Cuando se habla de genios militares en la Historia, normalmente se hace refencia a Sun Tzu, Anibal, Escicpión, Napoleón, Patton o Rommel, dejando en el injusto olvido a un héroe español que cambió para siempre la guerra, dejando atrás la pesadez medieval, representada en la caballería pesada, y dando paso a la agilidad de la infantería moderna. Y este insigne hombre es Gonzalo Fernández de Córdoba y Enríquez de Aguilar, conocido como el Gran Capitán.
El Gran Capitán | Augusto Ferrer Dalmau |
1. Infancia y juventud
Gonzalo Fernández de Córdoba nació el 1 de septiembre de 1453 en Montilla, Córdoba, y era el segundo hijo del VIII Señor de la Casa de Córdoba, VII Señor de Canete de la Frontera, de Priego, Montilla, La Puente, Castill-Anzur y Montuerque, Alcalde Mayor y Alguacil de Córdoba, Pedro Fernández. No obstante, en 1455 fallecía su padre, por lo que los derechos dinásticos recaían sobre Alfonso Fernández de Córdoba, el hijo mayor.
El futuro de nuestro invitado estaba claro, como segundo hijo debía dirigir su vida a lo militar, por lo que en el verano del año 1465 su hermano le concede permiso para incorporarse como paje del infante D. Alfonso, hermano de de la que años más tarde sería la Reina Isabel la Católica.
Infante Alfonso de Castilla |
En ese año la liga nobiliaria de Castilla se reunió en Ávila y procedieron a derrocar a Enrique IV, su hermanastro, y proclamarle como Alfonso XII de Castilla. A partir de esta proclamación estalla en Castilla una guerra civil entre ambos hermanos, que culminó con la Batalla de Olmedo de 1467, en la que todavía hoy día se debate por quien fue el vencedor, pero lo que si queda claro es que Alfonso afianzó su posición de poder. No obstante, no pudo disfrutar durante mucho tiempo de esta posición, ya que un año después, en 1468 fallecía sin que aun quede claro si envenenado o víctima de la peste.
Sea cual sea la razón de la muerte, lo que si sucedió es que Enrique IV quedó como Rey indiscutido de Castilla, y nuestro invitado que había madurado en medio de una guerra civil, debía retornar a casa, a Montilla, ya que ahora no tenía señor al que servir.
Enrique IV de Castilla |
De vuelta en casa tiene una serie de enfrentamientos con su hermano que le llevan a tomar la decisión de recorrer las tierras andaluzas, llegando incluso a plantearse su ingreso en los frailes jerónimos, pero de este ostracismo le sacó la guerra surgida por la sucesión de Enrique IV de Castilla.
Enrique IV falleció en Madrid el 11 de diciembre de 1474, sin que su testamento apareciese, lo que lleva a los seguidores de Isabel, su hermanastra, a afirmar que el rey había muerto sin testar. No obstante, se sabe, gracias a Galíndez de Carvajal, clérigo testigo de la muerte de Isabel, que la reina, poco antes de morir, supo de la existencia de este testamento y pidió que fuese encontrado, y de su fin poco se sabe, ya que según Galiano o bien fue destruido por Fernando el Católico o fue guardado por un miembro del consejo real.
El día 12 de diciembre, en Segovia Isabel era proclamada Reina de Castilla por sus partidarios, y un mes después se redactó, la Concordia de Segovia que estipulaba cómo la nueva pareja real gobernaría conjuntamente y se otorgaban mutuamente plenitud de jurisdicción en los respectivos reinos, ahora en Castilla y en el futuro en la Corona de Aragón. Mientras Juana, la Beltraneja, hija de Enrique IV era reconocida Reina por sus partidarios, en particular por su prometido el Rey Alfonso V de Portugal, y juntos entraron en Castilla en mayo de 1475, fueron proclamados reyes en Plasencia y se casaron. Esta proclamación de Plasencia fue el detonante para que estallase la guerra entre las dos pretendientes.
2. Guerra de Sucesión de Castilla
La vida de nuestro invitad parecía transcurrir sin problemas a pesar de todo lo que estaba ocurriendo en Castilla, era designado Voz y Voto Mayor del Cabildo de Córdoba y en 1474 contraía matrimonio con Isabel de Montemayor, recibiendo de su hermano, como regalo de boda, la Alcaldía de Santaella. No obstante, como hemos visto muchas veces en este programa, las alegrías no suelen durar mucho, el 18 se septiembre de 1474 las tropas de su primo y enemigo Diego Fernández de Córdoba y Montemayor, conde de Cabra, atacaron Santaella y encerró a Gonzalo y a su esposa en el castillo de Baena.
Durante este encierro, Gonzalo y su esposa tuvieron dos hijos, Maria que murió siendo una niña, y un niño que murió al nacer, causando posiblemente el fallecimiento de su esposa mientras daba a luz. Finalmente, en el año 1477, Isabel la Católica, necesitada de grandes militares a su lado, intercedió por él y consiguió que el Conde de Cabra lo liberase.
Isabel de Castilla, principal apoyo de Gonzalo Fernández de Córdoba |
Una vez liberado de su cautiverio participó de pleno en la parte final de la guerra civil entre Isabel y Juana, teniendo su gran bautismo de guerra fue en la Batalla de Albuera, Badajoz, en febrero de 1479, donde nuestro invitado destacó frente a las tropas portuguesas, aunque esta victoria no fue definitiva, ya que el ejército portugués se refugió en Mérida, y utilizando esta ciudad como base se lanzaron contra Medellín, que cayó finalmente en sus manos.
Ante esta situación, las tropas del Rey Fernando sitiaron Medellín y Mérida, justo en el momento en el que un viejo conocido nuestro, el Papa Sixto IV, anulaba el matrimonio entre el Rey de Portugal y Juana, la rival de Isabel, lo que debilitaba la legitimidad de su causa.
El Papa Sixto IV ayudó a Isabel y Fernando anulando el matrimonio de Juana y Alfonso de Portugal |
Finalmente, con la firma del Tratado de Alcaçovas-Toledo se ponía fin a la Guerra Civil en Castilla. Alfonso renunciaba al trono de Castilla; e Isabel y Fernando renunciaban al trono portugués; además Juana fue recluida en un convento a petición propia, la otra opción era casarse con Juan, el hijo de Isabel y Fernando; se acordaba el matrimonio del heredero portugués con la hija de Isabel y Fernando, que también se llamaba Isabel; y se repartían entre ambos países el área de influencia del Atlántico. Junto a los victoriosos Isabel y Fernando, nuestro invitado fue un observador de lujo de todas estas actividades diplomáticas.
Tratado Alcaçovas-Toledo en el Archivo de Simancas |
Acabada la Guerra Civil de Castilla llegaba uno de los momentos claves en la biografía de nuestro invitado, la Guerra de Granada. Gonzalo tomó parte en esta contienda al mando de una unidad de «lanzas», la caballería pesada con una gruesa armadura, de la Casa de Aguilar, de la que su hermano era señor.
A punto de cumplir treinta años, y con un espíritu henchido por la reciente victoria en la Guerra Civil, Gonzalo se lanza al ataque en la nueva petición de la pareja real, recuperar el último reino árabe en la península, Granada. Demostrando sus dotes como soldado, nuestro invitado destacó rápidamente en los asaltos a Antequera y Tájara, donde además hizo gala de un gran ingenio al crear, gracias a las puertas de las casas que encontraban a su paso, una máquina de asedio que protegía el avance de las tropas.
Aunque su culmen como militar en esta guerra fueron las tomas de Íllora, Montefrío y Loja, haciendo preso en esta última ciudad al Rey Boabdil quien, tras solicitar piedad para los pobladores de la ciudad y para sus tropas, se rindió. Algunos cronistas, como Hernán Pérez afirman que, durante esta guerra Gonzalo fue siempre el primero en atacar y el último en retirarse.
Gonzalo en el asalto a Montefrío | José de Madrazo |
Gonzalo vivía ahora su gran momento, entraba en el campamento de Fernando el Católico escoltando al derrotado Rey nazarí quien se lanzaba a los pies del rey cristiano suplicando clemencia.
Además, desde ese momento se granjeo la amistad de Boabdil, agradecido por el cumplimiento de la palabra dada en relación con la clemencia con sus tropas y ciudadanos de Loja y por defensa del diálogo entre cristianos y musulmanes para alcanzar la paz.
No obstante, la situación en el Reino de Granada era bastante complicada. En el año 1482 Boabdil había destronado a su padre, el Rey Muley Hacén, quien se alió con su hermano, por tanto tío de Boabdil, Muhammad az-Zaghall, conocido por los cristianos como El Zagal. Tres años después Muley Hacén fallecía legando sus derechos a El Zagal, por lo que el Reino de Granada quedaba inmerso en una guerra entre tío y sobrino.
Como hemos visto, ese mismo año Boabdil fue hecho prisionero por Gonzalo Fernandez de Córdoba, momento que El Zagal aprovechó para nombrarse Rey de la dinastía nazarí. Pero Isabel y Fernando sabían que tener frente a ellos a un enemigo inmerso en una guerra civil les allanaba su misión final, la toma de Granada, por lo que liberaron a Boabdil, tras exigirle un fuerte rescate y juramento de vasallaje. Además, con el fin de crear aun más peleas entre los pretendientes nazaríes, la pareja real nombra a Gonzalo Alcaide de Íllora. Finalmente, Boabdil y su tío llegan a un acuerdo, Boabdil quedaba al mando de Granada y El Zagal era nombrado Señor de Málaga, Almería y Guadix.
Los Reyes Católicos habían conseguido lo que buscaban, esta división debilitaba a su enemigo, y en agosto de 1487, Málaga se rendía a las fuerzas cristianas. Poco tiempo después El Zagal rendía las plazas de Almería y Guadix y se exiliaba a Fez, allí fue hecho prisionero por el Rey de Fez, que era aliado de Boabdil, y fue cegado vivo.
Ya solo quedaba Granada como último bastión nazarí, y una desgracia estuvo a punto de hacer que nuestro invitado falleciese antes de ver culminada esta obra, pero un acto heroico de uno de sus hombres lo evitó. Una noche, nuestro invitado participaba en una escaramuza y tuvo la mala suerte de caer de su caballo, lo que le ponía en clara desventaja frente a sus enemigos y le condenaba prácticamente a muerte, pero uno de sus hombres se acercó rápidamente, le cedió su caballo y permitió que Gonzalo continuase con la lucha. Eso sí, este valiente falleció en esta acción.
Se acercaba el final de la contienda, y desde 1490 Gonzalo jugó su papel más destacado, pero esta vez usando las armas diplomáticas, negociando la rendición del reino nazarí de Granada e incluso actuó como espía. Finalmente el 1 de enero de 1492 el Reino de Granada se rendía ante los Reyes Católicos.
La rendición de Granada, donde Gonzalo Fernández de Córdoba fue un espectador privilegiado |
4. Italia
Gonzalo era Alcaide de Illora, pero ese puesto no le motivaba ya que añoraba la vida guerrera, una vida en la que se había visto acompañado de la victoria en todo momento, por ello, al igual que hacía 24 años, recorría nuevamente las tierras andaluzas sin rumbo fijo. No obstante, mientras recorría Andalucía, había dejado un poder a nombre de Gonzalo de Herrera para que este se encargase del cobro de las rentas de sus tierras y de la gestión de las mismas. Este pleno control de la situación y su, bien ganada fama de militar, llamó la atención del Rey Fernando, quien, buscaba a alguien capaz de poner orden en el enrevesado mundo italiano.
Fernando "el Católico", su intención fue siempre aumentar sus fronteras en el Mediterráneo |
En el año 1494 fallecía el Rey Fernando I de Nápoles, tío-abuelo de Fernando el Católico, y era proclamado Rey de Nápoles Alfonso II, heredando unas finanzas casi en ruinas, lo que dejaba este reino indefenso prácticamente.
El Rey Alfonso II de Nápoles, primo de Fernando el Católico |
Uno de los primeros en intentar sacar provecho de esta situación fue el Rey Carlos VIII de Francia, pero debía intentar que sus intereses no fueran descubiertos. Con el fin de ocultar sus planes reales, informó que iba a lanzar una ofensiva para reconquistar los Santos Lugares para lo que debía ocupar territorios en Italia que le sirviesen de cabeza de puente. Con esta idea firmó con Fernando el Católico, una alianza contra los turcos, pero, en secreto, fue una alianza de amistad. Es decir, España no se interpondría a Francia en sus guerras salvo contra el Papa, lo mismo que haría Francia.
Carlos VIII de Francia, el primero que intentó sacar tajada de la crisis napolitana |
No obstante, el Rey Español descubrió la intención oculta de Carlos VIII de Francia, y afirmó que Nápoles era un territorio infeudado al Papa, y por lo tanto, debía protegerlo. Además, consiguió el apoyo del Papa y de Florencia y la neutralidad de Venecia.
El 28 de noviembre de 1494 Gonzalo es llamado a la Corte para que se encargue de la expedición a Sicilia, y a inicios del año siguiente se ordena a los puertos del Cantábrico y de Galicia para que manden sus naves Cartagena y Alicante, consiguiendo reunir sesenta naves, 6000 soldados de a pie y 700 jinetes. El 30 de marzo de 1495 Gonzalo Fernandez de Córdoba zarpa con esta flota con dirección a Sicilia donde debía permanecer atento a los movimientos franceses.
Batalla de Seminara
Esta batalla ocurría el 28 de junio de 1495, pero antes de comenzar a narrarla vamos a intentar ver como era la situación previa. Las tropas francesas eran más numerosas, especialmente en la caballería, por lo que Gonzalo Fernández de Córdoba evitó una batalla campal y prefirió llevar a cabo, aprovechando la experiencia de sus hombres en la Guerra de Granada, una campaña de guerrillas con la que desgastar al enemigo.
Localización de la Batalla de Seminara |
Esta táctica y el uso eficaz de la artillería permitieron a Gonzalo tomar Fiumara, Santa Ágata y Seminara. Los franceses, viendo que eran derrotados, reagruparon y reforzaron su ejército para marchar posteriormente contra Seminara, donde las tropas hispano-napolitanas quedaron acantonadas.
Los franceses al ver que los hispano-napolitanos no salían a su encuentro les acusaron de cobardía, y pese a los consejos de Gonzalo Fernández de Córdoba quien quería resistir en Seminara a la espera de refuerzos, Fernando de Nápoles, hijo del Rey de Nápoles, ordenó salir al encuentro de los franceses.
Gonzalo, a pesar de ser contrario a estar órdenes, las acató y desplegó las tropas en unas colinas que le permitían dominar el tramo vadeable del río Petrace. En el flanco derecho colocó a 1000 soldados de infantería y a 400 jinetes españoles; y a la izquierda a los 6.000 voluntarios napolitanos y calabreses que había reunido Fernando de Nápoles. Los franceses iniciaron cruzaron el río Petrace recibiendo el ataque de la caballería ligera española que consiguieron desorganizar el ataque francés, pero mientras los jinetes españoles retrocedían para volver a lanzarse a la carga, los franceses consiguieron reorganizar sus filas.
Desde el flanco izquierdo los inexpertos voluntarios de Fernando de Nápoles no supieron leer el retroceso de la caballería para volver al ataque, y pensaron que estaban huyendo, por lo que se fugaron del campo de batalla.
Batalla de Seminara 1495 |
Viendo la huida de sus aliados, Gonzalo ordenó la retirada hacia Seminara para partir al día siguiente hacia Reggio de Calabria y demostrando su gran capacidad táctica supo sacar provecho de su primer y única derrota en batalla.
Reforma militar de Gonzalo Fernández de Córdoba
Francia había tomado una serie de medidas militares que cambiaban el modo la guerra como hasta ahora se había conocido, y frente a ellos, el anticuado ejército español podría sufrir grandes derrotas. Por ello, debía reorganizar su ejército para convertirlo en un ejército moderno, siguiendo, en gran medida, el modelo de los franceses.
En primer, observó que para modernizar el ejerció sobraban ballesteros y faltaban arcabuceros, ya que sus armas eran más potentes, había demasiados jinetes ligeros y faltaba una sólida infantería que debía ser dirigida por un capitán en columnas que estarían al mando de un coronel, lo que sería el germen de nuestro gloriosos Tercios.
Además pensó que el soldado debía abandonar su carácter de guerrero aislado para pasar a luchar en equipo, cada individuo tendría una función imprescindible e irrenunciable. Además, se hizo rodear de militares capaces de ofrecer soluciones concretas a los múltiples problemas de un ejército moderno.
Por último, Gonzalo retocó algunos aspectos sustanciales del arte de la guerra en lo que se refiere al uso de la caballería pesada, aunque esto le enfrentaba a la nobleza que estaba fascinada por los modelos caballerescos. En su plan, la caballería pesada dejaría de ser la base del ejército para ser una parte del apoyo, y la caballería ligera debía ser usada para atacar al enemigo cuando estuviese en retirada para así evitar que pudiesen replegarse o acantonarse.
Las tropas españolas volvieron a la guerra y contaban con el recién llegado refuerzo de trescientos gallegos, lo que permitió a nuestro invitado tomar Fiumar de Muro, Calana, Bagnara, Terranova, Sinopolis, Mellicota, Nicotera, Melito, Tropea, Pizzo, Maida y Nicastro.
Mientras, Fernando de Nápoles que había marchado en busca de apoyos, supo aprovechar una insurrección popular en julio de 1495 para hacerse con el control de Nápoles. Tras esto caen Capua, Aversa y Aquila y el grueso de las tropas francesas debe retirarse hacia Atella
Batalla de Atella
Tras más de quince días de marcha, Gonzalo y sus hombres llegaban a las puertas de Atella, allí le esperan Fernando de Nápoles, Cesar Borgia como Capitán General de las tropas papales y Francisco II Gonzaga, Señor de Mantua.
A Gonzalo lo primero que le llamó la atención fueron unos molinos con los que los sitiados obtenían agua y harina, lo que les permitía aguantar durante más tiempo mientras esperaban la llegada de refuerzos. La idea la tuvo clara, había que tomar esos molinos, pero los franceses habían colocado allí a modo de defensas a piqueros suizos y arcabuceros y ballesteros gascones.
El 1 de julio de 1496, Gonzalo lanzaba a los rodeleros españoles, que eran unidades de infantería armados con espadas y rodelas, un tipo de escudo, contra los defensores de los molinos, quienes ante el empuje de las tropas españolas se retiraron de manera desordenada, una retirada que se vio cortada por la caballería ligera española.
Viendo el peligro que corría su subsistencia, los franceses lanzaron desde el interior de Atella a su caballería pesada. En ese momento, Gonzalo reagrupó a las fuerzas españolas para recibir el envite francés. Los españoles aguantaron heroicamente y los franceses poco a poco fueron replegándose hasta que los molinos cayeron definitivamente en manos de las tropas de Gonzalo.
Tras esta valiente acción, las posiciones francesas circundantes a Atella cayeron una a una en manos españolas. Ante esta situación, el líder de los franceses, el Duque de Montpensier, aceptó la rendición.
Esta gran victoria de Gonzalo fue sonada a nivel internacional, y la fama de soldado invicto comenzaba a rodear a nuestro personaje de hoy.
Asedio de Ostia
La tranquilidad no iba a durar mucho tiempo, ya que el 7 de octubre de 1496, con tan solo 27 años fallecía Fernando de Nápoles y lo hacía sin dejar descendencia, por lo que la corona recaía en manos de su tío, el Duque de Calabria, que reinaría como Federico I.
Además había otro problema, el puerto de Ostia, en la desembocadura del río Tíber. Este enclave había sido ocupado por los franceses desde el principio de la contienda, y el Rey de Francia había prometido al Papa que, al finalizar la guerra, el puerto le sería devuelto.
Puerto de Ostia |
No obstante, la guerra había acabado pero el puerto no había sido devuelto, y el Papa Alejandro VI, que como sabemos era español, solicitó ayuda al Gran Capitán para que obtuviese la cesión prometida. Nuestro invitado aceptó le petición papal y en febrero de 1497, se personó ante Ostia para reclamar el cumplimiento de la promesa, pero el líder de las tropas francesas, el corsario vasco Menoldo Guerra, se negó a abandonar la ciudad. Por tanto, Gonzalo actuaría en consecuencia.
Durante cinco días seguidos los cañones españoles abrieron fuego contra las murallas de Ostia hasta que se abrió una brecha por que 1.300 hombres se lanzaron al ataque contra las tropas francesas. En este ataque destacó Garcilaso de la Vega, pero no el escritor, su padre, que era el embajador de Castilla ante el Papa, quien lanzó a sus tropas por el lado contrario intentando cerrar una pinza. Tras este ataque hubo un segundo, igual de victorioso para los españoles como el primero, por lo que finalmente los franceses se rindieron.
El Gran Capitán ante el Papa Alejandro VI arrastrando al derrotado Menoldo Guerra |
Gonzalo había cumplido con éxito el encargo papal, y su Santidad le recibía en Roma con todos los honores, incluso condecorándole con la Rosa de Oro, la máxima distinción que entregada por el papado, y el Estoque Bendito.
La Rosa de Oro, la máxima distinción otorgada por el Papa. |
A partir de este momento recibió el sobrenombre por el que ha pasado a la Historia, el Gran Capitán
5. Retorno a casa y Cefalonia
6. Segunda Campaña italiana
Tras este éxito, Gonzalo marchó a Nápoles, donde fue recibido como un héroe por la población, y el Rey de Nápoles, en agradecimiento por toda la ayuda prestada, le concedió los títulos de Duque de Terranova, que, desde entonces, siempre usará, y de Duque de Monte Santangelo, junto a las propiedades de Marzote, Rocadevalle, Pinillo, Montenegro y Torremayor.
Parecía que la paz por fin iba a reinar en la zona de Italia, además uno de los contendientes principales, Carlos VIII de Francia fallecía y la corona pasaba a su primo, el Duque de Orleans, que reinaría con el nombre de Luis XII.
Este nuevo monarca comenzó las negociaciones de paz con Fernando el Católico que culminaron con el Tratado de Marcoussis de agosto de 1498. Ahora El Gran Capitán debía jugar la baza de la diplomacia, ya que Federico I de Nápoles solicitaba al Rey de España la devolución de las plazas de Calabria que estaban en manos españolas, y el Rey Fernando el Católico rechazaba la devolución. Finalmente, las relaciones entre España y Nápoles se rompieron.
La misión italiana de Gonzalo había finalizado con plena victoria, había conseguido pacificar la zona, aumentar el control de España en la zona, la derrota francesa, y a título personal el agradecimiento y condecoración papal, el reconocimiento internacional de sus dotes militares y una gran cantidad de títulos nobiliarios. Ahora ya, podía regresar a casa.
5. Retorno a casa y Cefalonia
Al llegar a España, Gonzalo debe rendir cuentas de la campaña italiana ante el Consejo Real, la que sería su primera auditoría de cuentas. Eso sí, ya fuese por la tardanza en recopilar datos o que él era un hombre de acción y no de despechos, tardó un año en entregarle al tesorero Alonso de Morales el informe, que finalmente fue aprobado sin ningún tipo de problemas.
No obstante, poco tiempo iba a durar esta relativa calma ya que en enero de 1500 era requerido en Sevilla por los Reyes de España, quienes le ordenaron que capitanease una liga contra el Imperio Turco. A cambio de cumplir con esta misión, el Gran Capitán pide el mando combinado de la flota y las tropas terrestres y libertad de mando.
El contingente español, compuesto por 57 naves, zarpó de Málaga el 4 de junio de 1500, y tras hacer escala en Valencia, Palma de Mallorca, puso rumbo a Sicilia. Como parte del sistema defensivo del estrecho de Sicilia, el comendador Fernando de Valdés partió hacia Yerba para reforzar la zona.
A finales de septiembre la escuadra española puso rumbo hacia el Mar Jónico, y pocos días después conseguían tomar Corfú sin encontrar resistencia, ya que los turcos la habían abandonado al conocer la llegada del destacamento español. Tras tomar de igual manera Santa Maura, pusieron rumbo a Zante, punto de reunión de las fuerzas cristianas.
Inicialmente el objetivo del ataque era Modona, pero el Almirante veneciano Benedetto Pesaro, buen conocedor de la zona y sabedor que en esa época los temporales azotaban la zona, aconsejó al Gran Capitán atacar Cefalonia, lo que además permitiría controlar el acceso al Golfo de Corinto y al Mar Adriático, y nuestro invitado hizo caso al veneciano, poniendo la flota cristiana rumbo hacia el Golfo de Argostoli.
Frente a ellos quedaba ahora la la fortaleza de San Jorge, donde les esperaban los jenízaros. El Gran Capitán, como casi siempre hacía, intentó negociar una rendición con el enemigo antes de comenzar la contienda, pero estas negociaciones fueron rechazadas, el ataque cristiano era inevitable. La artillería hispano-veneciana abrió fuego con sus bombardas contra las murallas del fuerte, pero no surtían el efecto esperado. En este momento destaca la figura de Pedro Navarro, experto en el uso de minas explosivas. Este hombre consiguió con uno de sus artilugios derribar una parte de la muralla y abrir una brecha por la entró la infantería. No obstante, frente a ellos se encontraron un segundo muro que intentaron, aunque sin éxito, asaltarlo con escalas.
Los jenízaros, grandes arqueros, repelieron varias ofensivas, y además se aventuraron a realizar incursiones nocturnas contra los cristianos, que, eso sí, fueron neutralizadas por los arcabuceros españoles. La situación era insostenible, y a mediados de diciembre el Gran Capitán tomó la determinación de llevar a cabo un asalto definitivo. La primera parte del plan recaía una vez más en el uso continuado de la artillería contra las murallas y, la noche antes del ataque, los arcabuceros se unieron a este ataque continuado, lo que provocó que los defensores estuviesen toda la noche en tensión, algo que podría pasarles factura al día siguiente.
Pedro Navarro, militar e ingeniero que facilitó la Toma de Cefalonia |
Con las primeras luces del 24 de diciembre, el Gran Capitán reunió a todos sus hombres y tras arengarles comandó en persona el asalto a fuerte en uno de sus muros más débiles. Mediante escalas y protegidos por sus escudos consiguieron alcanzar la parte superior de la muralla y allí comenzó una lucha cuerpo a cuerpo. Mientras, las tropas cristianas abrieron un segundo frente en la zona más distante del primero, con la intención de dividir a los defensores, y cuando los dos frentes estaban abiertos, Gonzalo mandó llevar un puente de madera construido de manera oculta la noche anterior y abrir un tercer frente.
Los resistentes jenízaros quedaron acorralados pero no se rindieron, hasta que el último murió y entonces la misión del Gran Capitán había concluido con éxito. Gonzalo Fernández de Córdoba vio acrecentada su fama como militar y recibió múltiples agradecimientos, especialmente por la República de Venecia, que le premió con el título de gentilhombre y un sueldo vitalicio.
6. Segunda Campaña italiana
Mientras el Gran Capitán lograba un éxito tras otro, Fernando el Católico lleva a cabo una política de enfrentamiento total contra Nápoles, aunque para ello deba pactar con el principal enemigo de España, Francia. Por ello, a finales del año 1500, mediante el Tratado Chambord-Granada, Fernando el Católico y Luis XII de Francia se repartían Nápoles, quedando el norte para dominio francés y el Sur para España.
Luis XII de Francia, aliado inicial de Fernando el Católico en su empresa italiana |
El Rey de Sicilia, que no sabía nada de este acuerdo hispano-francés, solicitó ayuda a su tío, Fernando el Católico, para hacer frente a la amenaza francesa del norte, ya que sus arcas y su ejército estaban agotados desde la guerra anterior. En marzo del año 1501, El Gran Capitán, que había sido nombrado Lugarteniente general en Sicilia y Calabria penetró con sus tropas en el Reino de Nápoles desde el Sur, supuestamente para asistir al Rey de Sicilia, pero con órdenes secretas de ocupar la zona asignada en el tratado.
En junio del mismo año, el acuerdo fue hecho público, recibiendo la aprobación del Papa Alejandro VI, promulgando la deposición de Federico bajo pretexto de su colaboración con los turcos, y el ejército francés la parte norte según lo acordado. Finalmente, Federico de Nápoles era depuesto y conducido a Francia, de donde se le prohibió salir; en compensación por la pérdida del reino recibió una pensión de 50 000 libras y el ducado de Anjou.
Bula de Alejandro VI dando su beneplácito al reparto de Nápoles |
A pesar de que en el acuerdo hispano-francés se delimitaban las zonas de invasión, rápidamente surgieron choques entre ambas potencias por el control de ciertas zonas, lo que derivó en enfrentamientos militares entre 1502 y 1503. La superioridad numérica francesa obligó a Gonzalo Fernández de Córdoba a estrujar su genio como estratega, concentrándose en la defensa de plazas fuertes a la espera de refuerzos, y conforme a este plan los españoles se atrincheran en Barletta, en la costa adriática, y es en estos momentos cuando se produce el llamado Desafío de Barletta.
Los soldados franceses comenzaron a criticar a los soldados españoles tachándoles de cobardes y afirmando que la caballería española era ridículamente inferior a la española. Los caballeros españoles demostrando un carácter que se podría decir innato a los españoles quisieron defender su honra, y retaron a los franceses a un duelo. Once caballeros franceses se enfrentarían a once caballeros españoles, entre los que estaba Diego García de Paredes, el Sansón de Extremadura, en un punto situado a mitad de camino entre los campamentos españoles y franceses. Los jueces del desafío fueron escogidos de entre autoridades venecianas, ya que Venecia era neutral en este conflicto.
El 20 de septiembre de 1502 a las 13:00 horas, comenzaron a luchar. Después de cinco horas, ya entrada la noche, los contendientes acordaron terminar el duelo, tomando cada uno las armas arrebatadas e intercambiando entre sí los caballeros rendidos. Los jueces no quisieron dar la victoria a ninguno de los bandos, reconociendo a los españoles su esfuerzo y a los franceses su constancia.
Poco después de este singular duelo le llegan a nuestro invitado los prometidos y ansiados refuerzos, tras la victoria del Almirante Lezcano sobre los franceses en la batalla naval de Otranto, y además comprueba que las tropas francesas se han ido dispersando poco a poco. Ese es el momento. Don Gonzalo da la orden a sus hombres de abandonar Barletta y pasar a la ofensiva.
La primera ciudad que consiguen tomar las tropas españolas es Ruvo di Pugia, y a finales de abril de 1503 se produce la decisiva batalla de Ceriñola.
Batalla de Ceriñola
Recreación de la Batalla de Ceriñola |
El ejército español estaba compuesto mayoritariamente por infantería, formada por arcabuceros, ballesteros, coseletes, y piqueros atrincherados con empalizadas, fosos y estacas. Los arcabuceros, en primera línea, estaban dispuestos en dos grupos de unos 500 hombres. Tras ellos, y en el centro se agrupaban unos 2.500 piqueros alemanes. A los lados de los piqueros se situaron grupos de 2.000 coseletes y ballesteros. Tras los coseletes y hacia los flancos, se pusieron los dos grupos de 400 hombres de caballería pesada.
La artillería que nuestro invitado tenía a su disposición estaba compuesta por 13 piezas que inteligéntemente habían sido colocadas en una pequeña colina, y junto a ellos 850 hombres de la caballería ligera con la misión de lanzarse al ataque en caso de que las fuerzas francesas pudiesen con la infantería española.
Las tropas francesas, comandadas por el Duque de Nemours, estaban divididas en cuatro bloques. La caballería pesada con Nemours a la cabeza, dividida a su vez en dos grupos de 1.000 jinetes cada una, estaba colocada en la zona de vanguardia.Tras la caballería pesada se encontraban 3.000 piqueros mercenarios suizos. De manera continua a estos mercenarios marchaba la infantería gascona compuesta por 3.000 hombres que arrastraban las 26 piezas de artillería que tenían disponibles. Por último se encontraba la caballería ligera, dirigida por Yves d'Allegre.
Haciendo gala de su gran inteligencia y de su conocimiento del enemigo, el Gran Capitán, ideo un plan maravilloso. Gonzalo conocía el gusto francés por realizar cargas de caballería pesada por lo que nuestro invitado provocó esta carga atrayendo de esta manera a los jinetes pesados franceses al fuego de la artillería y a los disparos de los arcabuceros españoles.La caballería francesa fue prácticamente aniquilada por el fuego de los españoles, muriendo incluso el Duque de Nemours que al ser alcanzado por 3 disparos de arcabuz.
En plena batalla, el ejército español sufrió un fuerte revés al explotar accidentalmente toda la pólvora, lo que dejaba fuera de combate a la artillería. Gonzalo, que vio en primera persona la explosión, en vez de dejar caer el ánimo, gritó a sus hombres que esas eran las luces de la victoria. Poco después la infantería francesa comenzó su combate contra las tropas españolas, quienes les machacaron incansablemente con el fuego de sus arcabuces pero no frenaron del todo el avance galo. En el momento en el que los franceses se encontraban demasiado cerca de los arcabuceros y estos podían perder su posición debido al tiempo que perdían en cada carga del arcabuz, el Gran Capitán ordenó su retirada y el avance de los piqueros alemanes, quienes empleando magistralmente sus picas consiguieron rechazar a los atacantes.
Finalmente, cuando la derrota francesa comenzaba a ser evidente, nuestro invitado ordenó a sus hombres pasar a la ofensiva, y rodearon a la infantería francesa que fue prácticamente diezmada. La caballería ligera española se lanzó a su vez contra la caballería ligera francesa que al verse superada tuvo que huir. Ante la falta de enemigo, la caballería ligera española cargó contra la infantería francesa que terminó por rendirse.
El Gran Capitán contemplando el cadaver del Duque de Nemours | Federico Madrazo |
Esta aplastante derrota, sumada a la que habían cosechado en la Batalla de Seminara frente a las tropas de Fernando de Andrade y Hugo de Cardona, provocó el freno del avance francés y el resurgimiento del poder español que hizo retroceder a los franceses hacia el Norte.
Batalla del Garellano
Pero una idea rondaba la cabeza del Gran Capitán, expulsar a los franceses de Nápoles. Por ello puso rumbo junto a sus tropas hasta esta ciudad. Por el camino fueron cayendo Castel Nuovo, Castel dell'Ovo, San Germano, Montecassino y Roccasecca, ahora se encontraba en la ribera del río Garellano.
En ese momento, noviembre de 1503, los ejércitos español y francés se encontraban separados por el río, los españoles, eso sí, tenían serias dificultades para hacer llegar los suministros al frente, mientras que los franceses podían recibirlos desde el mar a través de su plaza fuerte de Gaeta. No obstante, esta vez el Gran Capitán quería luchar directamente en vez acantonarse y esperar refuerzos como había hecho otras veces, y una vez más ideó un plan.
En primer lugar debía hacer creer a los franceses que se retiraba, y realizó varios desplazamientos de tropas para simular que iniciaba un repliege hacia el Volturno. Los franceses cayeron en la trampa y su líder, el Marqués de Saluzzo, retiró tropas y concedió permisos a sus oficiales. Tal era el relajamiento de los franceses que se decretó una tregua navideña para los días 25 y 26 de diciembre, pensando además que tras esta tregua los españoles seguirían sin atacar, por lo que no estuvieron alerta de los movimientos españoles que consistían en situarse en puntos estratégicos y lanzar su ataque por sorpresa.
La segunda parte del plan de nuestro invitado consistía en cruzar el río mediante pontones que se habían fabricado en retaguardia y que aprovechando la noche serían llevados al frente. Además dividió sus fuerzas en tres partes: la primera dirigida por Alviano cruzaría en vanguardia el río y envolvería por sorpresa a los franceses por la izquierda; la segunda, dirigida por Gonzalo de Córdoba, marcharía hacia el centro del cuerpo francés; y la tercera, al mando de Diego de Mendoza y Fernando de Andrade, quedaría acantonada en la población de Cintura para de esta manera no levantar sospechas al no haber soldados españoles por la zona.
Con las primeras luces del 28 de diciembre se produjo el ataque, los 3.000 hombres de Alviano cruzaron el recién puente y se dirigieron a la izquierda. Tras ellos el ejercito central que había sido dividido en tres, García de Paredes al frente de rodeleros ya arcabuceros; después la caballería pesada y ligera; y finalmente el Gran Capitán con los piqueros alemanes.
Plano de la Batalla del Garellano |
Los franceses poco pudieron hacer frente al avance español quienes tomaron Vallefredda y Castelforte. Tras el gran ataque español, el Marqués de Saluzzo ordenó a los franceses retirarse hacia Gaeta. La retirada fue tan desastrosa que incluso las piezas de artillería francesa fueron abandonadas y cayeron en manos españolas.
El Gran Capitán mandó envolver a los franceses para evitar que se atrincheraran en Gaeta. Por ello envió a Alviano hacia el norte, cubriendo todo el flanco izquierdo galo, para que luego bajara por el oeste hasta Gaeta. El embolsamiento se completaría con la formación del ala izquierda española por parte de Andrade y Mendoza.
Finalmente y tras diferentes enfrentamientos, Gaeta fue cercada. Los franceses, viendo su difícil situación, hicieron una oferta de rendición que el 1 de enero de 1504 fue firmada por el Marqués de Saluzzo y el Gran Capitán.
La victoria del Garellano supuso la expulsión definitiva de los franceses, y junto a las derrotas sufridas en el Rosellón, hizo que Luis XII de Francia quisiera firmar la paz guerra con España. Una paz que se alcanzó con el Tratado de Lyon, en el que España aseguraba su posición en Italia.
7. Virrey de Nápoles y las "Cuentas del Gran Capitán"
En premio a estas victorias, los Reyes Católicos conceden al Gran Capitán diez mil ducados de renta y el ejercicio de Virrey de Nápoles. Ejerciendo este mando sufre dos crisis políticas, la primera, en 1504, cuando hace prisionero a Cesar Borgia y lo manda encadenado a España, tal como habían ordenado el Papa y los Reyes Católicos; y la segunda cuando recibe la orden de los Reyes Católicos de expulsar a los judíos de Nápoles, una medida que el dilata en el tiempo. Finalmente, los Reyes Católicos retiran esa orden pero ponen a Nápoles bajo jurisdicción del Inquisidor General de España con sede en Palermo. Esta última medida provoca la dimisión de Gonzalo, una dimisión que los Reyes no aceptan pero que será el germen del recelo de los reyes hacia él.
El 26 de noviembre de 1504 fallecía la Reina Isabel la Católica, una muerte de la que nuestro invitado tiene conocimiento por una carta del Rey Fernando, quien además de ratificarle en su cargo le pide el apoyo del ejército napolitano en caso de levantamiento de nobles castellanos contra él.
Además, el Rey influido por el Embajador Rojas, que si bien había sido consejero del Gran Capitán en Italia, ahora estaba enfrentado con él, y afirmaba que Gonzalo se había apropiado de fondos de guerra, acusándole asimismo de Corrupción, traición, gastos excesivos, favoritismo a sus capitanes.
Fernando el Católico pidió a Don Gonzalo cuentas de en qué había gastado el dinero de su reino, lo que el Gran Capitán sintió como un insulto. Es aquí cuando nacen las famosas cuentas del Gran Capitán que hoy día podemos observar en el Archivo de Simancas.
En ellas se indica por ejemplo que:
"Por picos, palas y azadones, cien millones de ducados; por limosnas para que frailes y monjas rezasen por los españoles, ciento cincuenta mil ducados; por guantes perfumados para que los soldados no oliesen el hedor de la batalla, doscientos millones de ducados; por reponer las campanas averiadas a causa del continuo repicar a victoria, ciento setenta mil ducados; y, finalmente, por la paciencia de tener que descender a estas pequeñeces del rey a quien he regalado un reino, cien millones de ducados"
Extracto de las Cuentas del Gran Capitán |
Ciertas o no las cuentas, la expresión las cuentas del Gran Capitán han quedado como frase hecha para una relación poco pormenorizada, en la que los elementos que la integran parecen exagerados, o para una explicación pedida por algo a la que no se tiene derecho.
8. Regreso a casa y muerte
Fernando el Católico ya no quiere a Gonzalo en el poder, y el 25 de febrero de 1507, el Gran Capitán deja de ser Virrey de Nápoles para meses después retornar a casa.
Desde ese momento, Gonzalo pasará a ser un simple observador de la vida política, sintiéndose atraído por la figura del joven Carlos de Habsburgo, el futuro Rey-Emperador. El 15 de julio de 1508 fue nombrado Gobernador de Loja, y tuvo que vivir uno de los momentos más tristes de su vida. Su sobrino, el Marqués de Priego, participó en una rebelión de la nobleza, y el Rey Fernando impuso una fuerte represión y un castigo simbólico, el joven marqués debía entregar sus fortalezas y ser desterrado de Córdoba.
Nada pudo hacer el Gran Capitán para impedir la demolición del viejo caserón familiar, y esto significó su ruptura total con el Rey Fernando “el Católico” y su sumisión a Dña. Juana de Castilla, hija de Fernando y encarcelada en Tordesillas.
Parece que hay un rayo de luz en la nueva vida del Gran Capitán, la derrota en Rabean de la Liga Santa, formada por Fernando, el Papa Julio II y el dogo veneciano, frente a Luis XII de Francia, hace que el Papa se interese en contar nuevamente con los servicios de tan ilustre militar. El Gran Capitán contrata las tropas, las prepara, pero las provisiones que solicita al rey Fernando no llegan. ¿La razón? El Rey Fernando tiene ahora otro interés, tomar Navarra. Gonzalo comprende que no partirá nunca para su añorada y querida Italia; licencia a las tropas, despide a los amigos, y se marcha más triste que nunca a Loja.
Armadura y espada del Gran Capitán |
En junio de 1515, un anciano Gonzalo enferma gravemente, las cuartanas, un tipo de fiebre, que le habían acompañado casi toda su vida son ahora más fuertes y su anciano cuerpo cada vez más débil.
Viendo su final próximo abandona Loja y se dirige a Granada, redactando una corrección el 30 de noviembre de su testamento, en su tumba debía aparecer el título de “Gran Capitán”, y debía ser enterrado en el monasterio granadino de San Jerónimo.
El día dos de diciembre, moría el hombre y nacía el mito.
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