Ruta por la Historia: Adolf Hitler: el hundimiento

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viernes, 17 de junio de 2016

Adolf Hitler: el hundimiento


Hemos dedicado programas anteriores a su biografía y al ascenso de su obra, el partido nacional socialista alemán, y esta semana vamos a viajar a los últimos días de la vida de este hombre que soñó con crear un imperio, un Reich, que duraría mil años.

Hitler
Adolf Hitler
Durante años, Hitler afirmó que una especie de voz interior le guiaba y le ayudaba a escapar de aquellas situaciones que ponían en peligro su vida, tales como la caída de un obús mientras era un simple cabo de trasmisiones durante la Primera Guerra Mundial, o los posteriores intentos de asesinato que sufrió cuando ya se encontraba en la cúspide del poder en Alemania. Ahora, cuando el soñado imperio milenario estaba reducido a los escasos metros cuadrados que ocupaba el bunker de Berlín, aquella voz parecía haber abandonado a nuestro protagonista de hoy.

Cancillería del Reich
Fachada principal de la Nueva Cancillería del Reich a principios de los años 40.
La Cancillería había sido objetivo de los bombardeos aéreos aliados, por lo que se encontraba especialmente dañada, pero contaba con un refugio antiaéreo que había resultado de gran utilidad durante los primeros bombardeos ingleses. No obstante, a partir de 1944 estos bombardeos ingleses aumentaron en número y en potencia, por lo que Hitler ordenó a Albert Speer la construcción de un nuevo bunker que fuese más amplio y sobre todo más resistente. En pocos meses la obra quedó finalizada y el refugio resultante constaba de dos plantas de 20 por 11 metros. En la planta superior se encontraban las habitaciones del servicio, de las secretarias de Adolf Hitler y de los ayudantes militares, así como los aseos, el comedor y la cocina. La planta inferior era totalmente para Hitler, en ella se encontraban su habitación, su despacho, la sala de reuniones y su aseo privado. También se hallaba la centralita telefónica, con la que el Führer podía dar órdenes a los diferentes frentes.

El búnker tenía su propio generador eléctrico y reservas de agua. Los aseos, la ventilación y la calefacción funcionaban correctamente, aunque la atmósfera siempre estaba demasiado cargada, la humedad era muy alta y el olor resultaba desagradable, quizá esta dificultad para ventilar el bunker lo encontramos en los filtros colocados para impedir el paso de la mayoría de los gases conocidos en la
época.
Albert Speer
Albert Speer, arquitecto del nazismo.
Pese a que el bunker nos pueda parecer una fortaleza inexpugnable, Hitler siempre tuvo terror quedar enterrado, sabemos que cada vez que sonaba la alarma aérea bajaba nervioso y dentro del bunker, que vibraba a cada explosión de las bombas, palidecía de miedo. No obstante, a finales de febrero de 1945, y debido al aumento de los ataques aliados comenzó a pasar las noches en su interior, hasta establecerse permanentemente en él.

Como vemos, y podemos imaginarnos, la vida en el interior del bunker no era precisamente idílica. A la sensación de verse encerrado bajo tierra, con un ambiente cargado debido a una escasa ventilación, tenemos que sumar la presencia de un colérico Hitler que físicamente era un despojo si lo comparamos con el mismo hombre 4 años atrás, en estos últimos días sufría espasmos en la pierna izquierda, arrastraba los pies y jadeaba en cuanto recorría unos pocos metros. Además desde el atentado de Von Stauffenberg, en julio de 1944, sufría daños en los oídos, por lo que sufría mareos y su manera de andar recordaba a la de un borracho.

Von Stauffenberg
Von Stauffenberg, artífice del último atentado sufrido por Hitler
Para poder entrar plenamente en ambiente podríamos viajar a enero de 1945, concretamente al día 25, cuando la victoria aliada en las Ardenas significó una herida mortal para Alemania que supuso su derrumbe en todos los frentes, ya que sus reservas de hombres, munición y combustible habían quedado prácticamente agotadas tras aquella batalla.

A pesar del fracaso en las Ardenas, el ejército alemán intentó frenar a las fuerzas soviéticas en una nueva ofensiva, la del Lago Balatón en Hungría, pero fue un fracaso. Esta situación de derrumbe duró hasta finales de marzo, cuando el ejército alemán se replegó  a Viena, dejando en poder de los soviéticos casi el 90% del territorio húngaro.

Cuando Hitler tuvo conocimiento de la derrota alemana ordenó que los hombres de la División Waffen SS Leibstandarte Adolf Hitler, que habían formado parte de esa fracasada ofensiva, se quitaran los brazaletes con el emblema «Adolf Hitler», ya que consideraba que la división que llevaba su propio nombre no había luchado con todas sus fuerzas durante la ofensiva.

Waffen SS Leibstandarte Adolf Hitler
Insignias de la División Waffen SS Leibstandarte Adolf Hitler
Tras la derrota en Balaton, los soviéticos tenían vía libre para lanzarse sobre Viena, un ataque que comenzó el 3 de abril. Los defensores alemanes de la capital austriaca estaban en clara desventaja, llegando casi a 1 soldado alemán por cada 10 soviéticos, además se encontraban casi sin suministros y armamento, por lo que nada parecía presagiar un buen resultado para los germanos. La noche del 11 de abril, el Ejército Rojo cruzó el canal del Danubio, y poco a poco los distritos vieneses fueron cayendo uno a uno a pesar de la lucha casa por casa que plantearon los alemanes.

Como vemos la derrota final alemana parecía cada vez más clara y cercana, y con este ambiente llegamos al 20 de abril 1945, el cumpleaños de Adolf Hitler.

Ese día era celebrado con grandes fiestas, discursos y desfiles, pero ese año la situación tanto alemana como de un Führer, en un estado cada vez más avanzado de la enfermedad de Parkinson, no parecían las idóneas para  celebrar nada.

Sólo los nazis más acérrimos colocaron banderas del Partido, y pancartas en las que ponía “La ciudad fortaleza de Berlín saluda a su Führer”. Los aliados, conscientes del día que era, regalaron a Hitler  un bombardeo aéreo desde primeras horas de la mañana.

El responsable de la otrora poderosa Luftwaffe y de la defensa aérea alemana, Hermann Göering, abandonaba su mansión de Karinhall ante el avance soviético, dando órdenes a los soldados de que sacasen todas sus pertenencias en camiones. Tras ver como sacaban sus valiosas obras de arte, robadas durante la guerra, voló personalmente la mansión por los aires y se montó en su enorme limusina para dirigirse a Berlín, donde a mediodía tenía recepción para felicitar a Hitler.

Hermann Göring
Hermann Göring, Mariscal del Aire

Por su parte, el que había sido ciego seguidor del Führer, Heinrich Himmler, ahora estaba maquinando a espaldas de su líder una solución al conflicto concertando citas con la Cruz Roja Internacional e incluso con los representantes del Congreso Judío Mundial. Himmler pensaba que era el único que podía sustituir a Hitler, por lo que debía ser quien llevase las negociaciones con los aliados. 

Heinrich Himmler
Heinrich Himmler, Comandante en Jefe de las SS
Goebbels, era el único dispuesto a permanecer junto al Führer en Berlín hasta el final, y a la postre así fue. A través de la radio alemana emitió por la mañana un discurso de cumpleaños en el que pedía a todos los alemanes que creyeran ciegamente en su líder y en su obra, ya que a pesar de las dificultades del momento, les llevaría a la victoria final.

Joseph Goebbels
Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda
El círculo de los hombres de confianza del Führer, o en los que él pensaba erróneamente que podía confiar, compuesto por su Ministro del Aire, Hermann Goering; su Ministro de Asuntos Exteriores, Von Ribbentrop, el Almirante de la Kriegsmarine, Dönitz; el líder de las SS, Heinrich Himmler, el Jefe de la Gestapo y de la Oficina Central de Seguridad del Reich, Ernst Kaltenbrunner; el Ministro de Armamento y Guerra, Albert Speer; y los Generales Keitel, Jodl y Krebs llegaron poco después del medio día a la Cancillería para felicitar a Hitler.

Tras felicitar al Führer por su cumpleaños, le recomendaron que partiese hacia Baviera para establecerse en los Alpes bávaros donde hacerse fuerte o escapar de los Aliados a través de Suiza. Hitler no obstante rechazó tal ofrecimiento, llegando incluso a afirmar que los rusos estaban a punto de sufrir la derrota más sangrienta de su historia ante la resistencia alemana de Berlín.

Además Hitler afirmó que desde ese momento Alemania quedaría dividida en dos, el Almirante de la Kriegsmarine, Dönitz se haría cargo del sector Norte, mientras que en el sector Sur había dos opciones, Kesselring o Goering, por lo que Hitler dijo que lo dejaba en manos de la Providencia.

Eso si, cuando Goering le preguntó si debía ir en persona al Sur o si podía enviar a su Jefe del Estado Mayor, el Führer secamente le respondió “Usted irá”, y tras esta frase, los que habían sido viejos camaradas se despidieron de manera fría, quizá porque Hitler estaba ya cansado de la cobardía del Mariscal del Aire.

Al finalizar la entrevista con el Führer, Himmler, Ribbentrop y Kaltenbrunner comenzaron a inventar “todo tipo de pretextos” para abandonar Berlín por motivos oficiales. Por la tarde el dirigente nazi pasó revista a los miembros de las Juventudes Hitlerianas, entre los que repartió diferentes Cruces de Hierro por sus valerosas acciones enfrentándose a blindados soviéticos. Esta imagen la hemos visto en un video en el que observamos a un envejecido Hitler que a duras penas puede mantener ocultos los temblores que la enfermedad de Parkinson provoca en su brazo izquierdo, lo que le impidió colocar el mismo las medallas.

Hitler entrega de medallas
Entrega de medallas por parte de Hitler a niños de las Juventudes Hitlerianas
Mientras, Himmler estaba maquinando a espaldas de su líder una salida, por lo que tras salir de la Cancillería viajó durante horas para reunirse con Masur, el representante del Congreso Mundial Judío. En esta reunión, Himmler informó que había recibido poderes del propio Hitler para resolver el problema judío. 

El líder de las SS, se excusó diciendo que "la gran masa de judíos europeos apoyó a los grupos resistentes, por lo que tuvieron que ser detenidos. En las cárceles estos presos judíos se infectaron de enfermedades infecciosas, y con el fin de evitar la pandemia tuvieron que construir los crematorios". Aseguró, asimismo, que siempre había pensado entregar los campos de concentración a los aliados sin ofrecer resistencia, pero que el ejército americano había hecho circular imágenes falsas de atrocidades. No obstante, como gesto de buena voluntad, ofreció la liberación de 1.000 judias presas en Ravensbruck. Tras esta reunión, marchó al encuentro del Delegado de la Cruz Roja, el Conde Bernardotte.

Amanecía el día 21 de abril, y el ejército soviético se había acercado tanto a Berlín que su artillería podía atacar con facilidad la capital alemana, Jold informó a Hitler que había ordenado al General de las SS Steiner que tomara posiciones defensivas para frenar el avance soviético.

Escuchar el apellido Steiner fue como una medicina para Hitler, era el héroe de la División SS Viking, por lo que su postura encorvada y decaída de golpe cambió y se dirigió rápidamente a un mapa. Tras consultarlo durante unos minutos, levantó la cabeza y de sus ojos salió un brillo mientras ordenó un contraataque. De su puño y letra remitió una orden a Steiner por la que prohibía cualquier tipo de retirada indicando expresamente que “Los oficiales que no obedezcan de forma incondicional esta orden serán arrestados y fusilados de inmediato. Usted, Steiner, responderá con su cabeza si esto no se cumple”.

La orden de Hitler era una autentica locura, ya que Steiner no disponía de blindados con los que hacer frente al avance soviético, por lo que simplemente hizo ver que cumplía las ordenes sin llevarlas realmente a cabo.

Felix Steiner
Felix Steiner, General de las SS
Al día siguiente, el 22 de abril, Steiner y la orden de contraataque fueron el centro de atención. Hitler no paraba de preguntar si se había realizado el ataque y hasta donde habían llegado, pero no se recibían noticias, o no se atrevían a decírselas. Finalmente, a la tarde, el General Hans Krebs tuvo que admitir ante Hitler que Steiner aun estaba organizando el ejercito con el lanzar el ataque por lo que no había ningún tipo de novedad.

Hitler parecía noqueado por la noticia, de golpe y a voces ordenó a todo el mundo que abandonase la sala, menos sus generales y Martin Bormann. Cuando el resto del personal salió de la sala, Hitler se levantó y gritando afirmó que "estaba rodeado de traidores y mentirosos, todos eran demasiado egoístas para entender sus grandes propósitos". Señaló con su mano temblorosa a los generales y les acusó de ser los "culpables de los desastres de la guerra por su cobardía". Abatido, Hitler se dejó caer en su silla y afirmó con voz cansada “La Guerra está perdida, el Tercer Reich ha terminado en fracaso y ya solo queda morir”. Acto seguido se quedó inmóvil y como si estuviese sufriendo algún tipo de accidente cardiovascular, su mandíbula se desencajó, se quedó pálido y con la mirada fija en un punto. Finalmente, sufrió un espasmo y el color volvió a su cara.

Los presentes en la Sala asustados le rogaron que tuviese fe y que debía marchar a Berchtesgaden, Hitler negó con la cabeza y con voz cansada les dijo que "ellos eran libres de hacerlo si querían, pero él encontraría la muerte en Berlín".

Hitler seguía depresivo, por lo que volvió a llamar a sus secretarias y a su cocinera para que fueran a su presencia. Las tres mujeres acudieron a la llamada y se encontraron en una sala con Hitler y Eva Braun. Allí, el Führer les volvió a indicar que estaba todo preparado para que las cuatro despagasen en menos de una hora en un avión que les llevaría a zona segura. Las cuatro quedaron de piedra y solo Eva Braun pudo hablar, diciendo: “Tu sabes que me quedaré contigo, no permitiré que me eches de aquí”. Hitler cogió por la cara a Eva Braun e hizo algo que sorprendió a todos los presentes, le dio un beso en los labios
Eva Braun
Eva Braun
El resto de mujeres se recompuso y afirmaron al unísono que no se irían bajo ningún pretexto. Hitler volvió a insistir, pero ellas seguían en sus trece, a lo que el Führer emocionado afirmó “Ojala todos mis generales fueran tan valiente como ustedes”. Prácticamente arrastrándose Hitler se dirigió a una sala contigua donde un grupo de oficiales le esperaba y a los que les espetó: “Caballeros, esto es el final. Yo permaneceré en Berlín y me pegaré un tiro cuando llegue el momento. Cada uno de ustedes debe tomar su propia decisión respecto a cuándo debe irse”.

Acto seguido llamó a Borman y al General Jold, y les ordenó volar a Berchtesgaden, mientras el moriría o vencería en la batalla de Berlín. En el caso de perder la batalla, se suicidaría ya que no podía permitirse caer en las manos del enemigo. Una vez el hubiese muerto, la tarea de negociar recaería en manos de Goering y de Keitel.

Goering, que sabía que cualquier acción que tomase en ese momento podía ser considerada incluso como traición, llamó a un experto legalista para que confirmase cual era su ámbito de actuación en ese momento. Este experto le informó que en el año 1941 Hitler le había nombrado sucesor a su muerte o incapacidad. Pero Goering, a sabiendas de que en esos momentos no gozaba de la plena confianza de Hitler, decidió redactar un telegrama del que podemos rescatar los siguientes párrafos:

“Mi Führer ¿es su deseo, en vista de su decisión de
permanecer en Berlin, que yo me haga cargo del control
total del Reich, según el decreto del 29 de junio de 1941,
con poderes totales tanto en el interior como en política
exterior? Debe saber que sufro por usted en estos difíciles
momentos”

No obstante, Goering pensó que en caso de no obtener respuesta a las 10 de la noche, negociaría con los aliados por su cuenta. 

El telegrama de Goering fue como una bomba en Berlín, Bormann exigió a Hitler la ejecución del Mariscal del Aire, pero el Führer ordenó mandar un telegrama en el que se indicaba que “se derogaba los indicado en el decreto de sucesión y era acusado de alta traición, pero la pena capital quedaría conmutada si a partir de ese momento renunciaba a todos sus cargos”. A pesar de estos mensajes, Bormann telefoneó al comandante de las SS en el Obersalzberg para que procediera al arresto de Goering por alta traición. El comandante de las SS actuó a toda velocidad y le puso bajo arresto domiciliario.

El 24 de abril, Hitler fue informado de que el ejercito de Manteuffel había quedado aislado por una ofensiva soviética, de esta manera Berlín quedaba aislado y sin ninguna posibilidad real de resistir, en vista de esta situación, Hitler ordenó que todas las tropas posibles, estuviesen donde estuviesen debían marchar sobre Berlín para liberarla.

Mientras esto sucedía, Goebbels se dirigía a los ciudadanos alemanes en un mensaje en el que decía “Nuestros corazones no deben albergar dudas ni temores. Acabar con la embestida masiva que viene del este contra el centro de Europa, y que está a las puertas del Reich, debe convertirse en nuestro orgullo y nuestra ambición”

Eso sí, mientras esto estaba siendo radiado a la nación, en la Cancillería se comenzaban a destruir documentos.

El día 28 recibió un mazazo con la noticia del ajusticiamiento de Mussolini y su amante por parte de los partisanos italianos. Hitler tuvo el presentimiento de que a él le pasaría lo mismo, por lo que consultó con su médico Werner Haase cuál era el método más fiable para suicidarse. El doctor afirmó que el método más seguro era ingerir una dosis de cianuro y descerrajarse un tiro en la cabeza.

Mussolini muerte
Cuerpos de Benito Mussolini y Clara Petacci tras ser ajustuciados
Esto pasaba en Alemania, pero en San Francisco donde secelebraba la conferencia que daría luz a las Naciones Unidas se hablaba del ofrecimiento de rendición que Himmler estaba realizando a espaldas de Hitler y esta noticia llegaba rápidamente a la prensa, que lo promulgó a los cuatro vientos.

Lógicamente esta noticia también llegó a Berlín y a los oídos de Hitler, quien veía como su fiel ayudante durante tantos años ahora le abandonaba y eso era el mazazo final. Hitler mandó llamar a su secretaria Junge, quien el llegar a las dependencias del Führer vio la mesa principal dispuesta para un banquete con copas de champán y una cubertería de plata con las iniciales A.H. grabadas. La secretaria quedó sorprendida y al mirar a Hitler este le respondió con un guiño y una frase demoledora “quizá ahora podamos comenzar con mi testamento político”.

"Traudl" Junge
Gertraud "Traudl" Junge, Secretaria de Hitler y testigo de excepción. 
En este testamento político lanzaba recriminaciones y acusaciones de cobardía y traición a los militares, y finalmente afirmaba que él nunca había querido hacer la guerra, y habían sido los estadistas internacionales judíos o al servicio del judaísmo los que le habían empujado a ello. Finalmente, nombraba al nuevo Gobierno, donde el Almirante Döenitz era nombrado sucesor, Göebbles Canciller y Bormann Ministro del Partido.
Tras unos segundos, Hitler comenzó a dictar su testamento personal, en el que indicaba, para sorpresa de la secretaria, de que tomaba por esposa a Eva Braun, y ella por iniciativa propia le acompañaría hasta el final. Finalmente legaba todas sus posesiones al partido, y en el caso de que este dejase de existir, las donaba al Estado Alemán.

Tras la redacción de este segundo testamento, la secretaria se retiró a una habitación contigua a la vez que los invitados a la boda Hitler-Braun entraban en la sala. 

Partida de matrimonio
Partida de matrimonio de Adolf Hitler y Eva Braun
A media mañana del 29 de abril, las fuerzas soviéticas se dirigieron al bunker en tres tres frentes, mientras Bormann hacía los preparativos para enviar el testamento y las últimas voluntades del Führer al Almirante Doenitz, su sucesor. El día en el bunker transcurría con una lenta intranquilidad, todos fumaban en su interior con cierta permisividad, algo que antaño era imposible, ya que Hitler era un antifumador acérrimo y jamás lo habría permitido, pero ya nada importaba.

Poco después se comenzaron a repartir las ampollas de cianuro entre los presentes, y a medianoche, Hitler se despidió de un grupo de veinte oficiales y de sus secretarias en el comedor principal, pasó dando la mano a cada uno de ellos y luego descendió las escaleras que le llevaban a sus aposentos.

Avanzada la mañana del 30 de abril, los soviéticos ya se encontraban a las puertas de la cancillería, pero Hitler parecía absorto ya que durante la comida con sus dos secretarias y la cocinera parecía como si fuese un día más, pero tras la comida Hitler volvió a reunir a su círculo más cercano y les comunicó que había llegado la hora y que su último servicio a la nación era seguir paso a paso lo que había dispuesto en sus últimas voluntades.

Tras esto, la pareja se retiró a su habitación, donde minutos después se oyó un disparo.

Los ayudantes de Hitler esperaron un cuarto de hora para entrar en la habitación y en ella se encontraron el cadáver del Führer doblado sobre sí mismo en un sillón con una mueca deformada en su boca, con una pistola Walther PPK de 7,65 mm caída de su mano derecha mientras un hilo de sangre manchaba su cara. Por su parte el cadáver de Eva Braun estaba tumbado en un diván, con los ojos abiertos aun, y sin ninguna señal de disparo en su cuerpo, lo que hacía ver que el efecto del cianuro no le permitió el uso del arma.

Según contaron los ayudantes de Hitler, según dejó expresado el Führer, su cuerpo y el de Eva Braun debían ser incinerados tras su suicidio para evitar que cayeran en manos de los soviéticos. Los encargados de transportar el cuerpo de Hitler fueron Linge y Günshe, mientras que el cadáver de Eva Braun fue sacado al exterior.

Una vez salieron al patio de la Cancillería del Reich, depositaron los cuerpos en uno de los agujeros que habían provocado los obuses lanzados desde las baterías soviéticas y fueron rociados con 200 litros de gasolina sacados de los vehículos que se encontraban en los garajes de la Cancillería, pero cuando intentaron prender fuego a los cuerpos con una cerilla, el fuerte viento que en esos momentos azotaba Berlín lo impedía.  Rápidamente, Bormann ideó una antorcha que soportase el viento racheado y tras encenderla se la pasó a Erich Kempka, el encargado de llevar a cabo la incineración, un momento que fue presidido por Joseph Goebbels. No obstante, este fuego atrajo la atención de la artillería soviética, que concentró su fuego en ese punto, por lo que no se pudo supervisar que los cuerpos fuesen totalmente incinerados.

Escucha el programa de esta semana y descubrirás más historias de lo acontecido en el interior del bunker así como con el destino de los restos de Adolf Hitler y su esposa. Te esperamos.

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