libras a las 8 libras contra seis navíos de los que cuatro de ellos sumaban 326 cañones. Como mínimo aquello tuvo que ser un infierno.
El primer ataque que sufrió el navío de Churruca fue de manos
del Defiance, un navío de similar armamento al español, por lo que la lucha fue
equilibrada. Tras un intercambio de artillería, nuestro invitado ordenó al San Juan
poner rumbo hacia el Norte para abrir fuego contra el Bellerophon, al que alcanzó
en su popa con una certera andanada de artillería que puso en grave riesgo al
navío británico. No obstante en socorro de los ingleses fue el navío más
poderoso de todos los que se tuvo que enfrentar nuestro invitado de hoy, el
gran Dreadnought armado con sus casi 100 cañones, y comandado por el Capitán
Conn, el hombre que tenía fama de ser el mejor artillero de toda la Marina de
Guerra Británica.
El poder de fuego del Dreadnought prácticamente destrozó al
San Juan Nepomuceno, que atacó casi impunemente durante más de un cuarto de
hora al San Juan, pero a pesar del desastre, el navío español aun plantaba cara
y vendía cara su derrota.
Fiel reflejo de esta resistencia fue Cosme Damián Churruca,
al que el destino le guardaba un heroica final, mientras dirigía el combate
desde el puesto de mando, una bala de cañón le arrancó la pierna derecha
por debajo de la rodilla. Sin embargo, ni siquiera una herida tan grave pudo inmovilizar
a Churruca, que se mantuvo en su puesto e incluso, arengó a sus soldados para
seguir combatiendo a pesar de que la derrota era segura. Además, se dice que al
perder la piernas y no poder mantenerse en pie ordenó que trajeran un cubo con
harina, o con arena o sal según las diferentes versiones y allí metió el
muñón para mantener la estabilidad.
Momento en el que Churruca es herido. Detalle de Batalla de Trafalgar de Álvarez Dumont. Museo del Prado |
No obstante, sus hombres no pudieron cumplir con las ordenes
que les dio, ya que pasadas las cuatro de la tarde, el navío español que se
hallaba destrozado con el comandante, segundo y 126 hombres muertos y 147 heridos,
tuvo que rendirse tras varias andanadas del Tonnant. Tras esta rendición el San
Juan fue conducido a Gibraltar.
Acompáñanos en la apasionante lucha en inferioridad del nuestro heroico invitado de hoy.
Me ha encantado leer este artículo, emoción, historia y además mucha guerra, algo habitual para el siglo en el que hablas, aun estábamos poco civilizados y con ganas políticas de expansión de todos los reinos, muy interesante
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. La verdad que es emocionante leer o escuchar estas historias llenas de aventuras y personajes con tanto carisma como en este caso tenía Churruca. Saludos!
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